lunes, 20 de junio de 2016

Men Orca (Jun 2016)

Es Mercadal!

Llega el verano al hemisferio norte y nuestras escapadas crecen. Esta vez repetimos un lugar al que ya vinimos hace tiempo para conocer y hacer el test del guante blanco de las nuevas posesiones de Nacho y Alex, que luego de conquistar el Eixample Izquierdo de Barcelona, han decidido desembarcar en esta isla e incorporarla a su lista de territorios ocupados.
Los envidiamos profundamente, pero igual aceptamos su invitación a pasar unos días con ellos.

Para los que asociáis las islas Baleares con sol, playa y marcha, teneis que quitar la última palabrita de estas tres cuando os decidáis venir a visitar esta isla, que aquí está todo muy protegido y todo es muy familiar. Mucho inglés por todo lado desde tiempos inmemorables, pero nada de fiestas ni de ruido ni de cosa rara. Para eso tenéis que ir a la otra hermanita menor de este conjunto de islas, Ibiza.

Bajados los decibeles de esta nota, a hacerse una idea que nuestro finde largo fue de playita, buena comida, atardeceres y amaneceres tranquilos y fabulosos, y lo mejor lo mejor lo mejor que te puede pasar es que tus hosts sean Nacho y Alex que ellos se encargan de pasearte por la isla y contarte cosas. Mucho mejor que contratarte guias de turismo o andar con el Google Map o Google Earth o WikiTravel o equivalente.

Lo cierto es que luego de un vuelo de unos 35 minutos con Vueling, nuestra compañía amiga de esta temporada, aterrizamos en la isla y ya teníamos del otro lado de la puerta del pequeño aeropuerto de Mahón a unos sonrientes y bronceadísimos Nacho y Alex que como primer gran error de esta visita, se habían olvidado de llevar unos carteles con nuestros nombres. No se les pasará la próxima vez, os lo digo por si os invitan, que sepáis que tendréis a ellos esperando con el cartel ahí mismo en el aeropuerto.

Y ya saludados y abandonado el aeropuerto, nos dirigimos hacia el sur, adonde está su nuevo territorio, sobre la playa de Son Bou. El chalet que tienen es envidiable, y las vistas, magníficas. Hay que hacer un esfuerzo enorme para no odiarlos profundamente que ellos se pasan todo el mes de junio despertándose con estas vistas mientras a ti simple mortal te toca la ventana de la vecina del edificio de enfrente. Su terraza apunta hacia el sur, y en los días despejados (que son muchos) se puede ver a Mallorca en el horizonte. Muy muy muy bonita la ubicación.

Desayunamos con ellos unas típicas ensaimadas del lugar, y luego nos comenzamos a poner en movimiento, que esto de ser viajero frecuente es un trabajo que no te da tregua. Bajamos hacia la urbanización para hacernos de algunos snacks, y ya enfilamos hacia la playa. Hacía calor pero con bastante viento así que el mar estaba un poco movidito.

Igual había gente (no mucha, pero había) por allí. Caminamos un buen rato por la costa hasta llegar a un chiringuito donde nos tocó comer. Pescado fresco de la isla, claro. Que estaba MUY bueno, y fue disfrutado con vino tinto local, que hay poco y no es fácil encontrar buen vino, pero lo hay.

Los postres (también locales) fueron regados con un "licor de hierbas" que es típico de las islas. Hemos de advertirte que si no te va el anís, que ni se te ocurra oler este brebaje porque te caerá espantoso.

Acabado el primer bacanal, fuimos a escondernos a una de esas calas a las que cuesta llegar y por eso no hay casi nadie. Nos bañamos un rato, y como el sol picaba de lo lindo, nos fuimos pronto.

Regresamos caminando por una porción dels "Camí de Cavalls" que rodea toda la isla y te pasea por humedales, sierras, playas y calas. Acabamos la tarde visitando el bar-lounge más próximo a su domicilio, compramos algunos quesos y vinos de la tierra en el supermercado de por ahí y regresamos a la espléndida terraza para ver la puesta del sol. Antes de ello, disfrutamos un rato de la piscina que tiene la comunidad aquí, que también tiene su gracia.

Como que estamos cerca del solsticio de verano, si vas a cenar al oscurecer es fijo que no lo harás antes de las 22. Fuimos a un restaurante no muy lejos de allí con comida local que estaba bien, y que tenía bastante gente. Un buen dato para los visitantes, la cocina de la mayoría de los establecimientos gastronómicos tiene horarios amplios y generosos, para satisfacer los caprichos de cuanta nacionalidad venga a descansar por aquí.

A la mañana siguiente amaneció nublado y con pronóstico de lluvia. Luego de un late breakfast, subimos al coche y fuimos hasta el Monte Toro, desde donde se tienen unas vistas panorámicas fantásticas de la isla. Es que aquí puedes ir de un punto a otro de la isla en menos de 1 hora (en coche), es muy pequeño el lugar!

De allí fuimos a comer a un hotel rural de estos que están de moda ahora, de esos que están escondidos en el medio de la nada y te prometen tranquilidad y desintoxicación por un módico precio. La comida, muy buena. Tenían un postre de un queso local que venía con gelatina de romero muy curioso que fue interesante probarlo.

Acabado el festín, nos volvimos a arrastrar al coche bajo una lluvia que amenazaba con ponerse más fiera, y fuimos hasta el puerto de Ciutadella, en el extremo oeste de la isla. Al llegar, se vino una linda tormenta que hizo que tuviéramos que refugiarnos un rato en un cafe, pero acabada la misma salimos a pasear por el casco viejo de la ciudad, y luego más animados porque nos salió el sol, nos pusimos en marcha hacia el final del puerto viejo, donde se encuentra con el mar, y disfrutar de unas vistas muy bonitas siempre rodeados de un azul muy profundo.

Contentos de haber visto el sol nuevamente, y un poco cansados, retornamos al chalet de Son Bou con una parada en un supermercado más local donde pudimos abastecernos de más ensaimadas, y también más vino local, quesos, y sobrasadas que es el embutido típico de la región. Algo no recomendable para los que tienen problemas de colesterol, hipertensión, etc, etc, etc, porque la sola vista de este producto te puede tapar las venas.

En regresados al chalet, tuvimos poco tiempo como para cambiar de calzado y volver a subir al coche para esta vez dirigirnos a cenar a Mahón, la otra gran ciudad de esta isla que está en el extremo este.

El lugar elegido para la cena fue una taberna muy típica de aquí y frecuentada por los locales, donde pudimos probar ortigas de mar rebosadas, que era la primera vez que (sepamos que) comemos anémonas, y la experiencia fue curiosa. Otro vino local nos hizo de acompañamiento, y nuevamente regresamos a casa rodando con el estómago lleno y el corazón contento.

La mañana siguiente nos encontró quitándonos el resacón con una ensaimada de crema para el desayuno. De allí nos fuimos a caminar por una porción del Camí de Cavalls no muy lejos de Son Bou, subimos hasta lo alto de una sierra donde habían unas vistas espectaculares e impresionantes de la playa.
Del otro lado se encontraba la cala Llucalari, coronada por un antiguo barracón militar donde seguramente varios hicieron la mili allí en la época en que se hacía la mili allí. Ahora está abandonado y probablemente haya un museo o centro de interpretación.

No llegamos a verlo ya que de allí nos volvimos hacia Son Bou donde comimos algo como para calmar el estómago nuevamente con vistas a la playa. Luego nos subimos al coche para ir hacia el norte de la isla, a la zona de Fornells, donde pudimos apreciar un pequeño puerto con mucho velero aparcado allí, una torre de esas de vigilancia que rodean la isla desde tiempos inmemorables, y mucho mar alrededor.

Luego nos dirigimos a una de esas playas que hay por la zona como para tomar un poco de sol y poder decir luego que vinimos a la playa. Nos tostamos un rato y mojamos un poquito (no mucho que el mar estaba picado en el norte), y volvimos a subirnos al coche para ir a visitar el faro que está lo más al norte de la isla. Allí había un centro de interpretación y algunas cuevas desde las cuales se tenían unas vistas imponentes del mar, y unas cabras paseando por allí que tenían su gracia.

Como ya se iba acabando la tarde nos regresamos otra vez al chalet como para disfrutar de unos mojitos desde la super terraza mientras íbamos viendo caer la noche.

Nuestra última cena fue en el restaurante "El Molino" en Es Mercadal, en el centro de la isla, adonde Don recordaba que hace 7 años se pidió un cabrito al horno muy bueno, y no haremos el juego tonto de preguntaros que adivinéis qué se pidió Don anoche, que todavía tenemos los restos de esa inmensa porción en una caja en la nevera de casa, junto con las explosivas sobrasadas.

En nuestra última mañana en la isla la pasamos disfrutando de las excelentes vistas que hay desde la fabulosa terraza que será imposible de olvidar por bastante tiempo, desayunando una ensaimada más, preparando el bolso y de allí al aeropuerto que hay que hacer nuevamente unos 35 minutos de vuelo para aterrizar en Barcelona y volver a la rutina, un poco más quemaditos y seguro seguro seguro con algunos kilos de más.  Nacho y Alex se quedan por allí unos días, quina enveja...
Y aquí os dejamos, disfrutad de las fotos que siguen y del verano que se acerca (los que tenéis un verano que se esté acercando), y será hasta el proshen arret, que es más probable que nos veamos las caras "en vivo" antes de que volváis a leernos por aquí... Apa Siau! :D














lunes, 6 de junio de 2016

Zagreb, Zagreb (Jun 2016)

Bok!

El verano se está acercando al hemisferio norte, y con él las ganas de escaparse por allí a visitar esos lugares adonde el low cost te permite llegar un poco antes de que la calor no nos deje ni imaginarnos andar trabajando de turistas por allí.

Y hete aquí que una vez más decidimos pillar Vueling, nuestra aerolínea de bajo coste favorito de estos días, para ir a conocer Zagreb, la capital de Croacia, en la parte oeste de los Balcanes. Y es que ya habíamos estado en la costa mediterránea de este país tiempo atrás, pero quedaba llegarnos hasta el corazón de Croacia para ver que tal, que dicen que son muy distintos. Y hacia allí fuimos.

La primer sorpresa del viaje fue descubrir que si bien Croacia forma parte de la Unión Europea desde hace rato, todavía no está en la zona Schengen, la de libre tránsito. Entre este detalle y el hecho de que exactamente la mitad del equipo que escribe este blog no tiene ciudadanía europea todavía, no pudimos hacer check in en línea de nuestro vuelo, lo cual nos llevó a un pequeño madrugón el día de partida que recuperamos durmiendo una siestita en las 2 horas de vuelo que nos llevó el transporte.

Ya llegados al aeropuerto de Zagreb y pasado por una de esas máquinas maravillosas que te dan billetes a cambio de que les escribas un código secreto de 4 dígitos, comenzamos nuestra visita a la capital de Croacia. Del aeropuerto nos dirigimos en bus hacia el centro, y allí tram mediante llegamos hasta nuestros aposentos, que habíamos alquilado un pequeño departamento por 3 noches cerca del centro.

La primer sorpresa del día fue enterarnos que nuestro "pequeño apartamento" era en realidad la mitad de la planta baja de una casa enorme de unos 3 pisos que estaba vacía y tenía un aspecto de semi-abandonada. O sea que nos pasamos unos 3 días solos en un lugar que podría haber sido la residencia de los Adams, pero con todas las comodidades que uno se puede esperar encontrar en un lugar así, desde wifi hasta tv con cable.

Lo bueno de tener tu alojamiento cerca del centro de la ciudad es que puedes ir caminando a todos los sitios interesantes, que casi todos están en el centro-centro y muy cerca unos de otros. También hay sitios para irar y ver alrededor del núcleo urbano, como unas montañas que están ahí al lado nomás. Pero eso lo dejamos para otra visita, que en esta primera nos dedicamos a conocer, descansar y relajarnos.

Así fue como nuestra primer actividad fue ir al restaurante más próximo a nuestro domicilio a degustar platos locales. Que no estamos aquí en el Mediterráneo y no se espere uno grandes sorpresas gastronómicas, que ya se sabe que cuanto más al norte te marca el compás, más grasas y patatas te aparecen en el plato.

Pero igual disfrutamos con unas sopas de tomate y carnes a la brasa que no estaban mal. Aparentemente los platos principales siempre vienen con algun carbohidrato que los acompaña, y encima hay que pedirse una ensalada o te miran raro l@s camarer@s.

Acabado el bacanal fuimos a pasear por el centro de la ciudad. Las guías de viaje ya lo indicaban y así lo confirmamos: en junio hay una lista grande de festivales en Zagreb: de música, de cine, de bicicletas, del orgullo,...

Nos acercamos a uno de los stands donde prometían música más tarde, nos informamos con algunos panfletos que había allí, y luego nos dirigimos hacia la catedral de la ciudad, que es imponente y se ve desde casi todos los puntos de la misma. Por adentro es como cualquier iglesia de las tantas que pululan por este continente, con algunas inscripciones hechas en el antiguo lenguaje escrito local.

Luego de la visita religiosa fuimos a por un café que nos estábamos durmiendo, y una vez recuperadas las energías nos dirigimos a un parque en los alrededores de la catedral que estaba bastante bien. Todo es muy verde por aquí y se nota que llueve mucho ya que en cada uno de los días de nuestra visita tuvimos unos 30 o 40 minutos de chaparrón intenso para luego dar lugar al sol.

Del parque nos volvimos poco a poco hacia nuestra mansión abandonada, que queríamos reposar un poco antes de la noche que ya nos estaba invitando a ir de conciertos varios. En el camino de regreso a casa nos hicimos de vino local y también de fresas (frutillas) muy rojas y muy sabrosas. Sin comparación con esas de invernadero que nos aparecen los 365 días del año en la verdulería más próxima a nuestro domicilio, éstas eran magníficas.
Hecha la siesta en nuestros aposentos y sin fantasmas que reportar, pasado el primer chaparrón, salimos a disfrutar la noche Zagrebina. En algunos puntos de la ciudad habían conciertos al aire libre, en otros las actividades se habían suspendido por lluvia.
Nosotros estuvimos primero en uno donde tocaba un grupo temas musicales un poco folclóricos (aunque luego se pusieron con unas rancheras mexicanas), y luego acabamos en una plaza donde un coro estaba cantando gospel con bastante gracia. Más gracia tenía Don cantando en simultáneo con ellos su versión profana de estas canciones, donde se reemplaza "amen" por "hey men!" y "Jesus" por "Baby".

Acabado el concierto de gospel que fue propiamente acompañado por cerveza local (que estamos cerca de Alemania por aquí así que las costumbres no difieren mucho de las de allí en lo que se refiere a bebidas), cenamos en un lugar de esos de comida al paso.
Nos hicimos de unos bocadillos (sandwiches) de carne a la parrilla que estaban buenos y parecían bastante locales. Al menos eran populares entre los locales ya que había cola para conseguirlos a las 11.30 de la noche. Para conciliar el sueño acabamos en un bar de esos que te dicen que hay que ir, pero no había mucha gente y nosotros estábamos cansados así que fuimos a dormir temprano ese día.

La mañana siguiente nos encontró más descansados y con ganas de emociones culturales, así que luego de un late breakfast donde el elemento principal fueron obviamente las fresas rojas, oscuras y dulces, nos dirigimos hacia el Museo de Tecnologia Nicolas Tesla, que se ve que Tesla era croata y motivo de orgullo para los de este país. El lugar era interesante, muchos motores y esas cosas que a Don le gusta ver.
De allí nos dirigimos hacia el Museo de Etnografía donde pudimos apreciar vestimentas típicas y elementos propios de la cultura local, así como una muestra de fotos de pobladores rurales que tenía bastante gracia.

Acabado el baño cultural matutino, paseamos un rato por el Jardin Botánico que el calor estaba comenzando a apretar y había que apaciguarlo un poco de alguna manera. Luego fuimos a comer a un restaurante donde la comida no era espectacular pero al menos era barata, y de allí nos dirigimos a visitar otro museo, el arqueológico, para encontrarnos con una buena colección de elementos egipcios, griegos y romanos. Y no es de extrañar que hayan cosas griegas y romanas en los museos de por aquí, que Croacia está geográficamente cerca de ambos lugares y tuvo mucho contacto cultural y comercial con ellos.
Exhaustos de tanta cultura, nos sentamos a cafeinarnos un poco en uno de las miles de terrazas que hay por aquí. El café parece ser el deporte favorito de esta ciudad, que siempre puede encontrarse un bar en casi cualquier punto cardinal. Repuestos del cansancio cultural, comenzamos a adentrarnos en la "zona de arriba" de la ciudad, que es adonde están los edificios más emblemáticos y varios museos más.
Atravesamos la plaza donde funciona el mercado de frutas y verduras de la región cada mañana, y nos perdimos un poco entre terrazas y restaurantes hasta llegar a un parque. Allí comenzamos a ascender hasta la parte alta del pueblo, y nos encontramos con la iglesia de San Marcos que es muy bonita y fotogénica.
Luego nos acercamos a uno de los extremos de la zona alta donde pudimos ver la ciudad desde arriba y tomar algunas fotos.
Pasamos por delante del Museo de las Relaciones Rotas, pero no nos animamos a entrar que estas cosas después pueden traer mala suerte, nosetú. Igual el precio también era bastante más caro que los otros museos, así que quedará para otra oportunidad esta visita, o quizás nunca.


Cansados y contentos de tanta caminata y tanto museo, comenzamos el regreso hacia nuestra mansión destartalada bordeando la zona alta, y con la ayuda del GiPieSe conseguimos retornar con éxito a nuestro domicilio luego de habernos perdido por parques y calles extrañas que serpentean en cualquier dirección.
Ya en casa,  haciendo un rato el perro se nos hizo la noche. Elegimos como lugar de cena uno de esos restaurantes recomendados, y no salió mal el plan aunque la comida local es un poco pesada para un estómago mediterráneo. De allí fuimos nuevamente de bares y demás, y regresamos a casa tarde con la ropa llena de humo, que aquí te dejan todavía fumar en bares y restaurantes,... y la peña parece ejercitar su derecho con entusiasmo.


Nuestro último día completo en Zagreb lo dedicamos a bajar el resacón con un poco de mate, para luego enfilar nuevamente hacia la zona alta de la ciudad. Allí disfrutamos un rato del mercado, y luego nos dirigimos hacia la zona de la iglesia de San Marcos, adonde vimos la ceremonia del cambio de guardia del mediodía.
Sentimos un poco de pena por los tiarrones esos que estaban ahí haciendo el numerito bajo un sol que abrasaba la piel, y ellos portando todavía el modelito de guerra de invierno. Cuanta injusticia hay en este planeta todavía...

Acabados de deleitarnos la vista con tanta hormona junta disfrazada ahí bajo el sol radiante de junio, nos dirigimos al Museo de Historia de la ciudad que tiene una colección muy interesante sobre la vida en Zagreb en 1945, el año en que acabó la Segunda Guerra Mundial y que fue crucial para el futuro de esta/e ciudad/país. De allí fuimos a conocer el Museo de la Ciudad de Zagreb que también merece la pena visitar, con muchas salas que te van paseando por la historia de esta muy atractiva urbe.
Acabamos las visitas contentos y con hambre, y nos dirigimos a un restaurante de lujo-lujo a darnos un bacanal de despedida de esos que valen la pena: que quesos trufados, que carne cocida lentamente, que confit de pato, que pasta hecha por la abuela de alguien de por aquí, que vino bueno de la región,.... acabamos con el estómago lleno y el corazón contento, y comenzamos a enfilar el regreso hacia nuestro apartamento porque habían unas nubes que nos estaban amenazando. En el camino nos hicimos de una caja más de fresas, que ya se nos habían acabado las del día anterior.

Pasada la lluvia y ni bien entrada la noche, decidimos cenar livianito porque todavía nos pesaba la comida del mediodía, y caímos a un pub de esos que fermentan su propia cerveza y preparan sus propias salchichas... y al diablo con el plan de la cena light! Que entre salchichas varias, goulash con pasta y unas especies de canelones pero rellenos de un queso muy suave como la ricotta, volvimos a salir rodando de allí directo a casa a dormir la mona.
En nuestra última mañana en Zagreb nos dedicamos a acabarnos las fresas, comenzar a hacer el bolso, buscar estampillas para enviar postales en la oficina de correos del barrio,... y comenzar a deshacer nuestro camino de llegada, tram primero y bus despues hasta el aeropuerto adonde nos esperaba nuestro Vueling de regreso a Barcelona con un servicio de azafatos all-male que suponemos es una muestra de que la discriminación por sexos comienza a ser algo del pasado.
Y ya llegados a casa y desarmando el bolso, la mitad más uno de los miembros del equipo de redacción de este blog coincide en que Zagreb es una ciudad tranquila e interesante, con mucho para ver y disfrutar. Vale la pena una visita de finde largo, o extenderla un poco mas y conocer también las montañas de alrededor. Definitivamente recomendable. Y aquí os dejamos con algunas fotos más para que la conozcáis mejor, y nos despedimos hasta el proshen arret... Zbogom!