lunes, 9 de noviembre de 2015

La Bella Napoli (Nov 2015)




Cia’ stronzi!

Vueling vino a sacudirnos un poco la modorra otoñal esa que hace que los fines de semana te dediques a ver la lluvia y el frío desde la ventana de tu casa con ganas de hacer nada. Así que decidimos hacer Barcelona - Nápoles non stop de fin de semana larga para ir a comprobar con nuestros propios ojos que todo lo que se dice por ahí del sur de Italia es cierto.

Muy extraño lo de Vueling, que ahora parece que ya te dejan fumar arriba del avión porque ya no está el simbolito ese para que no fumes, y sin embargo lo que tienen ahora que se enciende y que se apaga es un simbolito de que no uses tus dispositivos electrónicos portátiles. También te anuncian que en las maniobras de despegue y aterrizaje pongas en posición recta el asiento, información totalmente inútil ya que éstos no se reclinan pero se ve que el personal de a bordo todavía no lo sabe. Ya se espabilarán.

Y así fue que llegamos a la ciudad azzurra en la siesta del viernes. De allí directo al hotel que estaba en pleno corazón de la ciudad, en la Piazza Garibaldi, y ya puestos en formato turisti, salimos a conocer el centro histórico. La ciudad es un poco lo que se dice por ahí que es. Mucho edificio bastante venido a menos, mucha ropa secándose por las terrazas, y lugares por donde uno se lo pensaría dos veces antes de mandarse solito por allí luego de oscurecer.
Nosotros enfilamos hacia el Duomo donde pudimos apreciar lo de siempre en temas religiosos que aquí hay mucho, y el highlight de la cripta de San Gennaro  que lamentablemente no estaba en temporada de  licuado de sangre así que solo pudimos ver unos huesos y poca cosa más.
De alí nos dirigimos al Museo Archeologico nazionale como para preparar nuestra visita a esos sitios arqueológicos que están por ahí cerca, ciudades que fueron sepultadas por la lava cuyas ruinas están allí todavía como testigos de que el  Vesuvio recortado unos kilómetros más atrás -que parece un koala hibernando- puede llegar a ser mucho más que eso.

Después de varias horas en el susodicho museo donde hay habitaciones y habitaciones y habitaciones con artefactos de lo más variopinto que encontraron por esas ruinas (incluyendo la famosa "habitación secreta" con temas eróticos que es una joya en sí misma), nos fuimos a tomar una birra a la  Via Tribunali mientras aguardábamos que la trattoria recomendada abriera e hiciera quedar el listón de la cucina italiana bien alto, como corresponde.
Que no hay secretos en este rubro, chicas. Aquí se cocina con productos frescos y de la zona. Y todo resulta molto bono gracias a eso. Que el antipasti,  la pasta, y el pescado fresco (porque estamos sobre el Mediterráneo) son una exquisitez, y las porciones son correctas así que no sales como rodando de la mesa.
Y te sale muy barato comer por aquí, incluso si vas a un lugar de esos de mantel y servilleta de trapo, sale bastante bien de precio así que a echarle el ojo a la región ésta porque en el rollo gastronomía viene muy bien.

Y hablando de gastronomía, Napoles es EL lugar para la pizza, que es un producto típicamente italiano pero aquí alcanza la perfección. Las variedades clásicas nacieron aquí: Margarita y Marinara por ejemplo. Se hacen con pocos ingredientes, y son deliciosas. Se consiguen en casi cualquier lugar, pero obviamente hay unos que son vox populi que lo notas rápidamente cuando ves un tumulto de gente alrededor del mostrador.
No esperes encontrar colas aquí o que la gente conserve el espacio que Miss Manners recomienda que hay que dejar para que la otra persona no se sienta invadida. Que esto es el sur de Italia y los hombres se dan dos besos cuando se encuentran por la calle. Tampoco esperes alguna regla lógica para atravesar la calle cuando te toque hacerlo porque no la hay y te vas a convertir en uno de esos esqueletos que pululan por las ciudades excavadas estas esperando tu turno si vacilas un poco. Nápoles no llega a ser Marruecos o Medio Oriente en lo que se refiere al caos, pero tiene una especie de "primera aproximación" hacia ese lugar.
Un argentino encontrará curioso ver en varios lugares la bandera esa celeste y blanca, que se ve que además de la Madonna di Napoli siempre hay algún jugador de fútbol de ese país a quien rendir culto. En este momento está en el podio un tal Gonzalo que se ve que le da alegría a la gente de aquí que su foto anda por todos lados y la gente comenta sus hazañas en ese dialecto extraño con el que ellos se comunican entre sí que parece como si estuvieran gritándose todo el tiempo.


Y continuando con los estereotipos, la mañana siguiente, luego de tomar un fabuloso café como solo en esta parte del planeta saben hacer (acompañado por alguna de esas bombas de azúcar, grasa y colesterol que están todo el tiempo tentándote desde las vitrinas de las panaderías que abundan por el lugar), a Carlos no se le ocurrió mejor idea que salir corriendo detrás de los que le robaron su billetera y teléfono celular -que ya te lo advierten las guías varias que esto pasa bastante por aquí- sin éxito.
Así que la actividad matinal se transformó en ir al destacamento policial de turno a hacer la denuncia, en una especie de situación kafkiana donde dos ciudadanos del mismo país tuvieron que comunicarse con google translate. Es que hay tantos dialectos en Italia (!)

Acabado el trámite de turno y sintiendo que habíamos perdido algunos papeles y electrónicos pero que habíamos hecho un nuevo amigo -el señor oficial de policía- nos fuimos a darle a la pizza con abundante mozzarella di buffala, la pasta y un poco de pescado para olvidar las penas. Luego enfilamos hacia la playa, que el Golfo de Nápoles es digno de ver y disfrutar.
Caminando por la costa llegamos hasta el Castell de ll'Ovo  que todavía estaba abierto pese a lo tarde que era (en realidad, aquí oscurece a las 5 de la tarde en noviembre) así que pudimos disfrutar de unas buenas vistas de toda la zona y con el Vesuvio siempre omniprescente allí en el fondo. Acabamos cenando pizza Margarita en el lugar donde dice un cartel que allí nació la pizza Margarita, y luego fuimos a rematar la noche junto con el 95% de la población joven de ese lugar por los bares y espacios abiertos que estaban a reventar. Es que aún promediando el otoño la temperatura es muy benigna en estos lugares. De día se puede estar en manga de camisa, y por la noche con una rebequita  ya te alcanza para paliar la fresca.

La mañana siguiente nos encontró nuevamente intentando hacer lo que habíamos querido hacer el día anterior cuando repentinamente cambiamos de plan para ir a conocer el cuartel de la policía. Pillamos el tren circumvesuviano para ir a ver las ruinas de

Pompeya, esas que ya te contaba la maestra de cuarto grado que existían y que en las películas (tanto en las prohibidas para menores de 18 años e inconveniente para menores de 21 como en las que no) te lo pintaban bien fiero.
Llegados al lugar, y pagando la tarifa correspondiente que a Carlos ya no le correspondía ningún descuento por docente porque el carnet se le había quedado en la billetera ya desvanecida, nos dedicamos a recorrer calles, casas, templos, mercados, prostíbulos, teatros, baños y termas, y más termas y más baños....
Mira que eran limpios estos rumanos, que en cada esquina te encontrabas con alguna instalación de esas con gimnasio, agua fría, agua caliente, locker y demás... Como las saunas de nuestros tiempos, bah. Unos verdaderos genios los rumanos con esta invención. Y que malo el volcán ese que de repente hizó Plas! y se acabó todo, que hay que ver la de personas y animales que quedaron ahí sepultados por la ceniza porque no pudieron escapar a tiempo. Don que es muy versado en estas cosas dice que en breve le toca una sacudidita más al Vesuvio. Por suerte lo veremos por la tele en casa si esto pasa, porque ya estamos de regreso.

Después de horas y horas analizando la construcción que se presentaba ante nuestros ojos en el ruineral ese y escuchando en la audioguía cómo comían, dormían, se bañaban y morián los pompeyanos, apenas tuvimos tiempo de sentarnos a comer un trancio de pizza de la buena (que en todos lados es buena) y partimos para Ercolano que es otro poblado más pequeño -de pescadores- que quedó sepultado el mismo día que Pompei debido a la actividad volcánica.

Este sitio es un poco más pequeño y está adentro de una urbanización, así que no tiene el mismo charme que su hermana mayor y famosa. Pero tiene más detalles preservados que la otra, y hay incluso casas de 2 o 3 plantas que se conservan bastante bien, detalles en madera, y un montón de huesos tirados por allí que hacen recordar lo tenebroso que pudo haber sido ese día.

Acabada la actividad arqueológica y sacadas las fotos pertinentes, le dimos a unas birras (Peroni parece ser la marca de consumo popular allí), y nos volvimos a la ciudad. Como que iba a ser nuestra última noche allí, el restaurante de despedida había que elegirlo con cuidado y caímos en uno de esos de mantel y servilleta de trapo, cenando además de las delicias que siempre se comen bien allí un pescado fresco alla griglia y cortado enfrente nuestro.
Brindamos con vino local y bueno (aglianico) e incluso nos dio el espacio y el tiempo para darle a los dolci, que la panacota y la milhojas con crema consiguen aquí hacerte creer que el cielo de Dante está a la vuelta de la esquina. Nos fuimos a dormir borrachos y alegres de haber pasado una buena noche en una ciudad vibrante y fabulosa.

La mañana siguiente nos encontró preparando el bolso y haciendo checkout del hotel, para luego darle al cafe doppio matinal con su acompañante habitual: la bomba de azúcar y colesterol. Decidimos despedirnos de la bella Napoli paseando por algunos ex-palacios y edificios viejos ahora convertidos en oficinas públicas o viviendas de clase media.
Nos subimos al funicular que nos dio tiempo de llegar a lo alto y ver desde afuera el  Castell de Sant'Elmo. De allí volvimos a bajar con otro funicular, y pillando el metro acabamos visitando la zona del mercato donde se ve que los lunes por la mañana no tiene mucha actividad ya que estaba todo muy cerrado excepto los puestos esos donde te venden baratijas de dudosa procedencia.
Salidos ya del laberinto ese del mercadillo, le dimos a un nuevo trancio de pizza deliciosa comme d'habitude, que apenas nos daba el tiempo para pillar el aerobus local que había que ver si a Carlos le dejaban subir a Vueling otra vez con una fotocopia de su DNI acompañada de la denuncia policial por robo de documento. Se ve que todo queda en familia porque nos dejaron subir al avión ese donde ahora parece que te dejan fumar pero no utilizar tus equipos



electrónicos (Carlos ya regresaba sin teléfono así que mucho no le importaba esa señal),  y ya estamos de regreso en casa lavando la ropa y dudando de si colgarla desde las ventanas como en la otra ciudad mediterránea. Mientras dilucidamos este tema, vosotros disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta la prossima fermata. Stàteve buono!