domingo, 18 de marzo de 2012

Prohibido esquiar en primavera (La Molina Mar 2012)

Se pasó rápido el invierno con compromisos varios que nos tuvieron distraídos entre el deceso y posterior sepelio de Güitni, la actuación faraónica de Madonna en el superbowl, el lanzamiento del nuevo perfume de Lady Gaga, el aumento del IRPF ("impuestos para todos" lo llamarían en Argentina)y las huelgas con porras de mossos d'esquadra incluidos... la cuestión es que nuestro consabido fin de semana de esquí con Roald y Marc quedó para el final de la temporada, casi sobre el inicio de la primavera. Así que este año volvimos a La Molina, que queda aquí cerquita nomás de Barcelona. Además para qué vas a irte más lejos que igual ya no hay nieve en ningún lado.

Durante el día hacían como 15 grados, así que nieve lo que se dice nieve, solo se veía en las pistas y a cuentagotas. Al menos no teníamos que preocuparnos por eso de terminar estampados contra un árbol como le pasó a la mujer de Liam Neeson QEPD, que aquí entre borde de las pistas y los árboles te encuentras con una buena distancia cubierta de piedras y pasto que seguramente evitarán tan terrible accidente.

Pero, a lo que vinimos, a esquiar. Llegamos a la Molina village el jueves por la noche en un intento por esquivar hordas de gente en hoteles y pistas. Digamos que nuestro intento fue un éxito total, ya que era el final de temporada así que no había nadie. De hecho en la recepción del hotel (cuyo nombre NO DAREMOS porque el episodio del jacuzzi que figura más abajo hace que no lo recomendemos en este blog) nos estaban esperando para darnos las llaves, mostrarnos las habitaciones y después las encargadas se fueron advirtiéndonos que no habría nadie allí hasta la mañana siguiente y que si queríamos cenar que más bien vayamos rápido al único restaurante del pueblo abierto, que resultó ser un argentino que no estaba mal pero tampoco lo fabulosamente fantástico como para recomendarlo aquí.

Al día siguiente comenzamos con nuestra jornada de esquí, que fue un poco dura debido al estado de la nieve y a que habían niños de escuelas cercanas aprendiendo a esquiar. Esto último no era un gran problema porque alcanzaba con subir un poco hacia pistas más difíciles y te librabas de los pequeños. Pero con nieve tan artificial y el calor del día, resulta que las pistas blancas se vuelven verdes, las verdes se vuelven azules, las azules se vuelven rojas, las rojas se vuelven negras y las negras se vuelven LOCAS! Nosotros igual nos dedicamos a hacer las pistas que tocaban hacer con un poco más de estrés y cuidado, y acabamos sobreviviendo a la primera jornada sintiéndonos como quien hubiera llegado a Itatí caminando desde Corrientes, pero sin ver a la virgen.

Y uno que volvía contento al hotel post-tanto ejercicio ya que allí prometían jacuzzi y spa por el módico precio de 10 euros, pero resultó ser que el jacuzzi parece ser un buen lugar para dejar a tu niño de entre 3 y 5 años como si fuera el pelotero de McDonalds mientras tú y su otro progenitor van a relajarse a la sauna. ¡Qué costumbres extrañas que hay por esta zona! Hemos de decir que había un cartelito pegado sobre la zona jacuzzi aclarando que estaba prohibido el uso de los mismos a menores de 16 años, pero se ve que la peña por aquí debe de hablar unos idiomas rarísimos porque ni caso que le hacían.

Así que nuestro relax vespertino se reconvirtió en ir a tomar mate (de silicona! Gracias, Pablo y Silvana...) en nuestra habitación mientras esperábamos que se hiciera la hora de ir a cenar.
La cena, tal como ocurrió el año pasado, la hicimos en el restaurante Gemma, que es una pena que no tiene página web ni nada pero mejor así porque no es muy grande, la cocina es bien local y el precio está más que bien. Allí nos atiborramos con canelones con setas y foie, conejo, cazuela de arroz, entrecot, brownie, flan... La cuestión es que salimos rodando de la experiencia gastronómica y nos fuimos directamente a dormir.

Al día siguiente experimentamos eso que Marilyn seguramente diría si siguiera viva, que uno ya no se cuece al primer hervor, que a fuerza de ibuprofeno tuvimos que domesticar un poco al cuerpo como para hacerlo volver a las pistas. Además, ya habíamos pagado por el alquiler del equipo por dos días y el staff de chicos de la tienda de alquiler tenían de guapos lo que no de eficientes así que había que volver a hacerles perder un rato el tiempo mientras entreteníamos la vista.
Como que era sábado ya se veía un poco más de gente por la zona, aunque notamos mucha familia del tipo: mamá y papá se quedan tomando un cafecito en la terraza mientras los niños se matan aprendiendo a esquiar con algunos instructores pagados para tal fin. Igual, una vez alejados de las zonas "fáciles" te podías olvidar de la presencia humana y concentrarte en esquivar bloques de hielo o pasto que era lo que se llevaba ese día por allí.
Esta vez la "esquiada" duró como hasta las 15, que había que evitar la nieve cuando comienza a derretirse y puede ser más fatal de lo que ya era, así como las hordas de gente haciendo "check out" de las pistas y comerse colas interminables para devolver el equipo.
Una vez acabada la actividad y comprobado que teníamos todos nuestros huesos en sus respectivos lugares, nos arrastramos hasta el coche y de allí derecho a "Gemma", a recuperar calorías. Además como que era el cumpleaños número treintaytantos de Marc, había que festejar con todo. Pero no mucho, que ni bien acabada la comida nos metimos nuevamente en el vehículo y de allí nonstop hasta Barcelona. Ahora estamos en casa recuperándonos de las agujetas varias, y ya preparándonos para la llegada de la primavera que nos tendrá más activos que en este último mes.
Disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret. Muy pronto...