lunes, 9 de mayo de 2016

Paris YeTem (May 2016)

Colignon, tête à gnons!
Hemos vuelto a las andadas, que resulta que uno de los integrantes del equipo redactor de este blog -cuyo nombre no vamos a revelar aquí porque ha solicitado el anonimato y está en su derecho- cumple años en estos días, y otro de los que escriben por aquí decidió regalarle un viaje a París, la ciudad luz, la villa que hubiera deslumbrado a Cleopatra si ésta le hubiera hecho una visita en las coordenadas espacio-temporales correspondientes, pero no fue así y es una pena, que Cleopatra bien se lo hubiera pasado mirando vidrieras por el bulevar Saint-Germain.
Y para que no se diga que somos machistas en este blog, agregamos que también Marco Antonio estaría muy a sus anchas probándose ropa de Yves Saint Laurent que se vende a precios ridículos por el mismo bulevar.

La cuestión es que gracias a Vueling que hace Barcelona-Paris en lo que canta un gallo que cante por hora y 20 minutos, el sábado por la mañana estuvimos desayunando un café au lait con croissant y pain au chocolate por la zona de Chatelet-Les Halles mientras esperábamos que nos den la llave del apartamento donde hicimos nido durante el finde largo.

De alli fuimos a caminar un rato reconociendo el terreno, que por Paris ya hemos pasado ambos varias veces, algunas de ellas incluso juntos, y a esta ciudad la tenemos incorporada en nuestra base de datos de "ciudades frecuentes", pero igual hay que "arramcar" un poco como para recordar "como era eso" de pedir l'adicion s'il vous plait, caminar por el Sena o comprarse una baguette en la rue Lacan.
Nosotros comenzamos nuestra marcha aleatoria que nos llevó primero hacia las caudalosas aguas del Sena, que es siempre un plus tener un río del tamaño del Sena atravesando tu ciudad. Nos divertimos un rato observando gitanas peleandose a los gritos primero entre ellas y luego con los vendedores locales para luego comenzar su extraño trabajo donde se hacían pasar por sordomudas y hacer firmar a la gente un extraño petitorio que no alcanzamos a ver.

Avanzando hacia donde apunta la torre Eiffel, nos encontramos con un Louvre imponente, magnífico como siempre, que ya lo hemos visitado varias veces y no nos cansaremos de volver allí pero no será en esta visita que el día estaba espléndido (no como en la Barcelona de Colau que llovía y hacía frío solo para espantar a los turistas) y a nadie le daba gana de encerrarse entre cuatro u ocho paredes a ver mármol y otros minerales, sino que había que volcarse a la calle y eso hicimos.
Caminamos un rato bajo el sol por el costado izquierdo del Sena hasta llegar al Museo de Orsay, adonde tampoco entramos, que hacía una temperatura fabulosa como para estar afuera, tú. De allí como nos dio un poco de apetito, nos metimos un rato hacia la zona del bulevar Saint-Michel, y encontramos un restaurante con plat du jour que no estaba mal... aunque los precios aquí están un poco más inflados que en el resto del planeta, y la mantequilla es generosa en cuanto plato se te aparezca por delante, la comida en este país y en particular en su ciudad capital es bastante buena y merece la pena una y mil veces de ser degustada.

Con el estómago satisfecho, volvimos hacia la calle, nos acercamos al museo de Armas que está en Les Invalides bajo una seguridad bastante llamativa, pero tampoco entramos en este museo, que seguía estando bonito de sol el día, así que nos dirigimos más bien hacia el parque que está entre Les Invalides y el Sena y echamos una pequeña siesta para digerir mejor el medio litro de vino que acompañó a nuestro repás de mediodía.
Superada la siesta, volvimos a cruzar el Sena para encontrarnos con un imponente Grand Palais desbordando oferta cultural, y en el Jardín de las Tullerías nos regalamos un pequeño postre de helados como para paliar el calor, y café como para quitar la modorra. Regresamos lentamente hacia la zona de Chatelet-Les Halles, y de allí nos dirigimos a nuestro apartamento que se encontraba en el corazón de Le Marais, un pequeño estudio bonito y tranquilo con todo lo necesario para ser feliz en los 3 días que nos tocó estar allí.

Compramos un poco de fruta para tener con un poco de fibra con qué compensar toda la mantequilla que íbamos a digerir en esos días, y nos dirigimos a uno de los cafés del barrio que ya estaban comenzando a vibrar con la fiebre de un sábado por la noche que se estaba despertando.
Le dimos a una table de crudités con quesos locales como para empezar a abrir el apetito, regando todo eso con unas cervezas frescas porque todavía seguía haciendo calor. Luego fuimos a ducharnos que nos esperaba la primer gran cena de la noche, que otro de los miembros que escriben aquí -y cuyo nombre tampoco vamos a revelar por respeto a su intimidad- justo cumplía años ese día, y había que celebrarlo como corresponde: con un banquete en restaurante al tono.

Y no fuimos a ninguno de esos estrellas Michelin que abundan en esta ciudad, sino a un "recomendado", que resultó ser muy bueno, y además los camareros muy amables. Con vino Malbec original (es decir, producido en Francia) y platos muy creativos, un verdadero festín de los sentidos esa cena. La velada nocturna fue rematada en uno de esos bares a los que el lector seguramente estará interesado en asistir una vez alcanzada la mayoría de edad.

Al día siguiente nos despertamos de resacón, pero decididos a hacer más nuestra todavía esta ciudad. Mientras en Barcelona el ayuntamiento ordenaba lluvia y frío de cojones para que nadie salga a la calle, aquí el sol ya estaba radiante y el termómetro prometía una máxima de 25 grados.

Así que ni cortos ni perezosos fuimos a alquilar bicicletas, y le dimos al pedal durante todo el día. Enfilamos hacia Montparnasse, que en la agenda estaba la visita a las Catacumbas de París.
Luego de un par de horas de cola bajo el sol amenizadas con unos croissants au jambon y porciones de quiche lorraine conseguidas en la patisserie más próxima al lugar macabro éste, conseguimos descender a las catacumbas. La espera valió la pena (al menos eso dice la mitad del equipo de redacción de este blog), que habían galerías e historias mórbidas desparramadas por doquier, y una cantidad de huesos tremendas que están allí expuestos en formatos de lo más variopintos. Realmente vale la pena visitar este lugar.

Acabado el paseo subterráneo, reforzamos nuestras energías con una soupe a l'oignon en un bar de por ahí, y volvimos a montar la bici para ir a los Jardines de Luxemburgo, que se ve que estaba allí todo el mundo tomando sol o paseando. ¡Una multitud! Nosotros paseamos un rato por la zona, sacamos las respectivas fotos, y volvimos a montar la bici para dirigirnos esta vez hacia la Torre Eiffel, a quien siempre le rendimos una pequeña visita como para que quede claro que nos sigue pareciendo un lugar bonito de estar y pasearse a su sombra.
De hecho el mate de la tarde nos tocó hacerlo bajo su sombra, acompañados por la multitud que se encontraba alrededor de la misma. Habían varios más por allí  en formato de ocio y descanso ya que era domingo y además coincidía con la fiesta del final de la segunda guerra mundial, así que mucha-mucha-mucha gente en las calles.

Hartos de mate volvimos a montar las bicis para acercarnos hasta el Arco del Triunfo y luego girar sobre la Avenida de les Champs Elysees, que fue recorrida hasta donde nos dejó la autoridad ya que sobre el final de la misma -cerca del jardín de las Tullerías- había una super manifestacion-fiesta del feriado correspondiente.
No nos quedamos porque teníamos que devolver las bicis a esa hora, así que nos volvimos para la zona del Centro Pompidou -donde estaba nuestro bicidealer- y luego de acabada la pedaleada nos regalamos unos cocktails en un bar de por ahi mientras observábamos turistas y locales pasear todos de muy buen humor que el clima ayudaba mucho a hacer eso. Esa noche cenamos en otro de los restaurantes recomendados, donde el highlight fue un fondant de cordero cocido lentamente durante 7 horas.

Nuestra última mañana en París nos encontró ya sin tanto sol y un poco menos de temperatura, pero igual se podía salir y disfrutar del día. Abandonamos el pequeño apartamento y dejamos nuestro equipaje en la oficina del administrador, y de allí fuimos a pasear por la ribera del Sena, que en esta época París está genial porque hay muy poco turismo, así que pudimos hacer varios kilómetros caminando por el borde del río totalmente solos.
Nos acercamos nuevamente hacia la zona de Les Invalides para continuar camino hacia el Museo de las Cloacas de Paris, y confirmar que los parisinos también van de cuerpo como el resto de los mortales. El museo es bastante interesante, y está amenizado con relatos de pasajes de Los Miserables, que se ve que Víctor Hugo conocía a un ingeniero que trabajaba en estas cloacas, y así fue que diseñó parte de sus historias que ocurrían en el submundo de París en esta novela.

Finalizada la visita cultural, nos dirigimos nuevamente hacia la zona de Les Invalides donde encontramos un restaurante para comer comida local como corresponde. Una vez repuestas las energías paseamos un rato por el bulevar Saint-German dirigiéndonos hacia el barrio Latino. Llegamos hasta la Sorbona que es la primera vez que Carlos viene a esta universidad de tanto prestigio al menos para sacarse una foto, que está casi confirmado por los astros que en otra vida Carlos se llama Aurora y tiene un doctorado en AntroEcologiaSindical de la Sorbona, por eso le tiene tanto cariño a esta universidad.

Como estaba un poco nublado ya y empezaron a caer algunas gotas, nos encerramos en el Museo de la Edad Media adonde nos confirmaron que el rollo religioso era lo que se llevaba en esos días, y nos cansamos de ver pinturas, esculturas, vitrales y otros objetos de arte equivalentes todos repletos de santos, vírgenes, mártires, etc.

Acabada la visita, paseamos un rato por el barrio Latino, nos metimos en la pequeña isla donde está Notre Dame, cruzamos el río una vez más y acabamos tomando mate en una tranquila plaza cerca de Chatelet-les Halles.
Como ya se nos iba haciendo la hora de partir, fuimos a buscar nuestros bolsos, y luego nos metimos en un restaurante de esos que estaban por allí, para disfrutar de nuestra última cena parisina, que como siempre nunca te defrauda. Acabamos corriendo al tren RER que nos llevó nuevamente hasta Paris Orly, y allí ya arriba del avión el piloto puso en cuarta hasta Barcelona non stop sin detenerse en ningún semáforo. Aterrizamos en Barcelona justo para comenzar otros festejos de cumpleaños que tampoco serán relatados aquí ni por blog ninguno. Conformaos con lo que hay, que son las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret.... Bretodeau! :D













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