jueves, 1 de octubre de 2015

Primavera en Argentina (Sep 2015)

 Huija che!
Con esta práctica peligrosamente inductiva de venir siempre al sur alrededor de finales de diciembre, a Don ya se le había formado un mapa mental de la Argentina como una tierra exotica y extraña de habitantes salvajes que se dedican frenéticamente a vaciar supermercados para luego comer y beber como descosidos abrazados al acondicionador de aire mientras afuera el termómetro explota explota me explo.
Así que hubo que tomar cartas en el asunto y arreglar una visita durante la primavera para salir del círculo vicioso.

Setiembre fue el mes elegido, y la primer mañana de este mes -que fue una jornada de frío invernal- tuvo como protagonistas en el aeropuerto de Ezeiza a Carlos que arribaba temprano desde una Barcelona increiblemente caliente, y Don que cayó tarde por la noche desde una México DF consabidamente picante. El cambio del clima + el jet lag + todos esos factores de riesgo que traen estos viajes hizo que celebraran el encuentro con un resfrío conjunto, pero ya estábamos allí. Buenos Aires era nuestra, o al menos parte de ella porque creo que la zona sur nunca la pisamos aunque suponemos que a nadie le extrañará este hecho.

Carlos decidió que además podría ser una buena idea volver a experimentar cómo era eso de vivir en Buenos Aires que ya se le había olvidado después de tanto tiempo. Aunque igual tuvo que aprender de nuevo ya que la ciudad cambió muchísimo, también la gente, los museos, las costumbres, los próceres, cómo habla la gente por la calle...
Por suerte uno tiene amigos no revolucionarios que siempre te regalan un buen asado, el de siempre, el que está MUY bueno, y vienen otros a hacerte compañía que el asado es como el mate, prepararlo y comerlo solo no tiene gracia. Y luego obviamente vienen las cenas con amigos, en las casas, en los restaurantes, que milanesas, que pasta, que Tegui, que La Cabrera,... el reencuentro con la balanza será de terror, pero quién te quita lo bailado...


En algún momento de la visita hubo que tomar la nacionalísima compañía aérea y subir hasta  a visitar a la familia. Obviamente a uno se le van cayendo los pelos pero los de zonzo ninguno, así que hicimos coincidir nuestra visita con cumpleaños familiares varios, y de vuelta a comer: que arroz con pollo, que asado, que ravioles, que chipá, que pastelitos... Don preguntó en algún momento "dónde estaba la verdura?" y creo que le contestaron que si no presentaba una prescripción médica, en el mercado local ni se la iban a mostrar...

Pasados unos días en Corrientes donde pudimos experimentar un poco del calorcito que suele azotar a esta zona cuando se le da la gana, y mates/cerveza por la tarde/noche en la costanera y piraguas en el Riachuelo, y más encuentros con amigos, y largas colas para cruzar el puente  interprovincial, y más cenas de esas que se usan para celebrar algo,... en algún momento tuvimos que dar por finalizada la visita y comenzamos a descender.

Esta vez elegimos (mas bien el destino eligió) continuar bordeando el río Paraná, y detenernos a mitad de camino entre Corrientes y Buenos Aires, en la ciudad de Santa Fe. Que aquí los lapachos estaban en su punto justo, convertidos en un tremendo florero de colores intensos que te dejan con la boca abierta.
Y si bien el río que bordea esta ciudad es el mismo que el de más arriba, los pescados en oferta para ser consumidos frescos y al instante abundan: surubí, pacú, boga, dorado... Casi-casi que nos faltaron días para acabar de degustar cada uno de estos ejemplares en sus presentaciones diversas.
Una delicia. Santa Fe también es famosa por sus alfajores, y no vamos a hacer aquí publicidad de una marca determinada, pero casi-casi que le ganó por goleada a todas las otras así que damos por hecho que es "la" marca de la zona, aunque todavía está en duda (para algunos) si se lleva el cetro nacional o no. Ya seguramente estarán discutiendo sobre ese tema en otros blogs de la estratósfera virtual.

De regreso nuevamente a la (zona norta de la) ciudad capital, munidos de alfajores, quesos, salames y escabeches varios, nos tocó recibir la visita de Ana que nos dio más excusas para ir a conocer museos y espacios culturales nuevos, y revisitar otros que habían cambiado totalmente.
También para disfrutar de la oferta artística de esta ciudad, que realmente impresiona todo lo que hay para ver y entretenerse. Y nuevamente acompañados por amigos de esos que aquí en esta  parte del planeta abundan, nos fuimos a conocer Tecnópolis, que siempre que pasábamos por aquí en diciembre la encontrábamos cerrada. También tuvimos una meticulosa visita al Museo Nacional de Bellas Artes -que en esta ocasión nos quedaba a la vuelta de casa- donde nos pudimos perder por más de 2 horas entre sus fabulosas galerías. Otros lugares descubiertos en esta visita: el Museo de Eva Perón y el MALBA donde pudimos ver "la parte de arriba del Obelisco" que en estos días anda decapitado en su lugar de siempre.

Acercándose el final de nuestra estancia por las Pampas nos tocó celebrar nuestros 7 años de casados, y nada mejor que hacerlo en la mejor parrilla de Latinoamerica según la guía Don (y que no sale tan cara como en otros restaurantes de esos que aparecen en las guías), y tuvimos que contratar nuevamente amigos porque esto de comer asado y celebrar aniversarios se ha de hacer con amigos; y que vivan la carne, el malbec y los novios (quizás en ese orden)!

La mañana siguiente, aprovechando que Don dormía la mona y que el día estaba bueno, Carlos volvió a subirse a la aerolínea de bandera porque después de casi un mes de no ver una sola elevación, quería recordar como era eso de las sierras. Y así fue que se pasó una jornada estupenda en Córdoba city visitando el lugar adonde siempre suele ir cada vez que le toca pasar por allí, reencontrandose con amigos y colegas, y pasándosela muy bien como siempre le ocurre cuando le toca estar por estos pagos. Regresó en el último vuelo de la noche, justo para cuando Don se estaba despertando aunque éste afirma que ya había estado haciendo cosas desde antes.

Luego nos cayó el 29, que habia que comer ñoquis, cualquier argentino lo sabe. Así que de vuelta hubo que contratar amigos, conseguir la pasta que por suerte eso en este país no es un problema. Don comme d'habitude preparó su fabulosa salsa de tomates que iría bien hasta con los alfajores santafesinos. Y nueva reunión de amigos, y charla hasta altas horas, y malbec, y helados con dulce de leche, y luego todos yendonos a casa sintiéndonos culpables del colesterol y las calorías ganadas por unos 5 minutos que después ya se nos pasa, la culpa, lo otro te queda en el cuerpo por el resto de tu vida.

Y ya en el último día de setiembre en Argentina, nuestro último día en este país, nos tocó encontrarnos con más amigos, así que de vuelta hubo que comer para celebrar. Atacamos unas milanesas en el club homónimo al mediodía, y de allí salimos corriendo para que nos vuelvan a llevar a Tecnópolis, que por un choripán y una coca cola nos hicieron sentar en las gradas de la nave de ciencias para aplaudir el lanzamiento de un satélite mientras transmitían por la tele en directo (el satélite en el espacio y nuestros aplausos).
Y Carlos enseñándole a Don que la "V" esa que uno hace con los dedos índices y anular aquí en el sur tiene un significado un poco distinto que la que él probablemente haya aprendido en el norte, pero igual sobrevivimos al evento, y nos escapamos en algún momento para subirnos a un taxi que nos hizo recoger todas nuestras cosas y partir para Ezeiza, que se nos escapaba el avión de regreso a Barcelona.
Y mira tú que hay gente zonza que es todavía es capaz de derramar lágrimas cuando el avión despega, pero es que tanta comida como la que fuimos capaces de metabolizar en estos últimos 30 días dudo que tengamos oportunidad de hacerlo en el futuro mediato o inmediato. También están los amigos, claro. Ahora, a disfrutar de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret. Al Gran Pueblo Argentino, Salud!