lunes, 11 de mayo de 2015

Oh de Colonia (May 2015)

Alles Gute zum Geburtstag!       
La primavera está a full entre nosotros, y éste es siempre un buen momento para ir a visitar al motor de Europa que allí la peña se pone de buen humor cuando hay buen tiempo. Y así fue que nos dirigimos comme d'habitude a la T2 del Aeropuerto de Barcelona, a pillar RyanAir que sigue siendo por lejos la mas low cost de todas, y aunque te trata un poco como ganado de carga, en un par de horitas de publicidad de venta de productos a bordo te deja aterrizado y tranquilito como una seda en el flamante aeropuerto de Colonia/Bonn, en el oeste de Alemania, sobre el río Rin.

Nuestra primer sorpresa al llegar fue que había huelga de trenes alemanes, lo cual hizo que en lugar de que nuestro tren pasara a las 8.30 como estaba anunciado, llegara una media hora más tarde que habrá sido como lo peor de lo peor para los locales. Nosotros como en cuestiones internas no nos metemos, esperamos en silencio la llegada del tren, y una vez arribados a la hauptbahnhof de Colonia, ya nos encontramos que allí al ladito teníamos el fabuloso DOM, la catedral de esta ciudad que es uno de los "must be seen" del país.
Un edificio imponente que tardó varios cientos de años en construirse, y que sobrevivió a los bombardeos de la segunda guerra para seguir maravillándonos día a día.

En este viaje estrenamos la experiencia AirBnB que resultó ser bastante positiva, ya que por lo que hubiéramos pagado por una habitación doble de hotel razonable sin desayuno, conseguimos un apartamento más que razonable para dos personas en pleno centro de la ciudad. Que en estos días que pasamos allí no necesitamos utilizar más transporte público que el tren que te hace entrar a la ciudad y el que te saca de ella de lo bien ubicados geográficamente que estábamos. La "contra" del AirBnB es que hay que lidiar con un ser humano que te espera, te muestra su casa y es amigable hasta el extremo contigo cuando lo único que quieres es que se vaya para quedarte en calzoncillos y chequear el whatssap.

Luego de haber lidiado con el whatssap, fuimos a cenar. Aunque eran las veintiytantas en una ciudad grande como Colonia hay lugares razonables para cenar abiertos hasta tarde. El desafio en este viaje fue de conseguir hacer una comida con platos locales que no incluya patatas. ¿Cómo habrá sido la vida de los germanos antes del contacto con el nuevo mundo? No queremos ni imaginarnos la de porquerías que habrán tenido que comer por siglos estos chicos hasta que llegó su salvación en forma de tubérculo allá por el 1500. Misterios de la historia...

Nuestra primer cena no consiguió pasar el test potato-free aunque no estuvo para nada mal. De allí  fuimos cansaditos a dormir en el flamante apartamento, que al día siguiente nos tocaba explorar la ciudad. Y comenzamos a caminar esa mañana luego de un tardío desayuno, llegando hasta la Rathaus que obviamente está en un costado de la Rathausplatz, con unas campanas que suenan con puntualidad alemana a las 12 y a las 17 hs. cada día.
Llegamos al de las 12 mientras nos distraían unas cuantas parejas de recién casados que salían de la Rathaus. Escuchamos las campanas, y de allí nos acercamos hasta las orillas del Rin, que el día estaba soleado, y nos bebimos una kölsch, que es la cerveza local y que bebe todo el mundo en vasitos de 0.2 l... uno tras otro y sin parar. Nos pedimos un par de platos con salchichas locales y schnitzels, que obviamente vinieron cubiertos de patatas y chucrut hasta el gorro, así que no cumplimos para nada el objetivo de no-a-la-patata en ese mediodia.

Acabada la comilona, para hacer un poco de digestión caminamos un poco por el borde del Rin hasta llegar a uno de los puentes que está más allá del Museo del chocolate (al que no entramos porque para que te cobren 9 euros la entrada y luego encima te vendan chocolates adentro...), cruzamos del otro lado. Lo que parecía un bonito parque para tirarse un rato al lado del río acabó siendo un feo parking de coches así que continuamos la marcha un poco más hasta llegar al puente por donde cruzan los trenes, que está románticamente lleno de miles de candados con nombres de parejas que tienen esa extraña costumbre de venir a sellar su amor poniendo un candado en el puente. Don se pregunta si cuando la pareja se rompe se toman el trabajo de venir a quitar el candado, pero no sabemos muy bien a quién dirigir esa pregunta así que queda en el aire.

Cruzamos el puente de los candados y llegamos nuevamente al corazón de la ciudad. Nos tomamos algunas bebidas con cafeína en el bar del Museo Ludwig, y ya repuestos de tanta energía gastada, entramos en el Römisch-Germanisches Museum, que tiene una colección de objetos de la época de los romanos (que fueron los que fundaron esta ciudad y de ahí que lleva ese nombre de Colonia), y una colección de mosaicos romanos en MUY buen estado, muy bien conservados y casi que parecían recién salidos de fábrica. Muy interesantes de ver y admirar.

Acabada la inmersión latina, nos dirigimos a visitar el Dom, la fabulosa catedral de Colonia. Y mira que Europa tiene iglesias que acojonan y uno debería de estar acostumbrado a ellas. Ésta destaca por varios motivos: mucho vitraux y consecuentemente mucha iluminación. Y también una estructura imponente que domina totalmente la ciudad. No hicimos el ejercicio físico de subir los 95 metros hasta la cúpula porque uno de los miembros de este equipo (y la ley orgánica de protección de datos nos obliga a no dar más información sobre este tema) se encontraba mal del estómago. Así que decidimos comenzar a volver despacito a casa, mirando un poco esas tiendas de productos "bien hechos" que solo se venden en este país, y comprando algunas cosas en el super ya que teníamos cocina propia para aprovecharla.

De noche fuimos a cenar nuevamente más salchichas y schnitzels, con consiguientes patatas, chucrut y demás. También habían bastantes platos con espárragos, que estamos en la época y la gente de por aquí se ve que les tienen fascinación a este vegetal. Acabamos la noche bareando por ahí, que Colonia es bien conocida como destino festivo para aquellos a quienes les va la noche. Hay que tener el estómago preparado, eso sí, porque aquí la gente bebe moderadamente.... por unas 5 o 6 horas sin perder el norte. Bueno, en rigor de verdad, hay borrachos, gente que grita y demás, pero toda la escena nocturna se desarrolla  con bastante tranquilidad y sin incidentes que reportar. No duramos mucho tampoco bareando por allí, que como nos habíamos comprado la museumkarte, al día siguiente íbamos a tener bastante por ver en la metrópolis.

Y así fue que la mañana siguiente, luego de un tardío desayuno, nos dirigimos primero a ver un poco de ruinas medievales de las murallas de la ciudad. Luego entramos al Kölnisches Stadtmuseum, que te cuenta cosas de la historia de la ciudad que tienen su gracia. De allí nos dirigimos al tenebroso Centro de Documentación NS, que era el cuartel de la Gestapo durante la época nazi y todavía conserva celdas con inscripciones de presos y torturados allí.

Acabada la lección de historia, comimos algo típico en un bar típico así que nos volvieron a caer las patatas en sus más variadas presentaciones, preparamos mate y nos fuimos nuevamente hacia la costa.

Nos metimos primero en el Pretorium, que son unas excavaciones de ruinas de la época romana de la ciudad, que incluye una visita al sistema de cloacas de la ciudad tal como lo diseñaron los romanos. Una joya de precisión ingenieril.

De allí nos fuimos al puerto, que tocaba una horita de paseo por el Rin en uno de los barcos que hacen ese tour. Fue un paseo refrescante, tomando mate a bordo y teniendo siempre como marco de fondo la impresionante catedral. El Rin estaba crecido (como corresponde en primavera), y con mucha corriente. Comparado con el segmento del Danubio que vimos en Budapest hace poco, se parecen bastante al menos en este tramo.

Acabado el paseo en barco, mientras nos caía un poco de lluvia encima nos refugiamos en un Starbucks hasta que llegó la calma. Ahí enfilamos para el piso nuevamente, descansamos un poco, y acabamos cenando en un bar de esos bien locales donde la comida es muy poderosa, aunque imposible de encontrarla patata-free. De alli nuevamente copa tras copa en bar tras bar, volvimos a dormir a las nosabemos qué hora (y aunque lo supiéramos, la ley orgánica de protección de datos tampoco nos permitiría decirlo).

El domingo nos encontró resaqueando un poco pero contentos. Hicimos checkout del airbnb antes de que caiga el próximo huesped, volvimos a la hauptbanhof, y de allí nos dirigimos hacia Bonn, la antigua capital de la República Federal Alemana, que está a pocos minutos de Colonia. Bonn es una ciudad tranquila, muy arreglada y organizada, y en su curriculum acumula bastantes títulos -ademas de haber sido capital de algún país alguna vez- como haber sido la cuna de Beethoven.
Fuimos a ver la casa natal de este señor, pero no entramos porque creemos que estaba cerrada (al menos la puerta lo estaba). Desde allí nos arrastramos hasta el Rin pasando por monumentos y edificios europeos varios, comimos finalmente algo sin patatas (como un hotdog, aunque seguro que el pan algo de patata tenía) regado por una generosa kolsch, de allí fuimos a dormir una siestita en un parque de por ahí, y luego entramos a visitar el Arithmeum, un museo de la aritmética curioso y bastante bien organizado. Vale la pena visitarlo.

Acabado el baño cultural, nos regalamos unos señores helados en otro de los parques del por ahí, una visita a la Münster Basilica -que la Lonely Planet dice que hay que verla, un paseíto por el centro nuevamente haciendo tiempo hasta que vino el bus de las 18.46 a llevarnos al aeropuerto, adonde RyanAir -rasca y gana a 2 euros mediante- nos volvió a dejar con vida sanos y salvos en la T2 de Barcelona.

Para ser una escapada de fin de semana está más que bien el periplo, aunque sentimos que volvemos un poco más viejos que cuando salimos para allá pero es la vida que nos alcanza, ya lo sabemos.
Mientras nos recuperamos y volvemos a la dieta mediterránea potato-free, disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret.
Auf Wiedersehen!