domingo, 26 de noviembre de 2017

La Vil Lumier (Paris, Nov 2017)

 Oui, Oui, Oui! Le proshen arret est ici! Hemos vuelto a nuestras andanzas, que ha costado arrrancar esta temporada no porque no estuviéramos echándole millas a la vida por otros lados, pero un viaje ensemble desde el verano como que lo teníamos pendiente. Y así fue que decidimos escaparnos a París para rematar el mes de noviembre.

Carlos viajó primero a principios de la semana para ir haciendo estudio de terreno y ver cómo estaba la cosa que Don no se embarca así porque sí en un viaje de estos si primero no le confirman que la comida está buena, el clima es más o menos razonable, y los precios también.


Y así fue que promediando el jueves aterrizó Don en la Ciudad Luz justo cuando caía un chaparrón de esos que solo te hacen pensar en entrar al cine a ver noimportaqué pero que te mantenga a cubierto del frío. Igual todos estos cambios de temperatura en París pasan pronto, que ya llegado y acomodado en el hotel de turno, se dirigió a encontrarse con Carlos en una pastisserie del barrio Latino.
En el camino pasó por delante de lo que él recordaba que era un centro comercial (mall), pero luego hubo de aclararle que el lugar se llama George Pompidou, y centro es, pero de otra cosa. Carlos lo esperaba en la pastisserie lamentándose que en esta vida todavía no le toca vivir en el Boulevard Saint Germain, comer croissants todas las mañanas y escuchar canciones de Edith Piaff en sus horas de nostalgia. 
Ya veremos si todo esto lo podemos conseguir en 1 o 2 vidas más adelante, que de momento lo que hay es lo que hay, y al menos tiene su gracia venir cada tanto a esta ciudad fabulosa a la que no hace falta recordar mucho donde queda cada cosa porque te lo aprendes rápido, o es un gusto perderse por sus calles y encontrarse con historia, cultura, paisajes, turistas, glamour, Channel, y todo lo que hay por aquí.
Nunca habíamos estado en Paris en noviembre y nos habían advertido que iba a hacer frío y probablemente no tan buen tiempo. Por suerte no hizo tanto-tanto-tanto frío, y el sol estuvo presente más de lo esperado como podéis ver en las fotos, que el viernes luego de ir Carlos a pasear un rato por la mañana por esas zonas intelectuales que le ponen a él, se apuntó Don para la comida y obviamente que lo mejor de lo mejor aquí es tener locales que te lleven a lugares buenos.
Que caímos  a comer el plat de jour en el restaurante donde come la mismísima  Jane Birkin, que no estaba la diva allí pero diva hubo, que nuestra host local nos llevó luego a pasear por la zona gastronómica y académica de Paris que se encuentra por allí, y acabamos en el Observatorio de Paris donde pudimos ver el famoso meridiano de Paris que perdió la final con el de Grenwich que sino ahora sería el mas famoso del mundo mundial, y la mitad de la villa tendría una hora y la otra mitad, pues otra.
Subimos al techo del observatorio y tuvimos unas vistas fa-bu-lo-sas de la Ciudad Luz, en cada dirección había algo interesante para ver, e incluso tuvimos un guía que nos iba explicando donde estaba cada cosa. Una tarde verdaderamente fabulosa en este lugar secreto del nosecual arrondisement, ahi al lado de las catacumbas.


De allí nos despedimos de nuestras amistades y enfilamos hacia el Jardín de Luxemburgo, que siempre es un placer visitarlo incluso en invierno. El sol le daba tímidamente porque ya estaba bastante caída la tarde, pero igual dio para unas fotos y charlas profundas sobre la vida y más allá.
Salimos de allí y enfilamos para el Panteón Nacional adonde pudimos ver además de las tumbas de los grandes de Francia (no sabemos si era radioactivamente seguro palmear la lápida de Marie Curie pero igual lo hicimos), el péndulo de Foucault oscilando en el centro del lugar. Acabada la visita recuperamos un poco de energía con unos crepes en un bar local, nos pusimos nuevamente los abrigos y volvimos a cruzar el Sena para volver a nuestro hotel, que nos esperaba una primer cena en restaurante recomendado.


Que obviamente cuando estás aquí en Francia hay que comer bien, esa premisa ni se discute. El tema es encontrar lugares buenos y de precios razonables. Lo "razonable" hay que tomarlo con pinzas porque todo es bastante caro -al menos comparado con lo que pagamos l@s que vivimos en Montjuic West- pero siempre se encuentran cosas razonables dentro de la gran oferta gastronómica de esta ciudad.
La primer cena nos tocó una degustación de un menu de autor que no estuvo mal pero nos dio ganas de mas, así que hubo que esperar al día siguiente para desquitarse. De allí fuimos a rematar la noche del viernes con un poco de vida nocturna, pero sin sobrepasarse que al día siguiente había que levantarse temprano.


Que el plan del sábado fue de aller a  visiter el Castillo de Fontainebleau, que según Don es la versión original y menos cutre de Versalles. Claro, como él ya visitó Versalles, ahora Carlos está obligado a ver el episodio 2 saltándose el primero. Ya le pasó lo mismo con Blade Runner así que no se queja. Para ir a Fontainebleau hubo que tomar el tren transilien y una hora más tarde y 5 grados menos de temperatura estábamos allí, justo cuando comenzaba a llover.


El castillo vale la pena, sobre todo si te va el rollo Napoleón que se ve que este señor (o esos señores  porque fueron 3) usaba/n mucho este lugar. Las habitaciones son inmensas y el lugar tiene realmente l'air de un palacio de esos que aparecen en las películas del género.

Acabada la visita y las fotos de turno, tuvimos que escondernos de la lluvia y el frío en un restaurante para darle a la comida, que siempre una soupe a l'oignon y una tabla de quesos te devuelve la energía. Y si a eso le agregás cordero en alguna versión que siempre hay en el menu, o algo de pato que también hace su aparición, ya estás recuperado como para volver a dar batalla en Waterloo al ritmo de Abba.


Pero nuestro esfuerzo fue más humilde, que solo nos volvimos a arrastrar a pie hasta la gare de Fontainebleu para luego subirnos de vuelta al tren transilien que nos devolvió a la Gare de Orly, y de allí metro mediante nos acercamos a la estación de metro Jaurès, que comenzaba nuestro tour vespertino: un paseo en barco por el Canal Saint-Martin, que recorre buena parte de Paris, y pasa casi al lado de la Place de la Republique y de la Bastilla superando una serie de esclusas muy interesantes de observar. Fue un viaje educacionalmente muy instructivo, afuera ya estaba oscuro y hacía frío pero valió la pena la aventura.


De regreso a tierra firme, el barco nos dejó cerca de la Ópera y a partir de allí emprendimos el regreso a nuestro hotel caminando un poco para entrar en calor, que teníamos que ponernos guapos para nuestra última cena parisina que fue en un restaurante también recomendado y bastante razonable todo. Los highlights fueron la cassoulet y unas sopas de autor bastante bonitas.
Acabamos la cena con una degustación de quesos de esos que te dejan en éxtasis por unos minutos, hasta que vuelves en ti cuando te cae l'adición y se ha de pagar, y partir, que la noche del sábado todavía era joven e invitaba a rematarla por esos lugares a los que uno va cuando ya tiene edad para votar.


El domingo nos despertamos con un poco de resacón pero con sol que había que aprovechar. Así que hicimos el bolso en lo que cantan unos 3 o 4 gallos, tomamos nuestro último mate en el hotel, hicimos el check out pagando la tasa de sejour y demás, y partimos a caminar por ahí.
Nos llegamos hasta el Palacio Real que estaba muy bien de sol y tranquilidad. Nos tiramos un rato en una de esas sillas para relax que tienen allí, y luego continuamos nuestra marcha: pasamos por delante del L'Ouvre, y entramos a los jardines de las Tullerías. Allí había sol pero también frío, así que tuvimos que pedir la ayuda a un chocolate caliente que con un croissant de esos recién hechos siempre viene bien.


Acabado el momento lagarta-al-sol, salimos de las Tullerías y nos metimos en la rivera del Sena, que el sol estaba de fiesta en ese momento y ya había gente caminando por todos lados. Hicimos un paseo por la parte soleada del río, sacamos las fotos de rigor, entramos hacia los campos Eliseos, nos detuvimos un rato a mirar lo que había en le Petit Palace y en le Grand Palace, y continuamos la marcha.
Paramos  en la avenida de los Campos Eliseos para admirar un rato el Arco del Triunfo a la izquierda y la rueda de París a la derecha, y continuamos camino hacia la zona chic de la ciudad, donde está el Palacio del Eliseo, las embajadas "históricas" y luego todas esas tiendas super-super-super caras que para nuestra sorpresa estaban abiertas en domingo (y todas vacías). Suponemos que a la espera de que caiga algún jeque árabe a llevarse todo, porque sino que haría esta gente allí pobrecilla.

Cuando nos quedó claro que la restauración en ese barrio tenía precios proporcionales al coste de las carteras y accesorios que te venden por allí, salimos rápidamente de él y ya en llegando más a una zona de "gente como uno", le dimos a nuestra última ración de soupe a l'oignon, magret de canard y boeuf bourgignon. Luego apenas tuvimos tiempo de pagar y salir corriendo para nuestro hotel a buscar nuestro equipaje mientras el día ya se había puesto nublado y casi-casi a punto de llover.
Tuvimos tiempo de tomar el RER que te lleva a Charls de Gol nuevamente, y luego de 1 hora de cola + 2 horas de avion pudimos regresar a casa sanos y salvos. Aquí ya el sol y la temperatura son un poco menos salvajes así que estamos contentos de momento, y ya sacando la tarjeta de embarque para el proshen arret, que está bien tot. Nos han sobrado cuatro pases de metro y hemos comprobado que tanta caminata por la ville no nos han hecho subir de peso, así que volveremos una y otra vez, que Paris bien vale una misa y un allez-retour cada tanto. Mientras tanto,  vosotros id disfrutando de las fotos que quedan.  A plus!