domingo, 10 de abril de 2016

Madrid sin Esperanza (Abr 2016)

Ole, ole, y ole!
Nos has dejado sin Esperanza y eso no te lo perdonaremos jamás, Manuela Carmena. Jamás!
Esta historia tiene un pequeño deja vu que ya había pasado hace exactamente 2 años, que Carlos tiene que salir corriendo después de su clase de los jueves al mediodía para pillar el AVE y venir a cotillear con unos amigos que tiene repartidos por el resto de la península en un lugar de Alcalá de Henares de cuyo nombre no quiero recordarme.
Y Don a quien obviamente no le va ese rollo y se espera unas 24 horas para salir a la calle y parar el primer AVE que pasa en la misma dirección, y se encuentran estos dos ya en Madrid city, en general casi siempre cerca de la estación de metro de la Gran Via, y comienza el fin de semana madrileño.
Que a esta ciudad uno no viene a hacer turismo como el que normalmente se hace en otros destinos, sino a visitarla como quien va a pasar el finde a la casa de l@s prim@s y se queda unos días allí viendo lo de siempre, y quizás conociendo algo nuevo. Que aquí no hace falta salir a la calle disfrazados de turistas ni ir a ver las atracciones que están llenas de los susodichos sino a descubrir lo que tiene de nuevo para ofrecer, que nunca alcanza el tiempo para eso y se ha de regresar una vez mas.

Que fue Madrid la primer urbe de la península que visitaron juntos Carlos y Don hace ya 12 años, y siempre vale la pena regresar, recordar, descubrir y sorprenderse. Que te guste o no, casi todo lo bueno de España está aquí. El mejor pescado, la mejor paella, el dinero de los catalanes,.... es la capital del reino, como tal tiene -valga la redundancia- coronita.
Aunque no estamos de mucho humor en estos días como para hablar de la realeza despues de descubrir en estos días que el Rey Padre tiene una hermana que viaja mucho a Panamá. Pero esos son otros temas, que vinimos a Madrí a descansar, relajarnos, y disfrutar de una ciudad casi-casi-hermana de la que nos toca vivir en estos días. Y fue ésta nuestra primer visita a una Madrí gobernada por la izquierda, que ya se respira en las calles ese aire de ausencia de Esperanza que nos hace tan bien. Que los rojos éstos empezaron saneando las cuentas y ahora siguen con la limpieza de la ciudad que tiene carteles harto simpáticos para recordarte que no seas un mugroso y que utilices las papeleras, so suci@!

Ni bien llegados a la gran urbe ya nos sumergimos en el mundo cultural y fuimos a ver una obra en el teatro Alfil como para poner en práctica el nivel B2 de castellano de Don. Que está progresando mucho este chico, ya sabe cuando aplaudir y cuando reirse. En un par de años ya lo tendremos hecho un experto en las obras de Lorca o alguna otra equivalente.

Luego del teatro nos dirigimos a lo que realmente veníamos, a confirmar el mito de que el mejor pescado de la península está aquí. Y eso es.... verdad, chic@s. Lo confirmamos: todo lo bueno que el mar produce se encuentra en cada esquina, y a precios razonables. Nosotros acabamos marisqueando en un gallego recomendado por la gente del hostal donde nos alojábamos, y estuvo fabuloso. Desde allí salimos rodando y ya casi borrachos de albariño para acabar bareando en uno de esos lugares que siempre están abiertos y animados en el barrio de Chueca. Y mira tú las curiosidades de la vida que te encuentras casi siempre con la misma gente que ya habías visto 2 años atrás. Serendipity...

La mañana siguiente nos encontró de pequeño resacón, pero igual salimos relativamente temprano por la mañana a culturizarnos un poco. Entramos al Palacio de Cibeles que ya estaba con una bandera de bienvenida a los refugiados, que esto en las épocas de Esperanza no ocurrían! Adentro habían varias exposiciones interesantes, y un techo de cristal muy bonito que seguramente conseguirá que el Ayuntamiento de Madrí sea uno de los más singulares del globo. Acabada la visita cultural que fue amenizada con una fabulosa tortilla de bacalao en la cafeteria del palacio, nos metimos en el local de al lado, el Museo Naval, donde vimos objetos muy interesantes de la historia marina del reino, y aprendimos cosas interesantes de los viajes y expediciones que tuvo España a lo largo de los últimos siglos.

Una vez acabado el baño cultural, caminamos un rato por el Paseo de los Recoletos hasta llegar a Atocha. Allí nos subimos al metro, que ahora tocaba el turno de degustar la mejor paella de España, que estuvo casi-casi a la altura de las circunstancias (Don dice que en la Albufera probó algo mejor), pero aprobó con creces el examen. De allí nos fuimos rodando a dormir una siestita, que por la noche tocaba ir a ver un espectáculo de cabaret en el Teatro Pio. Acabada la obra nos volvimos caminando hacia nuestro barrio, que hacía fresquito pero estaba todo el mundo en la calle y las terrazas repletas. Y luego de darle al pescaíto frito en una de las freidurías andaluzas de la zona, acabamos bareando un rato mas que era sábado por la noche y aquí nadie se va a dormir hasta que sale el sol.

La mañana del domingo nos volvió a encontrar de resacón. Estaba nublado y con un poco de frío, pero aún así nos animamos a salir a la calle. Llegamos hasta la Plaza Mayor y nos metimos en el Mercado de San Miguel que estaba lleno de turistas. Eso parecía como una especie de Disney de las tapas, y es probablemente el futuro de nuestro Mercado de la Boquería local, pobrecillo.

Carlos no quiso perderse la oportunidad de tomarse una ración de auténticos callos madrileños con su vermú para horror de todos los que estaban allí, y sobrevivió al intento. De allí nos dirigimos hacia la zona de cavas para encontrarnos con el restaurante Botín que está en el top 10 mundial de la lista Forbes.

Desconocemos cual es el criterio para estar en esa lista, pero igual tampoco teníamos reserva en el susodicho establecimiento, así que seguimos viaje hasta El Rastro, donde estaba el mercadillo del domingo. Un horror, nen@. Lleno de gente y con una cantidad tremenda de baratijas que ni valen la pena de detallar aquí.

Como que tampoco se podía regatear mucho y encima  comenzó a llover, nos refugiamos por un rato en un cafe del barrio, y cuando se acabó el agua continuamos el descenso hacia el río Manzanares, que es una zona muy bonita de visitar y que parece que a los turistas no les llama la atención porque estaba literalmente vacía de transeúnte alguno.

Paseamos por el parque muy bonito que tienen montado alrededor del río, descansamos un rato en una de sus orillas, y cuando comenzó a llover nuevamente nos dirigimos hacia la boca de metro más próxima, que tocaba esta vez ir al festín de despedida en un restaurante cerca de la Gran Vía que el menu de mar y montaña a 30€ all included estuvo muy muy bien. Ya comidos, postreados y cafeinados, comenzamos a rodar hacia el norte del centro, que teníamos como una hora para perder antes de nuestro último evento cultural del fin de semana que fue un espectáculo de flamenco basado en la ópera Carmen en el Teatro Canal.

Y mientras le llovían los aplausos y los 'ole!s y los ¡guapa! a la artista, nos tuvimos que ir corriendo a buscar nuestro equipaje al hostal que se nos escapaba el último AVE de regreso a Barcelona, y unas 2 horas y media más tarde ya estábamos de regreso en la ciudad condal, saciado con creces nuestro apetito tanto cultural como del otro. Y aquí estamos ahora, comenzando la dieta de lechuga y agua mineral como para volver a caber en nuestros pantalones, y con la Esperanza de volver a Madrí en un futuro no sabemos todavía si cercano o lejano, pero tenemos muchas ganas de volver, que esta ciudad siempre te recibe con los brazos abiertos seas refugiado o no.

De momento nos quedamos por aquí, así que disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret. Tot, plutot.










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