miércoles, 23 de abril de 2014

Cau Caso

  Բարեւ Ձեզ / გამარჯობა!
Para tener un spring break low cost hemos aplicado eso que nos enseñó Russel Crowe  en la peli esa, que si lo que quieres es lo más barato de lo más barato, pues elige la mayor zona de conflicto del mundo mundial y vete para allá con tu vida y tu mochila a cuestas, que te saldrá a cuenta. Ni te molestes en comprar el billete de retorno, que regresas gratis en mortaja.
Lo que nos enseñaban en la película esa es que si quieres algo razonablemente low cost, haz de tomar epsilon mayor que cero pequeño, pero suficientemente grande como para abarcar algunas áreas cercanas a la que la mayoría de la gente en su sano juicio tampoco iría, y te vas para allá que como estará libre de almas esa región también, no harás colas en los aeropuertos ni tendrás necesidad de reservar el alojamiento, todo estará disponible al 100% y podrás disfrutarlo como si fueras la única persona que está de paseo por allí (en la mayoría de los casos estarás solo, claro está).
Y así fue que luego de hacer un minucioso análisis geopolítico de la dura realidad que nos rodea, decidimos ir a pasar la semana santa en el Cáucaso cristiano. No tenemos nada en contra de la parte musulmana (i.e. Azerbaiyan) de esta región, que conste que después no queremos que nos acusen de discriminación religiosa, solo que no queremos pagar los 80 € de visa que te cuesta ir de visita por allí.

Pero vamos a nuestra aventura, que el taxista que nos llevaba a nuestro tempranísimo vuelo de las 6 am en el aeropuerto de Barcelona nos preguntó que si íbamos con Vueling, a lo que tuvo que comerse un sonoro “Turkish Airlines” que hizo que nos pidiera disculpas por habernos tratado como si fuéramos de esa clase de gente que viaja como la chusma.
Y muy bien Turkish Airlines, que no solo todavía tiene una cierta idea razonable del espacio entre los asientos que hay en la clase turista, sino que también te trata de manera muy decente: la comida muy bien (el desayuno viene con “menu”), te dan auriculares que realmente sirven y no esa porquería que te ofrecen (e incluso a veces te cobran) en las major airlines que solo están diseñados para que la próxima vez recuerdes de traerte los tuyos y no hagas perder el tiempo al personal de a bordo con soeces; te pasan películas en el camino, episodios del Big Bang Theory... Realmente pasamos unas 3 horas hasta Estambul, un par de horas de conexión y otras 3 horas más hasta nuestro primer destino: Tiflis/Tbilisi, la capital de Georgia, en el corazón del Cáucaso.

Y conviene leer un poco la letra pequeña que traen estos países antes de subirte al avión, que si pensabas escaparte de elementos religiosos varios durante la semana santa, quizás no te convenga venir a esta región del planeta, donde no solo te encontrarás con los países que portan la mayor antigüedad como católicos (ortodoxos, se entiende) del planeta, sino que además las mayores atracciones de esta zona son monasterios e iglesias en los lugares más recónditos del mapa.
Por suerte el fervor pascual no es tan fuerte por aquí (o por lo menos no lo hemos notado. Hablan unas lenguas tan raras por estas tierras, y la escritura ni te cuento), que no es que nos encontrábamos a cada rato con alguien que nos preguntaba  quién era nuestro santo favorito, o que nos arengaba a convertirnos y creer en el evangelio de una buena vez, pero sí que nos tuvimos que comer varios ramos de olivos el domingo ídem, y un fin de semana largo alrededor del domingo de Pascuas que por suerte no nos tomó desprevenidos y pudimos hacer cosas turísticas alrededor del mismo.
En nuestras primeras horas en Tiflis/Tbilisi nos dedicamos a encontrar nuestro hostal, relajarnos después de unas cuantas horas de viaje, y salir a caminar un poco para conocer la noche, que la parte céntrica de esta ciudad es muy bonita e iluminada de noche. Al día siguiente, ya más relajados, hicimos una visita a la zona del centro donde pudimos disfrutar del Museo Nacional de Georgia que ademas tenia un sector dedicado al período de "invasión soviética", que este país viene con heridas recientes provocadas por su vecinidad con  Rusia, y que están lejos de estar curadas.
Acabado el museo, fuimos a nuestro primer encuentro gastronómico con los productos locales, y disfrutamos del khachapuri, una especie de pan con queso y aceite que se sirve calentito y te provoca una sobredosis de triglicéridos y colesterol sin parangón alguno. También le dimos al lobio que es un potaje con porotos/frijoles/judías y otras cosas adentro que no te conviene saber para seguir siendo feliz...

Acabada la comida salimos rodando de allí, y para ayudar un poco a la digestión tomamos un funicular y subimos hasta un parque de diversiones  sobre una colina (al estilo Tibidabo).
Caminamos por una hora y algo por las sierras de alrededor, y acabamos tomando mate en la Narikala, una fortaleza que antiguamente dominaba a la ciudad. Bajamos hacia el hostal que ya era de noche, y de allí nos fuimos a cenar en algún restaurante de los recomendados por nuestro host Irakli.
Despues intentamos ir al Abanotubani, unos baños de agua con sulfuro que son muy populares en esta ciudad (de hecho se dice que la palabra Tbilisi viene de algo asi como "agua tibia" por este tema), pero habia un lío allí con la polícia cuando llegamos que nos hizo desistir del tema por esa noche.


Al día siguiente decidimos cambiar de país, y nos dirigimos hacia el sur, a Armenia. Allí Don tuvo que pagar unos pocos dólares para conseguir que lo dejen entrar, mientras que Carlos sacó uno de los tantos pasaportes que siempre lleva consigo (y para la ocasión se dejó bigote al tono con la foto de turno) y consiguió pasar al otro lado de la frontera a coste cero. Nuestra primera parada en Armenia fue en Alaverdi, una ciudad en el corazón del cañón del río Debet, muy cerca de un par de monasterios que de tan antiguos son patrimonio de la UNESCO.

En Alaverdi nos alojamos en el hostal de una tal Irina, que como una madre nos trató durante esos días, contándonos los trucos de cómo usar el transporte público o taxi cuando no hay más remedio sin tener que pagar precio de turista. El contraste Armenia/Georgia es bastante llamativo: los armenios todavía recuerdan con nostalgia cuando "con la Unión Soviética estaban mejor", y de hecho las ciudades, construcciones y demás -varias de ellas relativamente recientes- guardan bastante similaridad con (lo que nos imaginamos que sería) la arquitectura soviética.

Tanto en Georgia como en Armenia la gente se mueve en unos buses bastante viejos, y también hay unos minibuses denominados marshrutkas (a no confundir con matrushkas, que esas son otra cosa), que casi siempre son amarillos y varios funcionan a gas natural, y se ven varios tubos a cuestas para tal ocasión. Conjeturamos que en breve van a haber muchos más vehículos a gas natural por la zona, que en cuanto la UE deje de comprarle gas a los rusos, en algún lugar van a tener que meter todo eso...

Gracias a los consejos low cost de Irina conseguimos en nuestra primer jornada en Alaverdi llegarnos hasta el monasterio de Sanahin combinando una marshutka y una gondola que conectaba la parte de abajo del pueblo (donde hay una mina de cobre enorme que despide un humo tenebroso parecido a la planta nuclear del sr. Burns) con una urbanización construida en la época soviética para alojar a los operarios de la mina.

Estos bloques de cementos feos, feos, feos, que harían quedar a sus homónimos de Bellvitge como el mismísimo Taj Mahal, eran bastante deprimentes. Pero una vez atravesados los mismos aparece rápidamente una aldea típica de la zona bastante más bonita, y al final de la ruta hace su aparición el monasterio de Sanahin, que realmente impresiona lo que estos monjes eran capaces de construir hace más de 1000 años, y que todavía se conservan en muy buen estado.

En regresados a lo de Irina, nuestra anfitriona nos tenía preparada una super-cena preparada con productos locales..."es todo orgánico, los vegetales de este jardín" nos decía ella mientras no podíamos dejar de imaginarnos a la mina de cobre humeante que se elevaba ahí mismo, detrás de su jardín. Igual comimos lo que había sobre la mesa, bebimos vodka que se supone que hay que hacerlo antes y después de la comida, y también probamos un vino hecho en casa que no estaba mal para ser "de la casa", los anfitriones nos pusieron en la tele Russian News para deprimirnos (y quizás convencernos de que con la ayuda de Rusia estaríamos mejor), y luego de cenar nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente nos esperaba un suculento desayuno también orgánico (imaginamos) preparado por Irina herself, y de allí partimos para visitar el segundo monasterio que hay que ver en esta zona, Haghpat. La visita estuvo buena, por suerte todos estos edificios están en lugares geográficos interesantes, así que aprovechamos la oportunidad para caminar los 7 kilómetros que separan Haghapat de Sanahin, pasando por arroyos, prados y aldeas muy interesantes. Lamentablemente el viaje acababa en la urbanización de bloques soviéticos de la tarde anterior (lletja, lletja, lletja, nena) pero la cruzamos rapidito, bajamos con la góndola a Alaverdi y nos pusimos de picnic al costado del río que el día estaba espléndido. No comimos mucho porque ya era medio tarde y nuevamente para la cena nos tenía preparada Irina un banquete pantagruélico regado con vodka casero preparado por su marido que hizo que nuestras transaminasas saltaran de júbilo en un derrotero de felicidad, y que no recordemos muy bien cómo acabamos esa noche.

A la mañana siguiente por suerte conseguimos despertarnos y meternos en un taxi de esos que se comparten con más gente, rumbo a Ereván/Yerevan, la capital de Armenia. Después de 3 horas de cruzar por rutas en estado bastante precario, arribamos a la metrópolis, desde la cual se tiene una vista envidiable del monte Ararat que por ironías del destino ahora está en territorio turco.

Ni bien dejados nuestros bártulos en el hostel de turno, salimos a recorrer el centro de la ciudad. Fuimos al museo de historia, y luego al edificio de la Opera que tiene mucho charme. Como hacía un poco de calor, nos volvimos rápido al hotel, tomamos ducha y salimos a cenar, que la comida ya no era como la que nos preparaba Irina pero no estaba mal. Para sorpresa de Carlos, en esta zona tienen una especie de lengua a la vinagreta que a veces viene acompañada con sesos también escabechados, así que disfrutamos de eso y también de platos con cordero que es lo que le va a Don.

A la mañana siguiente, después de un extraño desayuno "armenio" que combinaba una especie de chucrut de zanahoria (???) acompañado de arroz hervido (por suerte mamá naturaleza es sabia y siempre te hace poner un paquete de yerba mate en el bolso antes de partir hacia tierras extrañas), partimos a culturizarnos un poco. Vimos la Matenadaran que es un depósito de manuscritos antiguos, que tantos monasterios por aquí y por allá, algo tenían que hacer estos monjes y se ve que el pasatiempo era copiar manuscritos hasta que vino Gutenberg y les aguó la fiesta. El museo de manuscritos es bien interesantes, hay tratados de geografía, geometría y otras ciencias de más de 1500 años.

Acabado el baño cultural, nos dirigimos hacia el monumento al genocidio armenio pero como estaba en obras no pudimos entrar a ver la exposición que dicen que es bien emotiva, tuvimos que conformarnos con caminar por la periferia, y comenzar lentamente el regreso hacia el centro, adonde almorzamos en un restaurante que también tenía a Putin en una pantalla hablando muy serio de no sabemos qué, seguro que Ucrania aunque él le llamaba Novorusia. En fin, estos rusos...

Acabada la comida, enfilamos para el Museo de Historia de Armenia que realmente vale la pena una visita a este lugar, que tiene exposiciones de vida humana en la zona de hace más de 10.000 años atrás (los zapatos de cuero más antiguos que se conocen están aquí, con unos 5500 años de antigüedad), pasando por conquistas y desconquistas, que tártaros, que persas, que mongoles, que rusos, que turcos... La verdad es que la historia del pueblo armenio es bastante infeliz, y de hecho todavía "no se hablan" ni con sus vecinos del este (Turquía) ni del oeste (Azerbaiyán). Irónicamente, tienen buena relación tanto con Rusia, Irán y los EEUU gracias a su inmensa diáspora. Tentados estamos de llamarle la "aldea global" pero ese título ya lo ostentan otros.

Bien cenados y dormidos, al día siguiente nos despedimos de Ereván/Yerevan y enfilamos nuevamente hacia el norte, esta vez hacia Dilijan conocida por los locales como "la Suiza de Armenia". Y realmente tiene algo de parecido a Suiza este lugar, entre lagos y montañas uno puede imaginarse allí a la novicia rebelde caucásica saltando como una cabra al son del բլուրներից կենդանի ձայնի երաժշտության

En Dilijan nos alojamos en lo de una tal "Nina" que no nos matrushkeó tanto como la Irina de Alaverdi. Es más, la Nina ésta solo hablaba ruso y armenio, y pocas palabras de inglés. Y de transporte público, nada. Así que tuvimos que movernos en taxi. En vehículo fuimos al monasterio (que en esta semana santa Don hizo seguro unas 7 iglesias, si estuviera bautizado ya se habría ganado la indulgencia plenaria esa que regalan para estas fiestas) de Haghartsin, adonde incluso vimos sacerdotes ortodoxos arengando a unos fieles que solo venían a sacarse fotos. De allí nos pasamos el resto del día caminando por las montañas de los alrededores de Dilijan, que realmente tiene un paisaje muy interesante y el clima estaba ideal para estar afuera. Intentamos llegar hasta otro monasterio de los de por ahi, pero entre tanto sendero, gps y mapa, nos perdimos y acabamos haciendo otro circuito. Así que habrá que volver para completar la ruta, aunque seguro que si volvemos exploraremos otras áreas de este pequeño pero interesante país.

La mañana de pascuas nos encontró comiendo -literalmente- huevos (hervidos y pintados) de Pascua en lo de Nina, para luego tomar un taxi que nos llevó a otro taxi que nos iba a hacer cruzar la frontera para retornar a Tifilis/Tbilisi.
El regreso fue "interesante" que la gente en estos dos países conduce como si estuvieran yendo al parto de su primer hijo. Y no entendemos el por qué del "don't text and drive", que
nuestro conductor cada vez que se ponía a escribir un mensaje de texto en su teléfono móvil tenía que dejar de fumar y además desaceleraba un poco. En fin, que sobrevivimos el viaje y el cruce de la frontera, que si hay algo que los integrantes de este equipo de viaje tenemos en claro es que si vamos a morir en accidente de carretera lo haremos en un lugar con glamour como la Grace Kelly que se fue a matar en la moyenne corniche, que mira tu de venir a acabar en una cuneta en estas rutas perdidas del Cáucaso, que cuánto tardarán los medios en apercibirse de nuestra ausencia y llegarse hasta aquí para cubrir los hechos...

En regresados a Tifilis/Tbilisi, volvimos a nuestro hostal donde habíamos pasado las primeras noches contentos como si retornáramos a casa, dejamos nuestros bártulos nuevamente allí y salimos a alimentarnos que ya era mediodía. Como que era Pascuas, muchos lugares gastronómicos estaban cerrados así que tuvimos que conformarnos con unos khachapuris hechos por ahí medio al tuntun. De allí nos fuimos de paseo por el fabuloso río que pasa por el centro de esta ciudad, y ambos concluimos que nos gustaba más Tifilis/Tbilisi que Ereván/Yerevan.

Acabamos la tarde yendo a los famosos baños de sulfuro donde finalmente pudimos entrar y relajarnos con agua y azufre a unos 40 grados. También te daban masajes por un módico precio, pero no nos animamos que lo que queríamos era relajarnos y no contracturarnos, y con estos masajes nunca se sabe cómo acaba una. Acabamos la velada cenando platos azeríes en un restaurante con mesas al aire libre, que las leyes de no fumar en recintos cerrados todavía no han llegado por aquí y puede ser un poco "challenging" estar en un ambiente cerrado rodeado de gente que fuma como locomotora y bebe chacha (el vodka local) como esponja.

Al día siguiente -el lunes post-pascual- también era feriado nacional en Georgia, así que ni sueñes con ir a un museo ni nada por el estilo. Por suerte nuestro host Irakli nos consiguió un taxista para ir hacia el oeste casi-casi tocando la frontera con Azerbaiyan (de hecho recibimos cobertura de telefónia móbil de ese país en algún momento) a conocer el complejo de monasterios de David Gareja (no confundir con David Guetta), que todavía funciona como monasterio y se pueden ver monjes por ahí cuidando cabras y/o haciendo esas cosas que hacen los monjes.
Subiendo hasta la cima de una colina se empiezan a encontrar construcciones al estilo de las miles que vimos en Capadocia el año pasado, cuevas que sirven como ermitas, bodegas, iglesias, habitaciones... Todo muy interesante. Acabada la escalada, nuestro taxista "Misha" nos llevó a conocer el convento de Bodbe (y ya van... ¿cuántas iglesias?) adonde se ve que hay unas aguas milagrosas y la gente va ahí a refrescarse.
En el camino vimos una procesión de mujeres todas cubiertas de trapos que llevaban unos cuadros que no sabemos de qué eran, y como el Misha solo habla Georgio y ruso, tampoco pudo decirnos mucho al respecto.

Acabamos almorzando en la bonita ciudad de Sighnaghi, desde donde se tienen unas vistas fabulosas del Cáucaso que parece ya estar al alcance de la mano, y del otro lado se encuentra la malvada Rusia, aunque cuando le preguntamos a Misha qué era lo que había del otro lado él no dudo en contestar "Chechenia". Hay que andarse con cuidado con los nacionalismos por todas partes..

Durante el almuerzo, tomamos clases con Misha sobre cómo comer los khinkalis, que son como unos gnoccis muy grandes rellenos de carne: se les ha de poner pimienta primero, luego hacerles un agujerito con la boca por la parte de abajo, sorber el líquido que sale primero, y comer el contenido después. La parte de arriba (la que uno sujeta con los manos), no se come.

En regresados a Tiflis/Tbilisi acompañados de una procesión de vehículos que suponemos hacían el regreso del fin de semana largo, acabamos nuevamente en las aguas azufradas para reposar nuestro cuerpo, que el espíritu con tanto convento y tanto monasterio lo teníamos bien lubricado.

Y como que ya se nos estaba acabando la provisión de yerba mate y enalapril, tocaba el regreso al hogar. Nuestra última mañana en Tiflis/Tbilisi nos encontró bajo una lluvia torrencial, lo cual hizo el proceso de despertarse, desayunar, preparar el bolso y demás bastante más lento de lo esperado. Igual tuvimos tiempo de acercarnos hasta el Museo de Historia de Tbilisi a ver reconstrucciones y fachadas de casas muy bonitas que habían en esta ciudad desde tiempos inmemoriales.
También hicimos algo de shopping que el chacha seguro que será bien recibido por nuestros amigos, nos acercamos una vez más al Racha, nuestro restaurante de comidas típicas favorito en Tiflis/Tbilisi para darle al Kharcho y otras delicias equivalentes justo a tiempo de volver al hostal y encontrarnos con que nuestro "transfer" al aeropuerto era nuevamente el mismísimo Misha que no estaba con muchas ganas de conducir bajo la lluvia pero era lo que había.

Del aeropuerto nuevamente Turkish Airlines se encargó de traernos vía Estambul, y de allí con el aerobus retornamos a casa que la encontramos en orden, como corresponde a estos tiempos pascuales. De aquí por un rato no nos movemos, aunque no creais todo lo que está escrito por ahí. De momento, disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret. ბედნიერი აღდგომა !