lunes, 28 de marzo de 2016

El Atlas Medio (Mar 2016)

  مرحبا!
La Semana Santa y el Low Cost no parecen llevarse bien de la mano, aunque siempre se puede ir un poco hacia el sur si quieres que tu "spring break" te salga a cuenta. Al menos el clima no empeora, que recién estamos saliendo del invierno y no queremos resfriarnos.

Y así fue que de la mano de nuestra aerolínea favorita (bajo alguna cierta definición de "favorita") regresamos a Marruecos, adonde ya habíamos estado hace 5 años, pero ahora fuimos a apreciar las montañas de la zona, las que se pueden visitar porque hace frío todavía.

Así que hicimos Barcelona- Fes con Ryan Air, y en apenas 1 hora y 30 minutos ya estábamos en otra franja horaria, otro idioma, otra moneda, otras costumbres... algo mágico y extraño a la vez. Que estando tan cerca las sociedades sean tan distintas es uno de esos misterios insondables de la humanidad que seguramente se estudian en universidades y centros de inteligencia de la NSA y que no ahondaremos aquí en esa dirección. Que nuestra primer parada fue Fez, una ciudad imperial y milenaria, con más de un millón de habitantes, cuna de una de las primeras universidades y sede de la medina medieval más grande del planeta... y que ni las coplas más populares que gritan a los cuatro vientos que fantástica está Fez le hacen honor.

Nosotros nos alojamos en la medina misma que si quieres tener la experiencia auténtica es allí donde has de estar. Y aquí viene una primer advertencia a esta historia de nuestras últimas aventuras en Marruecos que si no la tenéis en cuenta os parecerá casi idílica, pero que hemos de decirlo con todos los pelos y señales. La experiencia aquí puede ser super fantástica o super frustrante dependiendo de cual sea tu "nivel de confort". Que las medinas antiguas de estas ciudades  son lugares muy vibrantes, pero pueden ser muy frustrantes también. Te vas a perder en las más de 9000 calles, callejuelas, pasillos y corredores que hay entre las murallas, tendrás que sortear tu camino entre gatos, burros, motos, gente que lleva paquetes, personajes de esos que te parecen que vienen "a por ti" salidos de la nada, hombres (porque es así, son todos hombres) que te van a ofrecer ayuda a cambio de unas monedas y acabarás en el bazar del primo, precios que pagarás pensando que has hecho un buen negocio para enterarte que en la esquina alguien ha conseguido quitarle un cero a tu mejor opción y se ha hecho con el mismo paquete... Todo eso y mucho más es una medina, y si estás de acuerdo con que así son las reglas del juego y que por más simpático que quieras parecer y por más ropa de bereber que te pongas para salir a la calle, aquí no eres más que un turista  que es lo mismo que estar en la categoría de "fuente de dinero", pues sal a disfrutar lo que este lugar del mundo tiene para ofrecerte, hij@, que la vida es corta y hay de todo en este planeta azul.

Acabada la advertencia, volvamos a nuestra historia, que lo que nos encanta de Marruecos es la cultura, la comida, los precios baratos y el paisaje (en algún orden que no necesariamente es el que acabamos de listar aquí). Un plus viene dado por la cantidad de ovejas que hay en este país, que hace que Don -ferviente consumidor de la carne de estos animales- lo tenga entre sus favoritos. Así que ni bien aterrizados y alojados en nuestro primer riad, inmediatamente nos dirigimos hacia el restaurante más próximo a nuestro primer domicilio local para comenzar a darle a las sopas, a la pastela,  a los tajines,  al cuscús... y si ya algunos platos (como la pastela y algunos tajines) son dulces, después de remate en el postre te caen unas bombas de repostería super super super azucaradas, y para rematar te aparece el te a la menta... ¡también super dulce! En este país los dentistas deben de estar de parabienes, que aquí el azúcar se encuentra hasta en el agua.

Una vez finalizado el festín de bienvenida fuimos a dormir (no la mona porque si hay algo que en los países musulmanes no hay son bebidas alcohólicas. En realidad, "hay", las puedes conseguir. Pero pagarás tanto y por tan poca calidad que ni vale la pena hacerlo), y la mañana siguiente  nos encontró con el típico desayuno local que es obviamente te a la menta (con mucha azúcar) junto con pan, mantequilla y mermeladas varias.

Superada la sobredosis de azúcar matinal se nos vino la actividad del día que fue un curso de cocina local, que comenzó -como era de esperarse- en el mercado de la medina. Que es un verdadero viaje a la infancia de cualquier persona entrar en ese mercado y encontrarte con escenas que ya no existen en tu barrio, y otras que nunca pudieron haber existido. Aquí pareciera que el tiempo se detuvo y  que todo sigue igual que hace 100 años: la fruta, la verdura, las especias, los animales (algunos vivos!)... todo está allí expuesto. Uno prueba, pregunta, regatea, elige, se pesan las mercaderías con esas balanzas que ya solamente existen en los enunciados de problemas de ingenio, y sigues camino hasta el puesto siguiente mientras al lado tuyo entran nuevas mercaderías y más gritos y más colores,  olores, y sabores.

Hecha la compra, fuimos a la casa de las que nos iban a enseñar a cocinar. Don obviamente eligió como plato estrella el tajin de cordero, y nos pasamos la mañana preparándolo junto con algunas ensaladas típicas y pan del que comen allí, que luego llevamos al horno de la panadería más cercana para ponerlo al fuego. Una verdadera fiesta de todos los sentidos esa experiencia, altamente recomendable el curso de cocina local.

Luego de habernos puesto como cerdos entre pan -porque si quieres comer en serio como los locales, ni se te ocurra utilizar el tenedor, que allí con un poco de pan se va uno haciendo de puñados de comida del plato y te lo llevas directamente a la boca- tajine de cordero, un postre fabuloso de miel y queso y -infaltable- te a la menta, nos despedimos de nuestras maestras y fuimos a perdernos un rato caminando por la medina como para hacer la digestión.

En el camino de regreso, Carlos se hizo de un par de pantuflas de cuero (que aquí el cuero es lo que se trabaja y produce localmente, y un buen pedazo de la medina tiene un tufo infernal a cuero de animal y los productos químicos que se usan para procesarlo) debidamente regateadas por Don que eso le sale bien.

Un poco más tarde juntamos energías, toalla y bañador y nos dirigmos al hamman más próximo a nuestro domicilio, que esta es una experiencia que también se ha de probar en estos países: el hamman. Y  ojo que no estamos diciendo aqui el "spa" o la porquería occidentalizada que seguro que te van a ofrecer y que te va a costar un dineral para solo obtener lo mismo que te darían (y por el mismo precio) a la vuelta de tu casa. No, no, no. Aquí estamos hablando del hamman "de barrio", ese al que va la gente común, que por unos cinco duros te pegan unos gritos, te dan un balde y entras a esos baños de vapor junto con el resto de la gente de tu mismo sexo que está allí a por lo mismo, a relajarse un poco y limpiarse.

Y qué modernos estos países musulmanes, que en estos recintos puedes disfrutar de uno de tus derechos fundamentales que es el de cepillarle la espalda a tu marido a la vista de todo el mundo que no va a ni pestañear ante tal hecho, que ellos hacen lo mismo entre ellos. Si repetir esta experiencia aquí a la vuelta, en les piscines de l'Hospitalet, lindo lío se montaría!

Ya cepillados, relajados y duchados, enfilamos hacia algun restaurante de la zona como para cenar algo y luego irnos a dormir. A la mañana siguiente decidimos salir de la medina para ver un poco cómo es la vida fuera de allí. Fuimos al jardín Jnan Sbil que lamentablemente se encontraba cerrado (no abre los lunes), y luego de perdernos un rato por calles y mercados, acabamos pasando por el antiguo barrio judío de la ciudad, y terminamos el paseo en el Palacio Imperial, adonde no se puede entrar a menos que seas de la familia del rey (cuya foto aparece en todos lados por aquí, como la de Messi en otros lugares del planeta) o uno de los que trabajan allí.

Retornamos a la medina para juntar fuerzas con un poco de harira, y luego recoger nuestras cosas del hotel, que íbamos a comenzar nuestro descenso hacia la zona de montañas, que por aquí cerca "pasa" el Atlas medio, y nuestra agenda incluía una visita a la región.

Tomar transporte público en este país es una experiencia "interesante" en el sentido amplio de la palabra. Uno pregunta a qué hora sale el bus para tal o cual lugar, y te responden que hay uno a cada hora. Cuando finalmente quieres tomar el próximo en salir te dicen que sale dentro de 2 horas y media. Resignados, sacas el billete. Mas o menos a la hora señalada te llevan a un vehículo que ya tiene gente adentro, y te puedes pasar unas 2 horas más sentado allí esperando a que o bien el bus esté lleno de gente o el conductor decida que es hora de marchar. La espera viene matizada por vendedores y mendigos variopintos que suben  a hacer sus negocios contigo como potencial cliente cautivo. Y tampoco es que vas a ir directamente a destino, sino que pasearás un rato por lugares varios de la ciudad juntando gente o cajas o lo que sea, hasta que finalmente te encontrarás "en ruta".

La cuestión es que el viaje desde Fez hasta Azrú que según el google directions tendría que ser de unos 90 minutos nos tardó unas 5 horas, pero llegamos sanos y salvos a destino, bajo una tormenta de aguanieve amenazante.  Luego de perdernos un rato por ahí conseguimos llegar a nuestro hotel que no tenemos ni idea de si nos estaban esperando o no porque daba igual ya que no había nadie alojado en ese edificio.

Una buena cena con sopa local y tajin de esos potentes nos volvió a dar energías, que al día siguiente era martes y tocaba explorar el mercado local del pueblo, que dicen que es muy bueno en temas de alfombras y bordados bereberes. Lamentablemente el día amaneció lloviendo de lo lindo, así que el mercado lo recorrimos llenándonos de barro y poca alfombra vimos ya que nadie en su sano juicio iba a exponerlas al aguanieve que caía en esa mañana. Algo de fruta compramos y comimos un bocadillo de lo que comen los locales allí que parece ser una especie de salchicha de cordero bastante grasosa pero que con el frío y la lluvia sentaban muy bien.

Emprendimos el camino de regreso, nos comimos un denominado "tajin berereber" que se ve que parte de sus características es que esté lleno de patatas, ya que todo lo que fuimos consumiendo en los días subsiguientes iba con las mismas proporciones de este tubérculo, lo cual no resultó de mucho agrado para Carlos. Por la tarde tuvimos nuestro primer encuentro con Hassan, nuestro guía, y luego de conversar la ruta que íbamos a hacer durante los tres días  siguientes por la zona, acabamos la tarde en el hammán local, que parece ser que en el Atlas Medio no hay mucha calefacción ni en casas ni hoteles, sino mucha manta y mucho abrigo de lana. Así que cualquier fuente de calor es altamente apreciada.

Pasada la grata experiencia de agua caliente, nos dirigimos hacia el hotel donde te prometían tajin de conejo pero no había "ese día" así que volvimos a la variante del cordero que Don no descuida ni un minuto sus intereses en estos lugares. Y ésta es otra lección importante de aprender en visitando estos lugares: hay mucho de "hoy no hay" que vas a escuchar en estas tierras que no necesariamente quiere decir que mañana sí que habrá. Una frase muy repetida por aquí es "hoy no, pero mañana sí... Inshallá". Y venga otra taza de te a la menta.

Al día siguiente nos sacaron Hassan y Aziz a caminar por las sierras del Atlas Medio. Comenzamos la caminata bajo lluvia, que un poco más arriba (llegamos hasta 1900 metros de altura) se convirtió en nieve. En el camino nos encontramos con unos monos típicos del lugares que son bastante graciosos, y claramente están acostumbrados a que la gente les de algo al pasar por allí que salieron todos a nuestro paso a mendigar.

Don que es tajante en estos temas ni un vaso de agua les dio, y seguimos nuestro camino hacia más arriba. Una pena que el clima no ayudó mucho ya que un par de semanas antes no hacía tanto frío y la zona estaba tranquila y "caminable", pero igual nosotros continuamos con la ruta trazada hasta llegar a una casa de pastores bereberes adonde pasamos la noche. Por suerte había una chimenea, leña y fuego ya que hacía mucho frío, y la cena -que fue un tajin de lo que sea- fue consumida como si fuera el mejor manjar del mundo.
Dormimos todos allí alrededor del fuego y cubiertos por 3 mantas. Y si la idea de tener que compartir cuatro hombres la misma habitación llena de humo te da un poco de morbo, se te quita rápido cuando te aprendes rapidito la dirección hacia donde está la Meca que es hacia donde tus acompañantes ocasionales dirigirán sus oraciones en algún momento de la noche. Y si tenías ganas de ir al baño, se te pasaban rapidito al enterarte que habrías de caminar un rato bajo la nieve hasta llegar a una tienda donde había un agujero con un balde de agua al lado. Ay, nen@ las cosas que hace un@ en este mundo para satisfacer los caprichos de tu marido.

Al día siguiente por suerte salió el sol, desayunamos lo que había que seguro que incluía te a la menta, nos preparamos para salir e inmediatamente abandonamos la casa y la zona de nieve. Bajamos unos 400 metros y por suerte dejamos atrás el mal tiempo y el barro. Estuvimos andando por senderos y zonas pedregosas un buen rato. A derecha e izquierda, pequeñas casas de pastores con sus ovejas. Muchas ovejas. Casi que podría filmarse aquí una segunda parte del Brokeback Mountain aunque dada la situación geográfica, dudo que esa película aquí tenga un final feliz.

Almorzamos en una aldea y luego seguimos camino hacia nuestra segunda parada, que fue un albergue en otra zona perdida por la montaña. Allí pudimos ducharnos, el baño tenía un inodoro de esos donde uno puede sentarse a pensar, cenamos tajin de cordero, dormimos nuevamente cubiertos por 3 mantas.  A la mañana siguiente disfrutamos de un fabuloso desayuno donde el protagonista principal fueron los "milhoui", unos crepes super-super-super calóricos que te harán recordar las tortas fritas de tu infancia mientras tu corazón comienza a asfixiarse de tanta grasa y colesterol.

Acabado el desayuno nos despedimos del host, y continuamos nuestra marcha por otra zona de sierras locales. Por suerte había salido ya el sol y hacía calorcito, así que estábamos todos de muy buen humor. Acabamos la caminata en la misma aldea donde habíamos almorzado el día anterior. Nos subimos a uno de esos taxis públicos que andan por allí, volvimos a Azru donde nos despedimos de Hassan tajin mediante, y luego vuelta a tomar transporte público que "ya viene, ya viene, inshalláh" y esta vez en solo 3 horas conseguimos regresar a Fez, adonde íbamos a pasar nuestra última noche en este país.

Superado el estrés del autobus, viene el que te produce volver a la medina, que entre "voluntarios" que se ofrecen a guiarte hasta tu hotel, y que resulta que tu hotel no era éste sino otro, pero el otro -el que era tu hotel- ya está completo, y acabas en otra punta de la medina con otro alojamiento, otra persona, otro precio, y que hoy no tienen wifi pero mañana sí (inshalláh). Y que luego de cerrar trato tu host te deja encerrado en su casa y se va a buscar a otros clientes.
Y Don que te informa que eso en su país es "secuestro de persona" y que por ese motivo O.J.Simpson está en la cárcel. Acto seguido Don (que de chico miraba a MacGyver) encuentra un destornillador y comienza a desmontar la cerradura de la puerta, y vuelve el host que se enoja al ver cómo le dejó Don la puerta. Y discuten, y se reconcilian, y venga otra taza de te. Ya te lo decíamos más arriba y te lo repetimos aquí: este lugar del laneta es de emociones fuertes.

Nuestra última noche en Marruecos había que celebrarla, y ya hartos de comer tajine de cordero, pasamos al plato principal, el mechui, que es cordero asado lentamente a la brasa. Que nos gastamos todo lo que nos habíamos ahorrado tomando el transporte público local esa noche yendo a un restaurante de esos de super lujo a los que solo despluman a turistas comiendo esa especialidad.

A la mañana siguiente luego de desayunar en la terraza de nuestro último riad mientras escuchábamos a las mezquitas llamar a la oración, decidimos alejarnos un poco de la medina en nuestras últimas horas en esa ciudad. Subimos hacia uno de los puntos más altos de la ciudad desde donde se tenían unas vistas muy buenas de la medina y del resto de la urbe por detrás.
En el camino tuvimos que espantar a unos cuantos vendedores, varios de ellos quejándose que los españoles ahora ya no compran como antes. Habría que enviar a nuestros imputados a cruzar el charco e ir de turismo de fin de semana para mejorar un poco la imagen del país en estas tierras, que el dinero faltante por el cual están siendo juzgados seguro no lo devolverán y allí se necesita. Y los de las tarjetas negras quizás no convenga enviarlos, porque aquí todo se hace en efectivo. Nosotros no usamos la tarjeta de crédito para nada durante toda nuestra estancia en la zona.

Acabada la caminata por las afueras, decidimos volver a la medina y esta vez visitar un museo de arte de madera que nos costó Dios y ayuda encontrar incluso auxiliados con un gps. Luego del baño cultural y de -una vez más- una tacita de te a la menta, seguimos camino rumbo a nuestro último almuerzo que fue en forma de carne a la brasa acompañada de ensaladas varias y rematada con repostería de esa que destila azúcar impalpable hasta por las orejas.

Ya en regresando a por nuestras cosas Don decidió practicar una vez más el regateo y hacerse de un bol de cerámica bereber mostrándole al vendedor las pocas monedas que le quedaban en el bolsillo como para cerrar el trato. Luego fuimos ya con el bol en la mano a sacar más plata del cajero que había que pagar el taxi al aeropuerto, y salir temprano que en estos días andar por aeropuertos internacionales tiene lo suyo. Por suerte  todo salió bien, nuestro vuelo despegó y aterrizó "on time" y casi casi nos animamos a comprar el mapa de Barcelona que te venden a 3 euros arriba del avión que puedes conseguirlo gratis en El Corte Inglés. Es que el low cost tiene lo suyo...
Llegamos a Barcelona justo para la Mona de Pascua con un poco más de color que el sol nos ha dado de lo lindo en estos últimos días, cansados, relajados y contentos. Ahora estamos a dieta de lechuga que hay que hacer bajar todos esos quilos de sobredosis de azúcar y colesterol de estos últimos días. Y aquí os abandonamos que ya no quedan historias por contar... de momento. Disfrutad de las fotos que siguen, y será hasta el proshen arret, muy pronto, inshalláh.