domingo, 16 de septiembre de 2012

Una boda y ningún funeral (Dublin, Sept 2012)



Fada beo an newlyweds!

Casi un año había pasado de la fiesta de compromiso, y ahora tocaba ya la boda. Y así fue que nuevamente tuvimos que meter en la maleta nuestra ropa de fiesta, pillar Aer Lingus una vez más haciendo Barcelona-Dublin (esta vez tuvimos que pagar por nuestro equipaje despachado, que no ibamos a llevar la ropa de bodas en la bolsa de mano).

Comme d'habitude, llovía en Dublin a nuestro arribo, lo cual para los que venimos del calor mediterráneo fue como una especie de bendición. Ni bien llegamos al aeropuerto, como teníamos que hacer tiempo hasta el momento de la boda, alquilamos un coche y fuimos a pasear un poco por allí.

Es interesante esto de venir a las islas, que todo parece como si fuera la misma Europa que uno dejó atrás como que aquí hay euros y esas cosas, pero hay que andarse con cuidado que las diferencias existen, algunas son sutiles y otra no tanto. Como cuando Carlos se sentó en lo que él pensaba que era el asiento del acompañante del coche de alquiler y se encontró con el volante del vehículo. Que en este país se conduce sobre la mano izquierda y hay que manipular los cambios del auto con la mano ídem; y todo parece como un poco de lío pero por suerte uno que hizo un curso de mirror symmetry se adapta rápido y comienza a circular sin problemas. Solo que hay que recordarlo cada tanto eso de que estamos en el mundo del espejo, que sino todo el flujo del tránsito te parece una locura.

Alquilado el coche y convencidos de que estábamos conduciendo bien y por buen camino, decidimos ir a conocer la península de Howth, al norte de la bahía de Dublin y muy cerca de esta ciudad. costado de Dublin. Aquí hay restos de abadías medievales, un puerto con un poco de historia que parece que por aquí desembarcaron uno de los tantos grupos que lucharon por la independencia de Irlanda de las manos de Gran Bretaña hace más de 100 años ya. Como corresponde, nos detuvimos en un pub para abastecernos de comida, probamos el seafood chowder que estaba muy bueno, y después nos dedicamos a caminar un poco por los senderos que habían en los alrededores. De allí nos fuimos derecho a nuestro B&B que había que dormir y descansar, que al día siguiente nos esperaba una jornada larga, intensa y emotiva... ¡Se nos casaba la niña!

La mañana del gran día nos encontró atiborrándonos a calorías con el fabuloso desayuno irlandés con el que te despertaban en nuestro fabuloso Bed&Breakfast, y preparándonos para asistir a la boda de Craig &Paula.

Fuimos hacia la iglesia donde se iba a llevar a cabo el evento, nos encontramos allí con el novio que ya estaba listo junto con todo su equipo para el gran-evento-gran, y varios de sus familiares y amigos, así como también amigos de la novia. Hemos de decir que casi todo el mundo estaba vestido correctamente, no habian mamarrachadas ni nada muy hortera que reportar. Más tarde ya en la fiesta vimos unas mujeres como salidas de películas de Almodóvar, pero que no desentonaban tanto con la ocasión. Parece que había corrido la voz de que la novia había amenazado con poner una especie de fashion police en la puerta de iglesia que te mandaba de vuelta a tu casa si no estabas vestid@ para la ocasión, pero no podemos certificar que haya existido la tal fashion police ya que no encontramos detector alguno.

Ya llegada la hora de la ceremonia, nos sentamos en algún banco de la iglesia mientras la novia se hacía esperar. Don leyendo el New York Times y Carlos repasando la parte que le tocaba dentro de la ceremonia. Y pasaba el tiempo y la novia no aparecía. Y, obviamente, los rumores comenzaron a circular. Algunos apuntando a que según Miss Manners una novia tiene que tener el mayor protagonismo posible el día de su boda, y por eso ha de arribar al menos una hora más tarde de lo previsto a la iglesia. Otros apostaban a que -como la ceremonia se transmitía en vivo por internet para todo el mundo mundial- el "prime time" no era exactamente a esa hora sino un poco más tarde y había que esperar. Un tercer grupo opinaba que seguramente en ese momento la banda ancha de internet estaba siendo usada por una presidenta de un país lejano de cuyo nombre no queremos recordarnos, que en ese preciso instante estaba dando un discurso por la cadena nacional.

En fin, rumores, rumores, rumores... cuando de repente apareció el cortejo de la novia. En el primer coche estaban las damas de honor, todas en fucsia y con el pelo a tono. Y en el segundo vehículo... Ahhh, la novia que parecía realmente una princesa. Con un vestido color marfil y portando tiara al tono, de la mano de su padre a quien también se le notaba que no cabía en sí de alegría que se sacaba de encima el fardo éste. ¡Qué fabulosa entrada que nos regaló la novia! Que nos hizo recordar esos versos de García Lorca

Despierte la novia
la mañana de la boda.
¡Que los ríos del mundo
lleven tu corona!

Ya superado el momento inicial en que ella entra y todos lloramos, y también llora ella (porque una novia que se precie de tal TIENE que llorar sobre la pasarela, sino es que no está convencida o va dopada), y el novio que con una sonrisa de oreja a oreja la estuvo esperando en el altar con infinita paciencia, y el cura que nos hace sentar y comienza la ceremonia. Y que se leen algunas lecturas, y que si la madre de Carlos hubiera estado siguiendo el evento por internet le habría agarrado un infarto al ver a su hijo subirse una vez más al púlpito para leerles a los novios esa carta de San Pablo a los cristianos de Corinto que eligieron ellos para el evento. Y que luego vienen las promesas, y los anillos, y el primer beso, y la firma del libro, y la bendición final, y luego que vuelven a salir los recién casados al ritmo de all you need is love, y la gente que lo mira en su casa por el internet no puede contener las lágrimas de la emoción...

Afuera del templo, ya un poco más distendidos todos, pudimos saludar a los flamantes esposos, y tirarles pétalos de rosas y burbujas (que la iglesia no quiere pájaros por ahí cerca así que nada de arroz ni esas cosas raras), y saludar a parientes y amigos, y que fotos aquí y que fotos allá. ¡Y qué buen primer augurio que tuvo la flamante pareja que les salió el sol durante todo el día! Esto es algo no trivial en Irlanda, donde llueve casi todo el tiempo.

Acabada la ceremonia religiosa enfilamos para la fiesta, que iba a ser en el Barberstown Castle, en las afueras de Dublin. Y mira tú qué nivel esto de tener tu fiesta en un castillo, y aunque Don discutía que un castillo que se precie de tal tiene que tener un foso y este no lo tenía (tampoco lo tiene el de Montjuic), daba como vértigo que te aparezcan esas torres en el medio de la campiña, y tener que conducir unas cuantas cuadras por adentro del territorio del Barberstown Castle para arribar al lugar de la fiesta, pero nosotros juntamos coraje en el coche ese que había que manejar siempre por el carril izquierdo, y llegamos hasta la fiesta sanos y salvos.

Ya adentro del castillo brindamos con alguna bebida espumante que te servían ahí a la entrada por los newlyweds, y tertuliamos un poco con los invitados, a algunos de ellos los conocíamos, y a otros los tuvimos que conocer allí. Al rato con un cencerro nos avisan que había que pasar a las mesas, que el banquete de la boda iba a comenzar.

El banquete estuvo de super nivelón como corresponde a una boda que se celebra en un castillo. En el plato principal nos tocaron unas codornices (¿habrán elegido este plato por eso de "que sean felices y que coman muchas..."?) rellenas que estaban muy bien, y todo regado generosamente por unos Malbecs argentinos que nos hacían poner cada vez más alegres.

Ya en los postres los novios cortaron el pastel que -¿casualidad?- tenía forma de castillo (aunque sin foso), y luego escuchamos discursos de varios miembros de las familias de él y de ella. Todos elogiando, obviamente, la belleza de la novia. Y don Manuel recordándonos la cantidad de veces que Paula dijo que ella no era "de las que se casan".

Acabada la cena se vino un momento de recreación, y se ve que el alcohol te abre las neuronas porque comenzamos a reconocer (o a hacer de cuenta que reconocíamos) a gente que ya habíamos conocido en la otra fiesta, la del año pasado, donde también había corrido el alcohol como agua de lluvia.

Y que charla va, charla viene, y de repente se viene la música y vamos todos a bailar. Que aquí la música la proveía una banda contratada para tal fin, que se ve que la música en los banquetes de castillo tiene que ser con una banda en vivo.

Y no es que la banda vino a tocar jazz o música clásica o irish dancing. No, no, no, que había que ver el cover fabuloso que se mandaron del Love shack y otros temas pop, y que envidia que nos da a la mitad noangloparlante del team que escribe este blog, que los que tienen a ese idioma como nativo se les hace muy fácil corear todas esas canciones. Y qué bien que lo pasamos en esa pista de baile con la banda por detrás cantando canciones de lo más variopintas y divertidas.

Estuvimos con el bailongo ese como por 2 horas, y en algún momento el novio -que está haciendo un curso acelerado de lengua y civilización argentina- anuncia que va a proceder a la ceremonia de las ligas. Y la peña super atónita al ver esa costumbre entre sensual y salvaje importada de vaya a saber dónde que está transcurriendo allí mismo delante de sus ojos. Pero igual se prestaron todos al juego y nos la pasamos bien.

Acabada la banda, tuvimos un momento para descansar (y comer más aún?!). Luego se vino un DJ y ahí sí que comenzó la fiesta siguiendo las costumbres del hemisferio sur: al ritmo de la canción que más le gusta a nuestro presidente de gobierno apareció el cotillón, y las cornetas, y las máscaras, y el trencito, y las rondas, mientras seguía circulando una catarata de cerveza Guinness entre los convidados, la fiesta estaba en su apogeo. Nos quedamos bailando como hasta las 2 de la mañana, que fue el momento en que los novios nos dijeron adios y se fueron nuevamente al ritmo de "All you need is love". Nosotros nos arrastramos hasta el coche y conducimos (siempre por la izquierda) hasta nuestro B&B a dormir la mona.

Al día siguiente, luego de un very late irish breakfast que ya ni sabemos por qué lo comimos porque todavía teníamos esas codornices de la noche anterior en la garganta, fuimos a conocer un poco de la Irlanda que todavía nos queda por conocer. Enfilamos un poco hacia el norte y caimos en el complejo de ruinas prehistóricas Brú Na Boínne, donde se pueden ver unas tumbas enormes con unas inscripciones muy crípticas hechas por el hombre hace más de 4000 años. Pasamos toda la tarde recorriendo y visitando tumbas varias, y acabamos nuestro tour tomando mate a las orillas del río que baña todo este complejo, en la localidad de Slane.

Por la nochecita volvimos al mismo castillo donde se había realizado el banquete de bodas 24 horas antes, que tocaba la cena de rigor con el flamante matrimonio, familiares y amigos. Y pudimos conocer y socializar un poco más con todos ellos , algunos venidos desde Gran Bretaña, Holanda y Argentina para la ocasión, y volver a comer pantagruélicamente y todo regado nuevamente con un muy buen Malbec. Fue también el momento de las despedidas, que varios de los invitados ya estaban partiendo a sus lugares de origen, y los recién casados de luna de miel en breve. Tuvimos una alegre sobremesa y nos prometimos encontrarnos en algun lugar del planeta no dentro de mucho. Ojalá.

La mañana siguiente nos encontró nuevamente devorando nuestro suculento Irish breakfast. Luego, para quemar calorías, nos dirigimos para Glendalough, un parque natural que se encuentra al sur de Dublin, rodeando una abadía medieval que se encuentra ya en ruinas.
Ya llegados al parque caminamos un poco entre los dos lagos que hay allí, e hicimos un circuito por la zona, que -como todo en Irlanda- tiene distintos tonos de verde. Esa noche -nuestra última en Irlanda- decidimos parar un poco la máquina después de tanto festejo, y pasar una velada tranquilos. Para ello elegimos la brasería Trax, donde nos despedimos de la república con un cassoulet de cordero y un chuletón de 100% Irish beef. El vino ya no era Malbec, pero tampoco estaba mal.

En nuestra última mañana en Irlanda, luego de devorar por última vez nuestro Irish breakfast y prometernos no hacernos ningún análisis de sangre en los próximos tres meses para que no aparezca todo el colesterol acumulado, preparamos nuestras maletas, nos despedimos de nuestro B&B y enfilamos para Dublin city, ya que nuestro avión no salía hasta las 18:30.

Para pasar el tiempo de manera instructiva, fuimos a conocer la (ex) prisión de Kilmainham Gaol, que fue una de las primeras prisiones construidas con la finalidad de reeducar al recluso y no castigarlo (aunque esto era como en 1790 así que la reeducación consistía en confinarlo solo y en silencio por varios meses, pero ya era mucho mejor que lo que había en esa época), y que tiene un gran significado para la historia de este país ya que la mayoría de sus prisioneros políticos durante todas las guerras de independencia fueron a parar aquí, y varios fueron ajusticiados aquí.

Impresionante fue descubrir cómo aquí se desarrolló la fórmula matemática para calcular la longitud de la cuerda en función del peso de la persona que se va a ahorca, para que la muerte sea lo más súbita (i.e. humana) posible.

Y de aquí ya nos quedó poco y nada por hacer. Una comida más de esas de pub (un guiso de cordero que estaba como para reventar) regada con Guinness que es lo que hay para beber por aquí, y ya camino al aeropuerto, que había plantas por regar en casa.

Nos dio un poco de nostalgia abandonar Dublin en esta oportunidad, que siempre que íbamos para allí era para visitar a Paula, y ahora que los recién casados se mudan hacia el sur, como que esta ciudad ya no será lo mismo sin ellos. Pero la vida continúa y seguro seguro que ya encontraremos una excusa para volver. De momento, disfrutad de las fotos que siguen, que vivan los novios (aunque ya no vivan tan cerca), y será hasta el proshen arret.














martes, 4 de septiembre de 2012

Ich bin ein berliner (Septiembre 2012)

Guten Tag!
La calor y la crisis aprietan en esta parte del planeta, así que decidimos ir a hablar directamente con quienes nos gobiernan, para pedir que al menos nos bajen un poco la temperatura, que este bochorno ya no se aguanta más. Y así fue que una calurosa tarde de verano pillamos Lufthansa para hacer Barcelona-Berlín. Por primera vez en tantos años que ya ni recordamos, dejamos de volar en una low cost para hacerlo en una aerolínea-aerolínea que te da comida a elección (el dilema eterno: pollo o pasta), vino y esas cosas. Y además... pudimos despachar equipaje sin coste adicional! Ahhhh... fue como un revival de los locos noventa donde todos estos lujos prohibitivos nos estaban permitidos, y que conste que no pagamos mucho por estos pasajes, que justamente como Lufthansa está estrenando la ruta directa BCN-BER, los billetes nos salieron bastante baratos.

Ya llegados a Berlin-Tegel, se ve que Ange Lamerque ya estaba enterada de nuestra visita y que íbamos a por el lío, porque la temperatura había caído un poco, e incluso llovía. Luego de recoger nuestro equipaje, nos dirigimos a nuestros aposentos en el barrio de Schöneberg, allí donde vivía la Dietrich (quellen glamurenssen!), y de allí directo a uno de los highlights de este viaje. Que parece que los argentinos están decididos a repetir la hazaña alemana de intentar conquistar el planeta, y además de que se los ve por todos lados por esta ciudad (que escuchamos mucho "shó", "vos" y "ashá", se ve que con el cepo cambiario ahora sale a cuenta usar la tarjeta de crédito en el exterior), nos regalaron una super-cena en el fabuloso restaurante & Weinbar WeinGut, donde tuvo lugar el tercer festejo por el cincuentenario de Don. A último momento Lamerque anunció que estaba indispuesta, y que no iba a poder asistir. Ella se lo perdió, que el lugar es super-agradable, la comida buenísima y el staff de maravillas. Por lejos, la mejor bienvenida y la mejor comida que degustamos en esta ciudad: que sopa de setas con morcilla, que cassoulé de cordero, que pescado local fresquisimo. Cada plato con el perfecto maridaje de vino, y los postres... una maravilla. Todavía seguimos extasiados por la experiencia...

A la mañana siguiente comenzó nuestro periplo turístico, que después de la super-cena lo único que pudimos hacer fue arrastrarnos semiborrachos hasta nuestro dormitorio a dormir la mona. Como que estaba un poco lluvioso, decidimos hacer un poco de museos, y nada mejor que esta ciudad para eso que hay más de 170 museos aquí! Decidimos enfilar a los que dicen los expertos que son los más importantes: primero nos dirigimos hacia el Museumsinsel, la isla donde están todos los museos buenos. Comenzamos con el Pergamonmuseum, que cuando estuvimos en Pérgamo hace un par de años solo vimos tierra pelada y nos dijeron que los restos estaban aquí. Pues era verdad, que aquí había hasta un teatro completo traído desde allí. También se pueden apreciar otras cosas como un pedazo MUY grande e impresionante de la puerta de Babilonia, y un museo de arte islámico que también es digno de ver.

Un poco atontados salimos de ese museo, que es enorme, degustamos un sabroso lunch por ahi cerca (qué buena la sopa de goulash que aparece en todos los menus de la ciudad! Y los bratwursts! Y el pastel de morcilla!...), y nos concentramos en el museo siguiente: el Neusmuseum, que tiene por joya principal un rostro de una tal Nefertiti que parece que vivió en Egipto hace mucho tiempo, y había en el museo un busto de su rostro, jovial y vital como si recien hubiera regresado de hacer compras en el Lidl (que obviamente vimos muchos por aquí). También hay mucho de tumbas egipcias, cosas griegas y romanas. Enorme el museo, e impresionantemente barato todo, que por 14 euros uno puede visitar 5 museos incluyendo estos dos.

Después de haber pasado todo el día museando, nos relajamos un poco tomando mate en Alexanderplatz, y desde allí fuimos paseando hasta unas estatuas de Marx y Engel, obviamente en el lado este de la ciudad. Don quería tener su recuerdo al lado de estos dos grandes. Y las estatuas eran realmente grandes...

De regreso a nuestro barrio, nos tocó cenar en "More" donde la comida era razonablemente buena, aunque esta vez ya nos tocó pagar a nosotros así que cenamos con moderación.

Al día siguiente ya había salido el sol y se estaba muy bien de temperatura. Así que decidimos alquilar unas bicis y recorrer la ciudad. Es interesante lo barato que es todo en Berlin respecto de otras grandes ciudades europeas, que aquí alquilar una bici por 2 días te sale 15 euros, el transporte público también es barato, la comida, los espectáculos,... Y todo gracias a Lamerque, que gobierna este país con cartera de acero y austeridad.

Nuestro circuito pedalístico comenzó con una visita al Winterfeldtmarkt, uno de esos mercados callejeros donde se ve desde fruta y verdura local hasta productos más elaborados, casi todo artesanal. Allí degustamos algunas comidas típicas muy interesantes, que debemos confesar que no tenemos ni idea de qué ingredientes tenían, pero estaban buenas. Del mercadillo enfilamos para el Landwehrkanal, y fuimos en paralelo al agua hasta llegar al río Spree, donde está la East Side Gallery, la porción de restos de muro de Berlín más larga que se conserva.

Y Carlos que ya se había preparado la chador y una listita con todas sus reclamaciones, por suerte alguien le avisó justo antes que se largara a llorar como una madalena que éste no era el muro de los lamentos, sino el de Berlín, erigido por la bruja mala del Este para impedir que Dorothy y sus amigos siguieran por el camino amarillo; y que necesitó del discurso de varios presidentes norteamericanos para conseguir romper con el hechizo y lograr su caída definitiva. Desde el ""I did not have sexual relations with that woman, Miss Monroe." pronunciado por JFK, hasta que finalmente fueron Ron and Reagan los que pegaron un par de gritos y las murallas estas cayeron como las de Jericó (Josué 5:13-6:27) al ritmo de esa canción de los Enanitos Verdes.

Pues eso, que estabamos delante del mismísimo muro de Berlin. Llamaba la atención que la pared no fuera tan grueso, aunque la explicación es que no había un solo muro sino dos, y en el medio toda una zona llena de minas, alambres, clavos, electricidad,... y varios fusiles apuntandote seguramente.

Quedan pocos lugares con muro en esta ciudad, aunque hay una especie de línea de ladrillos pintados en el piso que va siguiendo la construcción original, y a lo largo de todo el trayecto hay paradas con carteles e indicaciones de cómo era la vida en la Berlín dividida de los 60-70-80. Nosotros seguimos por un rato el circuito del muro (que tampoco es plan hacerlo completo, que el muro original tenía más de 140 km de longitud, aunque hay tours en bici para aquellos fanáticos que quieran hacer la peregrinación circular), llegamos hasta el famoso Checkpoint Charly donde Don tuvo que presenciar impávido al espectáculo de ver unos alemanes disfrazados de soldados norteamericanos que se sacaban fotos con las chicas que pasaban por allí. Hemos de decir que en este viaje Don ha demostrado un manejo eficiente y razonable del alemán, algo que para Carlos era totalmente imposible, el solo hecho de intentar recordar el nombre de una calle por dos minutos ya era toda una proeza. Seguro que Mr. Koleman tiene ancestros por aquí, al menos la gente se dirigía a él en el idioma local...

Al día siguiente volvimos a pillar bicis que había sol y la temperatura estaba fabulosa. Enfilamos hacia la zona del parque zoológico, y llegamos hasta el mundialmente conocido Siegessäule, donde se solía celebrar el Love Parade, y una pena no haber llegado a ver nunca un Love Parade, que seguro lo hubiéramos disfrutado mucho, y que Carlos todavía recuerda con nostalgia que uno de los motivos por el cual se vino a vivir a Europa era tener cerca el Love Parade y mira que Lamerque se cargó con la fiesta, porque seguro que fue ella. Así que hicimos nuestro minuto de silencio en honor de la ya difunta fiesta, luego circulamos con nuestras bicis al monumento cilíndrico, para después enfilar hacia la Puerta de Brandenburgo, que estaba llena de turistas como era de esperarse. Así que volvimos a montar las bicis y esta vez nos dirigimos a nuestra visita guiada al Reichstag, el parlamento alemán. Ya habíamos sido informados de que tampoco Lamerqué iba a estar allí para atendernos porque era el día del señor y ella -como buen señor- descansa en esos días. Igual, hicimos la visita guíada (¡gratuita!) que te lleva a la nueva parte del edificio, esa que diseñó Lord Norman Foster y desde la cual hay unas vistas panorámicas de Berlín que son de supernivel.

Luego de una suculenta sopa de goulash y unas salchicas berlinesas de esas con las que puedes alimentar todo un regimiento, volvimos a subirnos a las bicis para dirigirnos esta vez a la Gedenkstatte Berline Mauer, un memorial que hay sobre otra parte del muro de Berlin, al norte del centro de la ciudad. Allí, un par de documentales confirmaban la veracidad de todas las historias truculentas que la madre de Carlos le contaba antes de dormir cuando éste tenía 3 años, sobre la gente que intentaba cruzar el muro y cómo acababan los pobres. Mira que hay gente mala en el mundo, pero por suerte los buenos triunfaron y ahora todo es paz y algarabía en esta ciudad. Interesantemente, aquí el muro pasaba por el medio de un cementerio y ya os podeis imaginar lo bien que sentaba que tus difuntos se quedaran del otro lado de la ciudad y no pudieras ir a echarles flores. Igual, eso no fue lo peorcito de toda esta historia así que mejor dejemosla aquí. Hay que destacar que hoy por hoy es casi imposible distinguir el este del oeste en esta ciudad, está todo como muy bien distribuido; y si no fuera por los (pocos) mapas que hay allí enfatizando la división, nadie se daría cuenta ya que hubo una división en este lugar.

Acabado nuestro paseo por el muro-cementerio, fuimos a visitar el Deutsches Technikmuseum, donde uno se queda con la boca abierta viendo toda la tecnología que los alemanes fueron y son capaces de producir: desde globos aerostáticos hasta trenes de alta velocidad, pasando por aviones, coches, joyas, maletas, cocinas. Realmente los alemanes son de admirar (y temer), que cuando se lo proponen, consiguen cosas espectaculares.

Ya regresados a nuestro hotel, nos preparamos para salir por la noche. Que en general no hablamos mucho en este blog de nuestras escapadas nocturnas durante nuestros viajes. No porque éstas no existan, sino porque se supone que las historias de este blog son aptas para todo público, y pretendemos que continúen así. Pero es que Berlín también es famosa por su ambiente liberal y su gran vida nocturna, y parte de nuestra agenda consistía en explorarla. Así que nos aventuraremos a contar algo de lo que vimos. Que nosotros estábamos alojados en el Schöneberg, el barrio de chicos guapos y alegres, donde seguro que Lamerque no va muy a menudo (aunque vimos a vari@s que se le parecían paseando por aquí). Y realmente es muy interesante ver cómo se respira esa liberalidad en todo momento en el barrio, desde tiendas de productos de lo más insólitos hasta bares y clubes de todo tipo (leather, bear, topless, bottomles, todoless...) para el caballero y el Caballero. Aunque nuestra mejor incursión nocturna no ocurrió en esta zona sino en un edificio soviético feo en Berlín Este, adonde fuimos al GMF teadance party del domingo. Que todavía no sabemos qué significa GMF ("God is my friend"? "Guten Morgen Fraulein"?) Uno llegaba al edificio y ya en la puerta de entrada te cobraban el acceso y después te enviaban a unos ascensores donde un par de seguratas te llevaban... al piso 12 o al piso 15. En el 12 había una pista de hip-hop, y en el 15 estaba la pista techno. Desconocemos qué había en todos los otros pisos, y esperamos que los vecinos hayan podido dormir esa noche porque cuando nos fuimos a eso de las 3 de la mañana todo el mundo estaba zapateando de lo lindo en ambos niveles. Del último piso se podía subir uno a una terraza desde donde se tenían vistas espectacular de la Berlín Nocturna. Si se enterara Gorbachov de cómo se usan estos edificios ahora, seguro desharía toda la Perestroika y volveríamos a foja cero. Eso sí, no queremos ni imaginarnos cómo será tener que hacer una evacuación de emergencia en este lugar...

Nuestro último día en Berlín comenzó devolviendo las bicis que por un par de días estuvo bien, pero el coxis pedía ya otra cosa. Fuimos en metro hasta el centro, y visitamos la Neue Synagoge que fue reconstrida hace relativamente poco tiempo y ahora hay un museo allí. Pasado un lunch apetitoso y bastante barato en el centro de la ciudad, decidimos hacer la excursión de 3 horas en barco por Berlín, que aunque sea de no creer, Berlín tiene más puentes que Venecia misma, alguien tuvo que haberle dicho eso a Madonna así venía aquí a hacer su video Like aVirginssen, aunque la gran mayoría de los puentes que estaban sobre los canales eran muy bajos, así que la pobre chica habría acabado decapitada aquí, y es bien sabido que por más mal que cante, una diva algo de cabeza ha de tener.

El paseo en barco por la ciudad es altamente recomendable... en un día apropiado, claro. Que aquí puede hacer un calor tremendo que te morirías de un infarto 5 segundos después de subido al bote, o un frío polar de esos que te momifican al instante. Nosotros por suerte tuvimos buen tiempo, con sol pero como a 20 grados, así que fue muy agradable todo el circuito. Uno se sienta, se relaja... y ahí tienes Berlín desplegándose majestuosamente a tu derecha y a tu izquierda. Llena de parques esta ciudad, que hay mucho verde por todos lados.

El paseo acabó en Charlottensburg, una zona situada ya en las afueras de la ciudad, que parece que era el lugar donde el jet set de Berlín Oeste venía a chetear cuando el muro no les dejaba pasar del otro lado. Aquí hay un castillo tipo Versalles, y por su alrededor estuvimos un rato paseando por sus patios y jardines, disfrutando del atardecer. Ya en puestos a regresar a nuestro barrio, hicimos una parada en Café Einstein para degustar un par de tragos exóticos en sus lujosas habitaciones. De allí al hotel, a cena de despedida que ya era nuestra última noche de este viaje a Berlín. Porque habrán otros, que quedan todavía unos 168 museos más por visitar, y tea dances & parties (!?) por disfrutar. Antes de subir al Lufthansa que nos traería de regreso nos pareció ver a lo lejos a Lamerque saludándonos con la mano y balbuceando "saludos a herr Mar i Anno, que recuerde que tengo que visitarlo pronto...pa' poner la casa en orden".

Así que disfrutemos de las fotos y de las horas que siguen, y será hasta la nächste station. Muy pronto, que ya están sonando las campanades de boda.