lunes, 14 de noviembre de 2011

Romántica Dublín (Noviembre 2011)

Fáilte a chur roimh!

Estuvimos de fin de semana largo en Irlanda, que no es nuestra primera vez aquí sino un regreso. Y, como lo fue nuestra primera vez, caemos a esta isla para celebrar y compartir los momentos lindos de la vida de uno y de sus amigos.

Que resulta que en Dublín vive Paula, y que Carlos y Paula se conocieron en Corrientes cuando tenían 16 años, mientras ju
gaban a ser misioneros, creían en el juicio final (y ahí sí que nos sacaremos las caretas, querida)e intentaban ordenar sin consenso las palabras Dios, Patria y Hogar.
El tiempo pasó y unos años más tarde se volvieron a encontrar en Buenos Aires, donde compartieron entre otras cosas unas sesiones de conversación inglés preparatorias para ir a conseguir marido en el hemisferio norte (junto con algun@ que otr@ lector de este blog), y poco tiempo después hacia allí partieron. En honor de la verdad se ha de decir que Carlos llevaba
ventaja porque fue a parar a Estados Unidos, donde el libre mercado hace que la oferta (y tambien la demanda!) sea muy variada. Paula eligió el desafío de venirse a Irlanda, donde ya de por sí es todo un logro conseguir encontrar a un hombre sobrio caminando por la calle, pero esta chica es muy tozuda, y finalmente encontró en Craig lo que ni ella misma se hubiera imaginado que estaría viviendo en estos días.

Y así fue que nuestro corto viaje a Dublín fue para

asistir a la fiesta de compromiso de Paula y Craig. Como ya lo habíamos hecho la primera vez que aparecimos por allí -hace como 4 años- el viaje lo hicimos con Aer Lingus, que cae dentro de nuestras lows costs favoritas porque se puede hacer check in en línea, conseguir asientos y no se ponen pesados con el tema del equipaje de mano. Eso sí, durante el viaje te piden donaciones para UNICEF y UNESCO pero como que los Iunait Esteits le cortaron el chorro a estas instituciones por el tema de Palestina, nosotros tenemos que seguir con la política que nos indica Hillary que hay que hacer y no pusimos ni un duro.

Una vez arribados a Dublin city, enfilamos derecho pa'l centro de la ciudad que allí nos pasó a buscar Paula para ir a su casa, que la fiesta era ese mismo día y en ese mismo lugar. Y conocimos al novio, y fuimos a almorzar a un pub, que no hay nada más genuino en estas islas que ir a comer a un pub (nos enteramos que la shepperd pie es originalmente de cordero, pero que si te descuidas te puede tocar de carne de vaca), perdimos las llaves de la casa al regreso, pero finalmente terminamos todos
adentro de la engaggement party.

Y tú quizás nunca fuiste a ninguna, nosotros tampoco hasta ese mismo sábado, y cundían
preguntas como "¿de qué va todo esto?" o "¿cómo hay que irse vestido?" o "¿he de llevar algún regalo para los newly engagged?" Pues que no panda el cúnico diría el chapulín, que nos lo hemos pasado muy bien en la engaggement party, y si de beber se trata, estás en el país correcto que la noche esa fue un bebederal infernal. Aunque hemos de decir por honrar a la verdad y para que Cristina tome cartas en el asunto, que las que dieron la nota allí fueron las borrachas argentinas, que Carlos tuvo que lidiar con una de ellas por un buen rato; y para sacarsela de encima hubo de utilizar la superestrategia que consiste en mostrarle su anillo de casado e invitarla a que busque al otro anillo que estaba también en la fiesta, y después de un lapsus que nadie recuerda bien qué pasó en el medio (c'est l'alcohol!) terminaron Don, Carlos y la borracha argentina bailando mi enfermedad (versión de Andrés Calamaro) en el medio del living...

También hemos de decir que Don se entretuvo practicando su lengua natal, que tuvo de rehenes a un grupito de entre 7 y 10 personas en la cocina explicándoles (en correcto inglés, claro) sus teorías sobre la evolución de los mamíferos y esas cosas que tanto interesan al ciudadano del siglo XXI. Pero lo mejor en estas fiestas obviamente ocurre sobre el final, que la gente ya va mas suelta y terminamos de guitarra-karaoke. Pero lo más interesante es esto de cuando la gente se despide, y como a la media hora vuelve porque se olvido' el móvil, o una bufanda, o las llaves de su casa,o la dirección de su propia casa...
Casi al amanecer nos fuimos todos a dormir y así se acabó la gran fiesta gran. El domingo nos dedicamos a recuperarnos de los excesos y sacar un poco las botellas vacías del hogar, y conversar de todo un poco, y mirar en la tele el X Factor show... Fuimos a cenar los cuatro (Don, Carlos, Paula y Craig) a un restaurante hindú que tenía comida muy creativa y picante (super fans somos de lo picante!), y nos volvimos a caer dormidos.

El lunes, ya en nuestro último día por allí, Paula se tomó el día en el trabajo (¡qué grandes cambios que está haciendo esta chica! Y los que vendrán...) que salimos a pasear por Dublín city que con tanta pre+in+post fiesta no estuvimos mucho tiempo afuera. Además, era un día muy especial ya que Don y Carlos celebraban que hace 8 años se conocieron en un home depot de la costa oeste (la historia real no es tan así, pero queda mejor y la dejaremos así), así que para celebrarlo Dublín
se vistió de gala y no vamos a decir que salió el sol porque aquí nunca sale el sol, pero no llovió y eso ya fue suficiente.

Dejamos nuestro equipaje en Trinity College, y de allí nos pusimos a caminar por el centro, como rodeando la zona de Temple Bar
, de allí visitamos algún que otro palacio, y enfilamos hacia la catedral de Saint Patrick. Celebramos el aniversario comiendo un buen "irish stew" en uno de los pubs de turno, y ya como que se iba viniendo la tardecita así que tuvimos que enfilar hacia la parada del aircoach que nos iba a traer de regreso a nuestra Barcelona no-natal. Antes, por supuesto, pasamos por la plaza de indignados que toda ciudad europea que se precie de tal tiene una, y también Don cumplió su ritual de comprarse su bebida favorita que no se vende aquí en España.

Nos despedimos de Paula con la promesa de aparecernos para la gran boda gran, que será en algún momento del 2012, antes que se acabe el mundo y nos llegue de una buena vez el juicio final. De momento, disfrutad de algunas fotos más que van por aquí abajo, y será hasta el proshen arret.













martes, 1 de noviembre de 2011

I AmSterdam (Octubre-Noviembre 2011)

Dag!!
Como que Don nunca había pisado este lugar de las Uropas que definitivamente ranquea entre las 5 ciudades del continente que han de ser visitadas antes de los cincuenta, y que Carlos estuvo aquí en julio pero para lo que estuvo más bien podría haberse haberse encerrado en los bloques de Bellvitge, y también es cierto que Carlos estuvo por aquí exactamente hace 10 años, pero como estamos en proceso de revisar y revisitar todo lo que ocurrió hace 10 años o más... Pues eran varias las excusas para caerse por Amsterdam, la capital de Holanda, aquí arriba nomás, casi enfrente de Inglaterra. Una ciudad muy vibrante, llena de canales, de historia, de peligros y demás hierbas (!).

La "low cost" que nos llevó esta vez desde la T2 de BCN hasta Schiphol fue Transavia, que no está mal pero tampoco es una gran maravilla. Al menos los asientos se reclinan, e incluso se pueden disfrutar de unos episodios de Friends durante la hora y cincuenta minutos del vuelo.

Ya en llegados a Amsterdam (ex Amstel-dam, ciudad construida en el dique sobre el río Amstel), descubrimos con sorpresa que la calle donde estaba nuestro alojamiento estaba adornada con lucecitas rojas encendidas día y noche, con unas vitrinas muy particulares de las cuales no contaremos mucho porque... claro, no hay mucho que contar (excepto esa chica que Carlos decía que se parecía a Sarah Louise, pero que no debía de ser ella porque no iba armada).

Lo bueno de estar alojados en la zona céntrica-centrica es que estás muy cerca de todo lo que hay que ver en una primera visita (la primera de Don), lo cual está bueno porque se puede uno perder entre canales, calles y callejuelas a gusto, que nunca te puedes ir muy lejos.

Muy cerca de nuestro hotel estaba la Casa de Ana Frank, que mereció nuestra primer visita que al final terminó siendo la última por la larga cola de gente que había para entrar. A metros de esa Casa está el Homomonument que nos recuerda a los que fueron obligados a llevar el triángulo rosa durante la segunda guerra mundial.

Desde allí enfilamos para el centro, y fuimos a parar al Museo de Historia de Amsterdam. Y mira que no somos de mucha paciencia en los museos, pero en éste estuvimos más de 5 horas (también ayudaba que había wifi gratis adentro, pero no era ese el caso, que bien podríamos habernos quedado en la puerta y usar la wifi desde allí). Con muchas actividades interactivas, ilustraciones, historias, videos,... Realmente un museo muy ilustrativo y muy entretenido.

De alli tuvimos que salir corriendo porque teníamos que llegar en punto a nuestro curso de degustación de quesos en Reypenaer, que Don encontró información sobre ésto en la Lonely Planet, nos apuntamos y hacia allá fuimos. Y fue en este lugar que Carlos descubrió que no solo es daltónico de la vista sino también del olfato, que todos los quesos le olían igual (a pie humedo sería la descripción más precisa), pero como que había que aguzar la imaginación, rápidamente aparecieron en su hoja de apuntes los olores más diversos: a setas, nueces, sales marinas, oleos,...etc. y se llevó la nota máxima del curso, mientras que el pobre Don que fue honesto y puso lo que realmente le parecía, se llevó un "haz de esmerarte más". Pobre, él todavía no se entera de cómo funciona este mundo...
De la cata de quesos nos volcamos a intentar degustar la cocina holandesa, que se ve que viene rica en potajes y en una especie de puré mezclado con otras cosas. Que no estaba mal, pero con una noche de comida local ya nos alcanzó; y a partir de allí nos dedicamos a probar la comida de las ex-colonias: Indonesia, Surinam, Sudáfrica... todas con elementos muy distintos que ofrecer, y sobre todo nos sorprendió la cocina de Indonesia.

Al día siguiente decidimos alquilar bicis, que este es EL lugar para andar en bici que todo es plano-plano como el producto tensorial (!!??!). Y como la ley de Murphy dispone, ese fue el peor día de los cuatro que estuvimos allí, que caía agua a cada rato, con viento y frío. Igual no nos amedrentamos y salimos de rally por ahí. Enfilamos hacia la zona del puerto solo para descubrir que eso se parecía sospechosamente a Puerto Madero, así que ahora ya no solamente los londinenses, parisinos, madrileños y neoyorquinos pueden encontrarse como en casa en Buenos Aires, sino también los amsterdinos (amsterdianos? amsterdinenses? amstersolitanos?).
Después de un interesante paseo en bici a través de muelles y canales, enfilamos hacia el Museo van Gogh, nuestro favorito en esta visita (también tiene wifi gratis :-) ), aunque lo tuvimos que saborear rodeados de miles de personas en todo momento, que era el día ideal para estar adentro de un museo con tan mal tiempo afuera. Pero igual lo pudimos disfrutar, que la historia y el arte de van Gogh son interesantes de apreciar. La exposición temporal era de fotografías de fines del siglo XIX que tampoco estaba mal.

Al día siguiente nos tocaba el reto mayor, el Rijksmuseum que es como la versión holandesa de El Prado, con obras de Rembrandt y otros varios maestros holandeses. El museo no estaba mal, aunque está en grandes restauraciones hasta el 2013 así que la visita se hace bastante corta (y además no tienen wifi, ni gratis ni de pago).

Del Rijskmuseum fuimos a disfrutar un poco del solcito (ya habíamos devuelto las bicis, claro) al Mercadillo de la calle Albert Cuyp, que en unos 500 metros ofrece todo tipo de mercancías para la dama y el caballero. Don se consiguió unos cables para su ordenador portatil a mitad del precio de lista. A Carlos le sorprendió que exista el regateo en Holanda, a lo que Don solo atinó a contestar: "si la vendedora era rusa"..

De allí fuimos a descansar un rato al SafariPark, ahí cerca del museo, que todavía nos quedaba una tarde de museos y había que reenergizarse. Almorzamos comida típica, ya no sabemos de qué parte del planeta era, pero era típica-típica.

Del lunch nos dirigimos hacia el barrio judío de Amsterdam, que tocaba visitar el Museo Histórico Judío (wifi gratis!), donde se puede repasar toda la historia de los distintos grupos de judíos (Sefardies y Ashkenazis) que se mudaron a Amsterdam durante distintos momentos de la historia, de cómo vivían aquí y de todo lo bueno y lo (mucho) malo que les tocó pasar.

Finalizada la visita, nos dirigimos una vez más hacia la Casa de Ana Frank, a ver si podíamos entrar de una buena vez. Y lo conseguimos. La visita estaba buena, y había wifi en la casa aunque nunca conseguimos conectarnos. El tema es que habiendo tanta gente se pierde un poco la dimensión de los espacios, como si en lugar de estar en la parte de arriba de una casa podrías haber estado en el sótano, o en un túnel,... como que nos perdimos un poco. Pero igual la experiencia vale la pena, y obviamente es uno de los "must" de esta ciudad.

Y ya en finalizando nuestra visita a la ciudad, durante la última noche nos regalamos un festín de comida de Surinam que después la rebajamos a fuerza de fruitbeer (Kriek es nuestra marca favorita, por lejos), que era la noche de brujas y había que conjurar a los malos espíritus.
Al día siguiente hicimos poco y nada más que desayunar, preparar el bolso, despedirnos de las chicas que trabajaban en la cuadra y volvernos para BCN, y a comprar nuevos billetes de avión para el proshen arret!