martes, 10 de enero de 2012

Argentina's Cholesterol Tour (Dic 2011- Ene 2012)

Hare Khristmas y feliz 2012 para todos! (en particular para los mayas, que es el último). La vida de Carlos no tiene nada que envidiar a la gente del yet set como la Isabel Allende: ella se consigue un marido en la bei area, él también; ella tiene familia en Sudamérica, pues Carlos también se consigue una por ahí abajo. Y con la familia vienen las obligaciones, que cada tanto hay que ir a visitarla. Y aquí nos diferenciamos de la Chabel, que ella visita a los suyos en el verano del hemisferio norte, y así le va que después aparece en las fotos toda emponchada, muriéndose de frío mientras esquiva los terremotos. Nosotros decidimos que tiene más sentido hacerlo para fin de año, así de paso nos tostamos un poco y mimamos la autoestima de nuestros colesteroles: el bueno y el malo.
Y fue así que el día más corto/largo (tachar lo que no corresponda) del año pillamos British Airways para hacer Barcelona-Buenos Aires, triangulando via Londres. Tuvimos que esconder nuestras camisetas de las Falklands porque no está el horno para bollos, pero muy correcto el servicio de British, lo tenemos que decir. Claro, acostumbrados a como estamos a las low cost donde viajás como ganado, en estas empresas donde no te cobran el uso de los salvavidas ni de las máscaras de oxígeno, estamos como vaca suelta en la Pampa húmeda.
Pues eso, que 20 horas más tarde de haber salido abrigadísimos de casa para ir al aeropuerto de Barcelona, nos recibía Buenos Aires con 38 grados de calor, y por suerte con una lluvia que hizo que pronto la temperatura bajara... unos 5 grados y eso hiciera nuestra estancia un poco más soportable. Así como es bebida obligada para Don cada vez que pasamos por Londres una botella de Dr. Pepper, en Buenos Aires hay que tomarse un submarino, y hay que ver lo feliz que se lo ve a este chico hundiendo la barrita de chocolate en la taza y revolviendo después como si fuera un niño en su cumpleaños número 8 antes de zamparse la bebida caliente...
Advertimos ya desde el principio que en este nuestro primer capítulo del año hablaremos mucho de comida, ya que contamos durante nuestra estadía 17 banquetes (¡y un funeral!) en 2 semanas, pero es que en Argentina la época de fiestas es para eso: para encontrarse con familiares y amigos (y para reconciliarse con los no tan amigos, pero no hablaremos de ello en este blog) y entregarse a los pocos placeres que la religión católica te permite públicamente. En fin, que una de nuestras primeras actividades gastronómicas en la city fue ir de tour de bodegones, y así fue que caimos en "Don Chicho", donde para desilusión de los carnívoros del grupo (i.e. todos) nos tuvimos que conformar con la pasta amasada in situ y quedarnos con la promesa de que los que puedan volver en marzo podrán comer chivito.
Esa misma noche tuvimos nuestro primer asado de la temporada, en el club de amigos de Gabriel, donde el plan era asado+piscina, pero como hacía frío (¡Sí! Hizo frío en Argentina sobre la navidad) tuvimos que conformarnos con el asado. Previo a esto degustamos nuestros primeros panes dulces y mate de silicona en lo de Pablo y Silvana.
Al día siguiente ya era 24 de diciembre, y después de un fabuloso brunch con Teresa, Lisi y Willie en algún lugar de Palermo que ya no recordamos, nos dirigimos al aeroparque para dirigirnos hacia Corrientes, esta vez volando con Aerolíneas Argentinas. También hemos de decir -sin ánimo de ofender a los anti K's- que el servicio de aerolíneas fue muy correcto, la puntualidad, las colas, el vuelo, el programa de entretenimientos a bordo... Al llegar a Corrientes city, nuestra primer sorpresa fue que estaba lloviendo y había refrescado... el 24 de diciembre! En arribando a la casa familiar, ya estaban las mujeres del clan abocadas a la preparación de chipás y pastelitos que fueron devorados por la concurrencia allí reunida. Y si nosotros ya hubiéramos dado el primer paso en el programa de bulímicos anónimos, tendríamos que reconocer que tuvimos que pasar por el vomitorio para ajustar un poco tanto material ya engullido hasta ese momento, porque 3 horas más tarde del convite de bienvenida comenzaba la cena de nochebuena. Pero no hablaremos aquí de vomitorio alguno porque encima queda de mal gusto. Que Nico se había pasado como 5 días preparando un pavo que fue acompañado de las cosas más variopintas como para una verdadera cena de nochebuena como corresponde: con muchas calorías. Y aquí digamos que el clima dio la nota porque estaba fresquito y hasta daban un poco de ganas de comer todas esas cosas que se comen en Argentina en la noche de nochebuena. Y como marca la tradición, se juntó toda la familia para cenar sobre las 22, y para la medianoche hubo brindis y ruido de cohetes bajo la lluvia (???!!!??). Un rato más tarde aparecieron las sobrinas Rocío y Martina a desearnos feliz navidad... y buscar sus regalos, claro! No sabemos si el regalito que el Niño Jesús les dejó aquí en Barcelona y que tuvimos que acarrear por todo el Atlántico arriesgándonos a pagar exceso de equipaje y/o tasas de aduana; como decíamos, no sabemos si a las nenas les gustó o no, pero seguro que a los tíos les encantó, ya que se pasaron un buen rato jugando con el juguete nuevo. Después vino la ronda de siempre, que saludos al resto de la familia, a los amigos,... y ese día como que estábamos un poco cansados terminamos temprano, para las 4 de la mañana ya estábamos durmiendo.
Al día siguiente las hermanas de Carlos dijeron que ya basta de tanta comida, que había que hacer algo de actividad física, y así fue que nos acercamos caminando hasta la costanera de Corrientes, sobre el río Paraná. Al llegar nos enteramos que ya pueden disfrutar del wifi los correntinos en su costanera, y también de un bus gratuito con aire acondicionado (¡y wifi!) que te lleva de un extremo a otro.
Igual, de mucho no sirvió el ejercicio físico que al día siguiente era el enésimo aniversario del casamiento de los padres de Carlos, y don Antonio se curró un arroz con pollo bajo la mirada atenta de su yerno que también hace malabares con la paella, pero ahora le tocaba estar de aprendiz.
Así que hubo gran-almuerzo-gran de celebración donde estuvo nuevamente toda la familia reunida + amigos de los homenajeados, y después de un brindis con champán y helado de limón nos arrastramos a hacer la digestión con las sobrinas en el cine con aire acondicionado más próximo a nuestro domicilio.
Por la noche tocaba otro momento gastronómico que amenaza convertirse en un clásico, que Emilio nos invitó a cenar y poder participar de cualquier evento que involucre la cocina de Emilio debería figurar en la lista de las 100 cosas que hay que hacer antes de morirse ranqueando entre las primeras, que vos (y sí, lo decimos en argentino: "vos") seguro que cuando organizás el mejor de los banquetes que se te pueda ocurrir vas a ir corriendo a la panadería más próxima a tu casa para conseguirte el pan (o peor aún, lo vas a sacar del congelador). Pero Emilio se prepara hasta su propio pan, y eso ya lo pone en un estadio superior al de todos nosotros, simples mortales. La cena era una especie de fusión de tapas mediterráneas con algunos agregados locales, lo cual fue una especie de oasis entre tanta carne, pasta, helado, sidra, pan dulce, turrón y esas cosas que se comen en estos días de calor (??!??) por la zona.

Al día siguiente del festín de Emilio, subimos a toda la familia en el auto (en realidad eran 3 autos porque todos no cabíamos en uno solo), y nos fuimos a pasar unos días a Empedrado, que la calor estaba volviendo sobre nuestras espaldas y necesitábamos una escapada low cost. Y Empedrado está solo a 60 km. de Corrientes, así que nos venía de maravillas. Allí habían barrancas para trepar, arena, playa, sol, agua... y mientras los más chiquitos se pasaban el día en la piscina, los grandes nos escondíamos en la sombra o bajo el aire acondicionado. También comimos, claro, que el 29 nos cayó allí y tuvimos los ñoquis de rigor (con estofado de pollo!). Para rematar el evento, la última noche Don tomó control de la parrilla e hizo un asado que estuvo muy bueno. Fue muy educativo explicar a los comensales que las mollejas eran la glándula esa que le iban a sacar a la presidenta en la operación del 4 de enero. Gracias a eso quedó bastante molleja sin comer, para alegría de Don que es un fan total de esta achura.
El último día en Empedrado cayó Mauricio, que nos llevó a andar en piraguas en el Paraná por la tardecita a los pocos inconcientes que aceptamos con gusto la aventura bajo un sol que rajaba la tierra pero igual hacia allí fuimos. Y hemos de reportar con orgullo que no solamente no volcamos ninguna de las piraguas, sino que además conseguimos atravesar uno de los canales del río hasta la isla de enfrente y regresar sanos y salvos en tiempo y forma hasta la costa. Con los brazos cansados y sin aliento, que la ida fue contra la corriente, y el regreso... contra el viento. Al menos al día siguiente no hubo que reportar ni contusos ni quemados, lo cual habla muy bien del equipo :-)

Y ya de regreso a Corrientes city, empezamos a prepararnos para la noche de fin de año, que esta vez los encargados del equipo de cocina eran Don y Carlos. Y como nosotros no somos Emilio, el pan vino del freezer. En nuestra defensa hemos de decir que nos encargamos de proveer el resto que era (en orden de aparición): lengua a la vinagreta, pollo a la provenzal, chivito y ensaladas varias. El tema de la nochevieja era vestirse de blanco, así que toda la familia estuvo a tono con esta tradición (o alguna versión de ella), y llegada la medianoche se procedió con el brindis de rigor + los cohetes + los fuegos artificiales + los saludos a familiares, parientes, amigos, conocidos y bienhechores... esta vez la hicimos bien y acabamos la última noche del año viejo (¿o la primera del nuevo?) como corresponde: regresando a casa cuando ya se podía cocinar un huevo rompiéndolo arriba del pavimento. Hizo calor esa noche, como corresponde, así que nos puso contentos de que todo había regresado a la normalidad.
El primer día del año nos encontró haciendo lo tradicional en estos lugares del planeta, que es despertarse sobre el mediodía, comer los restos de comida de la noche anterior, y bajar a la playa. Esta vez nos tocó ir a Paso de la Patria adonde nos esperaban Gerardo y sus amigos con quienes fuimos hasta el río Paraná. Allí tomamos un poco de sol, nos refrescamos, y más tarde le dimos al mate con pastelitos para juntar energías para la vuelta.

Pasamos una semana más en Corrientes, nos quedamos a esperar a los Reyes que prometían regalos interesantísimos venidos desde medio oriente. Las expectativas eran enormes: que misiles nucleares provenientes de Irán, protestas masivas en Siria seguidas de sus correspondientes represiones... la ansiedad era total. Así que alternábamos noches de hamburguesas en la costanera correntina con salidas con amigos. Fuimos a cenar a lo de Laura y Facundo, y el chef nos sorprendió con una lluvia de tapas variadas como antesala de unos medallones de lomo cuidadosamente preparados que estaban para chuparse los dedos.

Y finalmente llegaron los reyes, y los que nos portamos bien en el 2011 recibimos regalitos, lo cual fue una nueva excusa para reunirnos todos a disfrutar de un almuerzo de Reyes-despedida con la comida favorita de Carlos, que ya ese día partíamos de regreso a Buenos Aires, y todavía nos quedaba un fin de semana más de calor en la city.

El sábado arribamos a la gran ciudad ahora via omnibus/autocar (tachar lo que no corresponda), que es impresionante la cantidad de vehículos que hay ahora por las rutas del país así que nos sorprende haber sobrevivido ese viaje. Será que era el fin de semana del Gauchito Gil... Después de una siesta refrescante, nos dedicamos a ir de compras para conseguir nuestros últimos recuerdos de este lugar: que vinos Malbec, que mates, que objetos de cuero, que libros...

El domingo hubo el tradicional asado en lo de Lisi y Willie, donde no hubo mollejas porque ya había pasado el 4 de enero y las mollejas ya se habían extirpado. Igual, el festín estuvo para chuparse los dedos, y la morcilla... hmmm como si fuera manteca/mantequilla (tachar lo que no corresponda)

De tardecita nos pasamos un rato por lo de Silvia para conocer su fabulosa nueva casa (+ la nueva casa de Bruno, Santi y Florencia) y nos volvimos a nuestro apart-hotel en lo de Teresa en el 152. El lunes como cobardes huimos antes que la temperatura llegara a 38 grados, arrastramos en nuestro equipaje el vino, los mates variopintos que conseguimos durante la visita, sus respectivas bombillas, las remeras, gorros, camisetas, calzoncillos (???) que supimos conseguir, y tendríamos que haber puesto también en el equipaje unos frascos de Hepatalgina, que Nico nos sugirió consumir después de cada una de las comilonas navideñas.

Desde Ezeiza volvimos vía British Airways a nuestro tranquilo invierno de principios de año, ahora nos toca comenzar la dieta para sacarnos de encima todos los excesos gástricos de estos días... o instalar un vomitorio y continuar viviendo la vida loca (!) Disfrutad de las próximas fotos (son miles, pero no las pondremos a todas porque en algún momento nos tenemos que ir a dormir), y será hasta el proshen arret.