domingo, 11 de diciembre de 2011

Sofia... Reina (Diciembre 2011)

Hillary está que trina, que Vladimir anda diciendo por allí que es una metiche y una mentirosa, y si hay ALGO que le arruina el desayuno a esta chica es justamente eso, que le digan metiche y mentirosa. En realidad, si lo mismo hubiera dicho Angela o la otra que llora delante de las cámaras, se lo habría tomado mejor, pero que el comentario viniera de un hombre que (y esto es casi-secreto de estado así que negaremos haberlo escrito hasta el hartazgo) cada vez que habla con ella le mira por debajo de los ojos... en fin, que para mostrarle a los rusos que así porque si no se dicen las cosas se ordenó a todos los que trabajan en "el servicio" que nos acerquemos a los Urales tanto como nos deje el presupuesto... Y por un poco más de 100 euros Wizz Air te lleva hasta Sofía (y te trae, claro), la capital de Bulgaria, arriba de Grecia y bordeando el Mar Negro; así que hacia allá fuimos (por el mismo precio pudimos haber llegado -con la misma compañía aérea- hasta Bucarest pero era un vuelo de 2 a 5 de la mañana y por suerte en los esteits no hay ni dios ni patria ni él que te lo demanden, así que elegimos Sofía).

Dicen que Wizz Air es como la Ryan Air de Europa del este, y algo de verdad hay en esto, que aquí también te toca ir a que te revisen los documentos antes de entrar a la zona de embarque si no eres ciudadano de ComDesunidad Europea (léase "Don"), pero a diferencia de Ryan Air, aquí la chica en el mostrador te mira el pasaporte, y unos segundos después te dice "está bien, puedes ir a la zona de embarque tranquilo", y de paso le advirtió a Carlos que con esa mochila tan grande no le iban a dejar subir al avión.

Por suerte Don es ingeniero que en dos minutos haciendo una redistribución de ropas y artículos inútiles varios consiguió compactar el equipaje de Carlos al tamaño "mochila de adolescente japonesa" y ambos pudieron subir al avión en tiempo y forma sin tener que pagar ninguna de las excesivas tasas que te cobran estas compañías por descuidarte; y 2 horas 40 minutos más tarde ya estábamos en Sofía, la capital de Bulgaria, en el límite de la Unión Europea. Bulgaria no tiene el euro, sino una moneda que se llama "Lev" que quiere decir "León" y hay (estatuas de) leones por todos lados, que parece que es como una de las señales identitarias de este país. De todos modos, el lev está "fijado" al euro así que los pobres también bailan al compás de los mercados como sus vecinos...

Como que estamos en invierno en el hemisferio norte, y si bien Sofia está más o menos a la misma latitud que Barcelona, el clima es más bien continental allí, y hacía MUCHO frío. Nuestro primer día allí nos recibió con la primer nevada de la temporada, que por suerte la sobrevivimos junto con nuestros amigos del free tour Sofia, que es la mejor bienvenida que te puede dar una ciudad donde todo está escrito en cirílico (esta escritura es de origen búlgaro, como el yogur, que conste en actas) y poca gente habla otro idioma que búlgaro, así que se agradece que haya alguien local hablando en inglés y mostrándote la ciudad bajo una tormenta de nieve. Así que nos pasamos toda la mañana entre caminando y patinando por el centro de Sofía que tiene templos de todo tipo y color: católicos, ortodoxos, mezquitas, sinagogas,... y todo en un radio muy pequeño de espacio.

Al finalizar el tour fuimos con la guía a nuestra primera degustación de comida local, que consistió en sopa de tripa (para Carlos) y otros platos interesantes, todo regado con Rakia caliente con miel, que allí esta bebida se consume como digestivo, y que ya el olor te puede quemar los pelos de la nariz, así que hay que ir de a poquito, casi diríamos que hay que regar la bebida con bastante comida (!)

Pasado el momento gástrico y el temporal de nieve, nos dirigimos al museo de arqueología, que a Don le va (y mucho) ese rollo. Que parece que los antepasados de los búlgaros eran los tracios, que eran super-guerreros y que no te convenía encontrarte con ellos que nunca estaban de buen humor. Y en este museo se encuentran restos de sus tumbas, encontradas en excavaciones varias. También hay cosas de los eslavos que vinieron después, los romanos, los bizantinos, los turcos,... digamos que hay material para pasar la tarde allí.

De noche fuimos a cenar a un lugar recomendado por otros españoles que habíamos conocido en el free tour, y que estaba bastante bien. Los precios en Bulgaria son bastante baratos, y nos imaginamos que en el interior del país deben de serlo más todavía. Y la comida tiene mucha carne de cerdo (según la guía es para diferenciarse de sus vecinos turcos), mucho guiso, y todo servido en unos platos y vasos de cerámica muy colorida que también es bastante búlgaro y que obviamente nos hemos traído algo de eso en nuestro carry on de regreso a casa.

Al día siguiente salió el sol así que aprovechamos para visitar templos, mezquitas y museos. Fuimos primero a una sinagoga enorme que estaba ubicada cerca de nuestro alojamiento (¡10 puntos el Danish Hostel!), que parece que en Sofía en algún momento de la historia vivió la comunidad sefardí más grande del planeta, y que ahora muchos se fueron a vivir a Israel así que el templo está casi vacío y allí funciona un museo.

De allí fuimos a visitar iglesias ortodoxas varias. Y aquí hay que decir que a Carlos le gusta visitar iglesias en los países que están del otro lado de la cortina de hierro para ver los frutos de tantas noches de oración allá lejos en su infancia -acompañado por su fervorosa madre- donde pedían por el fin de la persecución religiosa en estos países. Por eso siempre se lo encuentra en las puertas de templos varios sonriendo benevolamente a cuanto visitante pase, con cara de "gracias a mi hoy podeis pisar este lugar". Nunca una mejor inversión esos rezos, quizás la única inversión que le salió bien porque a como va la eurosaga, quizás el año que viene lo tendremos nuevamente en las puertas de estas iglesias, pero con un jarro en la mano y pidiendo limosna.

A lo que íbamos, que fuimos a varias iglesias ortodoxas, varias de ellas con mucha historia adentro, y también muy negras de tanta vela e incienso encendidos a lo largo del tiempo.

Luego de una pausa-almuerzo para atacar nuevamente potajes varios, enfilamos para la "Borisova Granadina", donde hay un gran monumento a los soviéticos que no tiene nada de homenaje a los recientes años de yugo comunista, sino a noseque guerra que ocurrió hace casi 2 siglos donde los rusos liberaron a Bulgaria del yugo turco. Como en todo lugar post-cortina de hierro, habían aquí varios monumentos comunistas pero fueron todos demolidos rápidamente después de la Perestroika. Y si a uno le parece que es una pena que habría que conservar esas cosas también, os hemos de decir que el único general ruso que conserva su estatua escondida en una plaza, lo encontramos junto a un altoparlante donde pasaban canciones de Lady Gaga creemos que en inglés (porque esta chica canta en varios idiomas, que lo sepáis), que hasta nos daba pena el pobre señor ruso allí, condenado en ese pedestal.

Cruzando el parque, uno se encuentra con el Museo Nacional Militar, donde por el módico precio de 10 levs te puedes pasar la tarde aburriéndote mirando trajes militares, fusiles, medallas, historias de batallas y demás... Interesantemente el museo está custodiado por mujeres, que se ve que eso de permitir que ambos sexos puedan acceder al ejército les vino de perlas a la milicia búlgara para endilgarles a las chicas este trabajo. Como que encima no nos dimos cuenta y pagamos el precio "premium", resulta que eso nos daba acceso a un piso más de los cuatro que ya veníamos aburriéndonos de tanto fusil, ropa y medalla. Al menos en el patio habían tanques, aviones y misiles que daban miedo. De regreso al hostel, ya entrada la noche, nos encontramos con una de esas típicas ferias navideñas de países del norte donde la gente va y hace de cuenta que se lo pasa bien mientras hace un frío infernal alrededor. Por suerte nuestra navidad no será así, al menos este año...

Al día siguiente decidimos que ya era hora de salir un poco de la gran ciudad, y nos dirigimos hacia "Boyana", un suburbio donde habitaba la clase alta comunista en la Bulgaria pre-Perestroika. Allí está el museo de historia nacional en un edificio-palacio de estilo comunista que impresiona. También eran todas mujeres las cuidadoras de este museo, que no sabemos si depende de los militares o no. Impresiona la cantidad de oro que tenían los tracios...

De allí fuimos a visitar una iglesia ortodoxa del siglo XI que es patrimonio de la UNESCO, y que estaba a 2 km. del lugar. Como que el taxi ya nos salió bastante más caro que lo previsto (y eso que Don portaba GPS así que podemos afirmar con seguridad que el taxista nos paseó por allí), decidimos continuar el camino en bus. Pero olvidamos la super-gran-regla que nos diferencia a nosotros -pobres mortales- de los búlgaros, que es que cuando ellos quieren decir "no" mueven la cabeza de arriba hacia abajo, y viceversa: cuando quieren decir "si" la mueven de derecha a izquierda. Así fue que cuando subimos al bus que NO iba a la iglesia, que el conductor nos indicó muy bien con el gesto búlgaro apropiado, nos quedamos muy tranquilos allí, y el paseo que el taxista no nos proporcionó por el gran Sofia lo hicimos en bondi. Finalmente, a fuerza de preguntar por derecha e izquierda, llegamos a la dichosa iglesia y disfrutamos de los 10 minutos que te dejan estar adentro para ver frescos de santos y esas cosas que se ven en las iglesias.

Ya emprendiendo el regreso a la gran ciudad, conseguimos el gran logro de comer en una taberna donde todo estaba en búlgaro y no tenías ni idea de lo que pedías ni de lo que pagabas, que por suerte no era mucho. Lamentablemente no podemos reportar qué fue lo que comimos porque no lo sabemos, pero aquí estamos para contarlo y eso es lo que vale.

Esa noche nos dimos como cena final de despedida el gran festín, fuimos al restaurante recomendado por la Lonely Planet donde le dimos a la carne local (kebab de jabalí!) y al vino búlgaro que también es muy bueno y abundante, pero que como no nos iban a dejar traer ninguna botella en la mochila de adolescente japonesa estos de Wizz Air, pues no fuimos mucho en esa dirección. Definitivamente para disfrutar de la comida en este país hay que ir en invierno, que nos da la impresión de que en el verano agregan algunas sopas frías al menu pero los potajes siguen siendo los mismos.

Al día siguiente fuimos al mercadillo, que Don siempre tiene que ir a aprovisionarse a uno de ellos. Y mientras Carlos ya saboreaba la frustración de Don que aquí no había manera de regatear, porque la mayoría de los vendedores no hablaba ni jota de inglés, y encima cuando querías decir que NO querías una bolsa para envolver el sweater que te acababas de comprar, por error movías la cabeza en la dirección incorrecta y te encajaban la bolsa de plástico! En fin, al final Don consiguió -usando el famoso truco de "dejo la cantidad de dinero que quiero pagar en la billetera y ni un lev más"-
pagar 22 por 25 mientras Carlos miraba a los yayos jugar al ajedrez en mangas de camisa bajo un frío que congelaba los huesos.

De allí fuimos nuevamente a comer algo más o menos rápido que nuestro vuelo partía a las 4 de la tarde, y al parecer debía de haber caos y congestión en SOF, pero todo ocurrió con mucha tranquilidad. Nuevamente verificaron la documentación de Don y le dijeron que estaba bien, nos dejaron subir al avión con nuestro super-compacto equipaje de mano y ahora estamos en casa pensando en si vale la pena comenzar una dieta dado que ya tenemos las fiestas tan cerca...

Y en llegando a este rincón toca decir nuevamente que se acabaron nuestras aventuras por lo que va del año, que el fin de año nos encontrará nuevamente viajando por allí porque... en el 2012 se acaba el mundo!

Pasad unas bonitas fiestas, bebed con moderación, y ya nos veremos por aquí, por allá, en algún arret