domingo, 20 de octubre de 2013

Munich/Müngen/Monaco di Baviera

Guten Tag!

Una vez más Lufthansa, nuestra compañía aérea casi-low-cost favorita, nos trajo un par de billetes a Munich/München/Monaco di Baviera a precio de liquidación. Uno podría imaginar que la ganga era completa porque el viaje iba a ser en la mitad de octubre, como para disfrutar del Oktoberfest... Pero lamentamos informaros que el oktoberfest bávaro -el único, auténtico y verdadero (como la religión)- se hace en setiembre. Obviamente los de Lufthansa no van a estar regalando billetes en la época más hot de esta ciudad, cuando la peña es capaz de vender a la propia madre con todas sus joyas puestas para ponerse la ropa tirolesa y venir a beber como cosaco por aquí.

Munich es la capital de Baviera, una zona al sur de Alemania que bordea con Suiza y Austria. Nuestro plan era de "fin de semana largo" en la ciudad, así que le prestamos poca atención a los alrededores, que también tienen lo suyo y tendremos que dejarlos para otras posteriores visitas. Es que siempre estamos "en tránsito" por el aeropuerto de Munich/Munchen/Monaco di Baviera o bien rumbo a Turquía, o a Jonkon, o a Austria, o a ve tu a saber dónde, que alguna vez tocaba abandonar la zona de seguridad del aeropuerto, pillar tu equipaje y salir a la calle a enfrentarte con la realidad que hay por allí.

Y en esta visita Munich/München/Monaco di Baviera nos recibió con un poco de lluvia y unos 10 grados menos de temperatura de los que había en Barcelona, pero esa nuestra primer tarde fue la única en que no hubo sol, que nosotros -como Chiquita Legrand- le trajimos suerte a ésta la nueva guarida del Pep Guardiola. Ni bien dejamos nuestros petates en el hotel donde nos tocaba estar, salimos hacia el Alstadt, el centro de la ciudad.

Magnífico el transporte público de Munich/München/Monaco di Baviera, que por unos 20 euros te da transporte ilimitado para 5 personas por 3 días, y eso hace que uno se mueva tranquilo por aquí y por allá. En tren nos movimos del aeropuerto hasta el hotel, y en metro, tram y bus urbano nos desplazamos alegremente durante los días siguientes. En el centro nos dedicamos a orientarnos un poco que ya caía la noche, admiramos por un rato el Rathaus -el edificio del ayuntamiento- que tiene un reloj muy particular que a cada hora cuando suena salen a bailar unas cuantas marionetas que tienen por ahí en una rueda giratoria. De allí nos dirigimos hacia el Hofbräuhaus que es una de esas casas donde te vienen sirviendo cerveza, pretzels y salchichas desde hace siglos. Y aquí sí que se bebe, que no se por qué pero parece que a partir de la tarde solo te venden la cerveza solamente en vasos de un litro, incluso los domingos! Allí tuvimos nuestro primer menú-degustación de la rubia bebida de por aquí, que parece que lo típico de esta zona es la cerveza de trigo (weissbier) que aparece por casi todos lados, no nos sorprendería que incluso en las iglesias locales ya haya suplantado la cerveza al vino, pero no hemos confirmado esta hipótesis.

La salchicha típica parece ser una que es de vaca en lugar de cerdo, y te la dan hervida en lugar de a la parrilla, pero igual con suficiente artillería de mostaza y chucrut se hace digerible. ¡Y qué bueno el chucrut! Hasta Don que es un anti-cocina fermentada se dio un atracón de chucrut en estos días.

Acabada la bacanal, nos arrastramos como pudimos a la estación de metro más cercana y nos fuimos a dormir la mona, que arrastrábamos además de un par de litros de alcohol, el cansancio acumulado del día de viaje.

La mañana siguiente nos encontró ya descansados y relajados, así que pillamos un café con algun strudel de esos que hay en las miles de panaderías-cafeterías esparcidas por la ciudad, juntamos coraje e hidratos de carbono, y nos dirigimos hacia St Peterkirsche, una iglesia que tiene unos 300 escalones que si la pleura te deja llegar hasta el final, te encuentras con unas vistas excelentes de la ciudad, e incluso hacia el sur aparecen recortados los Alpes Bávaros, lo cual le da hasta un cierto aire "celestial" a Munich/München/Monaco di Baviera.

En la cima de la St Peterkirsche disfrutamos además del espectáculo que estaba ofreciendo el reloj de la Rathaus que acababa de marcar las doce del mediodía y tenía a todos sus muñecos haciendo cabriolas para festejar tamaño hito temporal. Acabado el deleite visual, descendimos uno por unos los 300 escalones y fuimos a comer a la cantina de la Rathaus, que aquí se lleva mucho el cerdo en versiones varias como codillo. Y mucha patata, en todas sus formas: puré, fritas, estofadas, hechas pasta.... Nos hemos empachado a tanta patata, pero nadie va ya a quitarnos lo bailado...

Acabado el lunch paseamos un rato por el mercado central, que se llama viktualienmarkt, que está en el corazón de la ciudad y tiene productos muy coloridos de todo el mundo. Carlos estuvo tentado de comprarse allí sus mangos de Brasil, pero se contuvo porque en Barcelona le salen más baratos. Acabado un cafecito a la luz del mediodía, decidimos culturizarnos un poco y encerrarnos en el Stadtmuseum, el museo de la ciudad. Allí nos pasamos tranquilamente unas cuatro horas, que hay mucho para ver aquí. Y como que Bavaria es la zona donde comenzó todo este rollo del nazismo, había también bastante para cubrir de ese tema aquí.

Acabado nuestro baño cultural, y cansados de estar tanto tiempo encerrados con tan buen tiempo afuera, nos dirigimos hacia donde está el río, que toda ciudad que se precie de tal tiene que tener un río hecho y derecho que la atraviesa por algún lugar, y Munich/Müngen/Monaco di Baviera no es la excepción, que por aquí pasa el Isar y hay unas zonas alrededor de este río que están en el centro-centro pero que ni te das cuenta que hay civilización por allí si no fuera por los miles de ciclistas que te pasan a cada rato, que hay árboles, muchos árboles, todo muy verde. Y agua para admirar, claro. El Isar es un río bastante caudaloso, o al menos tenía mucha cantidad de agua cuando nos tocó pasar por ahí.

Esa tarde, paseamos un rato por la zona del Isar alrededor del Maximilianeum, el parlamento bávaro, y acabamos viendo caer la noche desde la majestuosa puerta de entrada del mismo. Ya a oscuras, volvimos hacia el centro de la ciudad con un tram que pasaba por ahí, y cenamos salchichas de esas de barbacoa, con chucrut, patatas al estilo que tocaba, y de postre Don no pudo resistirse a un appelstrudel caliente con helado de vainilla que estaba para chuparse los dedos.

Acabada la cena fuimos a continuar la noche en un bar donde obviamente lo que había que seguir bebiendo era cerveza. Por suerte Carlos no se trajo el mate a esta excursión, que la combinación mate-cerveza (no al mismo tiempo, obviamente) tiene un poder diurético que hace que uno quiera ir al baño cada 5 minutos. Aquí la cerveza bávara es bastante liviana y se deja beber bien. También es cierto que nunca nos pasamos de más de 4 vasos de medio litro por jornada, que tampoco viene uno aquí a pasar papelones...

La mañana siguiente nos encontró un poco resaqueados de tanta cerveza, pero nada que no se arregle con un poco de cafeína y alguna de esas cosas super dulces que te dan en la panadería de turno. De allí nos dirigimos al Museo de Arqueología, que Don siempre te obliga a ir al museo de arqueología de la ciudad de turno, que fue un poco decepcionante porque había poca cosa y solo en idioma original. Por suerte este museo está justo enfrente del Jardín Inglés, que es otro parque ENORME que tiene Munich/München/Monaco di Baviera en pleno centro de la ciudad, y como el día estaba con un sol brillante de esos, pues allí nos metimos a pasar la tarde.

El Jardín Inglés tiene cosas bastante curiosas como una torre china (?!?) adentro del parque, tambien hay unos cursos de agua canalizada, algunos con cierta potencia que hace que hayan surfistas practicando allí. Nosotros paseamos un buen rato por dentro del parque disfrutando del sol y de la cantidad de árboles. Acabamos tomandonos unas cervezas con unas salchichas en un biergarten que había por ahí cerca de la torre china, que fue debidamente digerida con una siestita bajo el sol al costado de uno de los estanques.

Y ya saliendo del parque, Don recordó que Alemania es un buen lugar para comprar cosas de esas que uno quiere que le duren para toda la vida, y como aquí la papa/patata es omnipresente, pues qué mejor lugar para comprar un aplastador de patatas para hacer ñoquis para el hogar, que Carlos ya va por el cuarto de los compramos en el bazar de turno y no nos rinde. Ahora con este hecho 100% in Germany, estamos seguros que tendremos ñoquis hasta por lo menos el 2026.

Acabadas las compras y luego de un petit relax en nuestra super-fabulosa suite de hotel, como que era viernes decidimos salir a conocer la noche munichesca/munegasca/munisolitana, cenamos en una taberna de esas que da comida hasta altas horas. La comida buena, pero como siempre te pasa cuando llegas tarde, que lo mejor ya se ha acabado. De alli fuimos de bareo y cervezeo a varios de esos lugares que nunca se los contaría a mi madre, y acabamos la parranda sobre las 2 de la mañana en el equivalente del Cangrejo munichesco/munegasco/munisolitano.

Hemos de decir que la gente local que encntramos aquí es muy amable y atenta. Obviamente estás en Alemania así que no vayas a esperar a que la peña te sonría como si estuvieras en la Habana, pero nos ha pasado -por ejemplo- un par de veces, que mientras estábamos mirando el mapa de la ciudad intentando orientarnos, alguien se ofrecía a ayudarnos y en correcto inglés nos daba precisiones sobre cómo llegar hacia donde queríamos ir. En otro momento vimos a una mujer hacer detener el tren por completo porque alguien había salido y dejado su cartera adentro, y salir a buscar a la olvidadiza persona para entregarle lo que era suyo. Eso es algo que no habíamos visto jamás en ningún otro lugar del planeta, y aquí pasa...

El sábado luego del café con la pasta del día, juntamos coraje, pillamos el tren de cercanías y fuimos hasta la vecina ciudad de Dachau. El motivo de la visita era conocer el campo de concentración que hubo allí, el primer campo de concentración, que no fue "tan" salvaje como los otros pero igual aquí se mató e incineró a muchísima gente.

Fue realmente interesante la visita, ninguno de los dos habíamos estado antes en un lugar atroz como un campo de concentración. Al principio la vista desde afuera te hace imaginar ingenuamente una de esas casas de colonias de verano u hogares-escuela. Pero una vez adentro, y ya confrontando lo que te rodea con las imágenes grabadas y registradas durante los años del nazismo, se te comienzan a poner los pelos de punta. Y después ya en el remate, cuando te toca pasar por las cámaras de gas y hornos crematorios, tienes el estómago revuelto.

No es que podamos decir que lo pasamos muy bien aquí, de hecho para Don esta visita fue una experiencia "unsettling", pero definitivamente vale la pena visitar estos lugares, para no olvidar el horror que fue lo que pasó aquí, y también para recordar(nos) de las terribles cosas que somos capaces de hacer los seres humanos. Fue realmente una experiencia muy fuerte, pero mereció la pena haber hecho la visita.

Por suerte teníamos para relajarnos y acabar bien la noche de ese día, la compañía de Carlos y Martin, que como buenos locales nos llevaron a cenar a un restaurante típico de su barrio, y justo esa noche había norecordamosqué festejo religioso, que en el menú habían unos platos especiales, y nosotros elegimos un festín de carnes de ciervo, oca, pato y otras bestias equivalentes, que estuvo realmente para chuparse los dedos.
Todo eso regado con weissbier -como corresponde a una ocasión como esa-, y con la agradable compañía de Carlos y Martin que hizo que la velada se extendiera hasta muy tarde entre cafés, digestivos, y charlas de aquí y de allá.

Nuestra última mañana allí nos encontró haciendo el bolso y dejándolo en un locker en la terminal de tren, para dirigirnos hacia la zona olímpica, que Munich/München/Monaco di Baviera organizó los juegos olímpicos del 72 (que acabaron en masacre, pero no hablaremos de ese tema aquí) y tiene una villa olímpica muy bonita y agradable de ver. Al salir del metro y antes de entrar a la zona olímpica, está el BMW Welt, adonde se pueden ver y pilotar coches y motos de última generación. Don obviamente fue a prestarle atención a los vehículos híbridos, que se ve que estuvieron a sus expectativas porque por un rato estuvo averiguando precios y todo, pero no creemos que se vaya a comprar un modelo de esos en el mediano plazo, que todavía tienen un cero de más a la derecha del precio de mercado.

Luego de pasear un rato por la zona del estadio y la villa olímpica, pillamos el metro nuevamente y fuimos hacia Schloss Nymphenburg, un palacio impresionante con unos parques espectaculares alrededor, todo un símbolo de las dinastías bávaras que gobernaron esta zona por siglos y siglos. Allí estuvimos un buen rato paseando y descansando en las zonas verdes, luego nos internamos por la zona boscosa que ya estaba de otoño total con esos colores amarillos, y salimos por la parte de atrás, con tiempo suficiente como para pillar el tram, bajarnos en otra biergarten que estaba por el camino, darle a un litro más de cerveza antes de pasar por la estación de tren para buscar nuestro equipaje y enfilar para el aeropuerto, que ya tocaba darle un toque final a este viaje, aunque todavía tuvimos tiempo de cenar en otro biergarten aunque ya sin cerveza que nuestra vejiga ya se había declarado en huelga total, pero con bastante carne de cerdo, chucrut, patatas y el típico kartoffelnudel.

De allí directo al avión, y de allí directo a casa, que ya toca volver al calor, la humedad, el pà amb tomaquet y la escalivada. Prometemos no tocar una sola patata por los próximos 10 días, y también volver a Munich/Munchen/Monaco di Baviera, que nos quedaron muchas cosas en el tintero y realmente vale la pena pegarse una vuelta por esta ciudad. Disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret. Prost!