sábado, 5 de enero de 2013

Solsticio maya en California (Dec 2012)


What's up, yo!
Como suele ocurrir con algunas especies extrañas de aves migratorias, que cada tanto cambian su recorrido habitual por uno mas o menos aleatorio, este año decidimos hacerle caso a los Pet Shop Boys y venir a pasar el fin de año en California. Sorprende -para los que estamos habituados a venir en el verano- encontrar días soleados y sin neblina, pasto verde, lluvia de a ratos, y mucho espíritu navideño en las calles de la costa oeste.
Que la Etna Street de la casa de Don no será la Wisteria Lane de nuestras amigas las desesperadas, pero igual tiene su encanto, y es agradable encontrarse con amigos y vecinos que uno tiene de este lado del planeta en otra estación diferente a la que nos tienen acostumbrados los ciclos de la vida.
Y diciembre -pocos lo saben pero ya es hora de ir aprendiendo- es tiempo de Adviento, de reflexión y sacrificio. Momento en el que hay que perdonar, ser perdonado, ocuparse de la gente que anda abandonada y necesitada por alli, hacer balances, propósitos para el nuevo año... Solo que aquí en el hemisferio norte todas esas cosas ocurren en invierno, lo cual es un poco extraño pero nada que no sea manejable.


Así que además de recibir amigos y pasajeros por aquí, también aprovechamos para visitar un poco a los conocidos de la zona. Eso nos llevó a pasar por Sacramento, la capital del estado, que tiene centro histórico que realmente vale la pena visitar (notar que hay pocas ciudades de los EEUU que tienen centro histórico y ésta es una de ellas), donde Don finalmente pudo conseguir su dichoso monedero de cuero sin cierre que buscaba desesperadamente por todos los rincones de este planeta.

De regreso a la bahía, fuimos al encuentro de Mario, que ni bien bajó del avión sacó la cámara de fotos y comenzó su romance con San Francisco city (and county!),  que fue debidamente fotografiada y documentada bajo la lupa de su cámara.

Solo conseguimos arrancarlo de aquí con la promesa de ir a degustar unos buenos vinos en la región del valle de Napa,  y hacia allí fuimos, que el espectro de Angela Channing nos estaba esperando con un buen tendal de pinot noirs, zinfandels, chardonnays y varias denominaciones más cuyo nombre no es que no querramos recordar sino que directamente no recordamos porque ya no estábamos prestando atención a la clase. Es lo que tienen el alcohol y sus derivados...

Ya recuperados de la resaca napera, nos llegó el tiempo de la navidad, que los mayas hicieron mucho ruido pero trajeron poco cacao. Esta vez el epicentro de la celebración familiar ocurrió en Dixon, cerca de Sacramento, así que no tuvimos que viajar mucho. Recibimos primero a los sobrinos del norte, que vinieron trayendo presentes que no eran precisamente ni oro, ni incienso, ni mirra, sino cosas mucho mas ricas.

Después de algunos días de paseo y más comidas y brunchs con amigos y familia, nos tocó -como era de esperarse- prepararnos para la noche de Navidad. Que el rito es más o menos el mismo dependiendo de dónde se encuentra uno en el planeta, comenzando con un brindis en línea (¡ahhh, la modernidad!) con la familia del sur que en ese preciso instante se estaba asfixiando de calor ahí abajo, en el humedal, mientras nosotros seguíamos echando leña a la caldera. 


Apagado el ordenador, pasamos a una cena discreta entre los presentes, y luego enfilar hacia el gran evento familiar en Dixon. Para la ocasión se acercó familia de lugares diversos del país. Pasamos la noche poniéndonos al día sobre nuestras vidas, y la mañana siguiente nos tocó intoxicarnos con un desayuno de navidad super-suculento, mientras los más jóvenes abrían su larga pila de regalos y los mayores intentábamos que no nos robaran el nuestro en un juego un poco perverso que por aquí le llaman white elephant, pero que de blanco no tenía nada.


 Cuando más o menos todos quedamos contentos con nuestros regalos y se nos pasó la sobredosis de bacon y colesterol del super desayuno navideño, volvimos a enfilar hacia la bahía que todavía nos esperaba la Christmas' dinner con varios de los mismos elementos familiares del desayuno matinal y varios amigos.



Y no esperareis ahora que os vengamos a contar que la cena era cholesterol-free, jaja. Que no, que sobre la mesa apareció una suculenta bagna cauda, que también parece ser gran tradición aquí en la familia de Don para estas fiestas, donde esencialmente se sumergen vegetales y carnes varias en una mezcla de aceite hirviendo con mantequilla, anchoas y ajo. Literalmente, no apto para cardíacos.

Ni bien se volvieron para el norte los primos del norte, apenas tuvimos tiempo de cambiar las sábanas y pasarle la aspiradora a los gatos que nos cayó la delegación del sur, esta vez portando alfajores y cuchillos artesanales para defendernos de la NRA que anda un poco decaída en estos días.

Y es bien sabido que las visitas siempre son una buena excusa para salir, visitar lugares bonitos de esos a los que uno va poco porque siempre están llenos de turistas, y disfrutar de la fabulosa gastronomía local, y de la étnica también: que clam chowder, que cangrejo fresco, que comida china de la zona del Nankín, que ñoquis de 29, que indio, que etiopí, que pizza del Cheeseboard,... nadie en su sano juicio se irá a medir el colesterol en los próximos meses que sino acabaremos ingresados en el hospital inmediatamente. Igual, quien te quita lo bailao...
Pero no solo de restaurantes vive el hombre, que la llegada del nuevo año (in your face, Mayans!) nos encontró degustando fabulosas cenas preparadas en las fabulosas cocinas de amigos de la zona. En comenzando el 2013, y como despedida de la delegación del sur, enfilamos nuevamente hacia la zona de vinos, pero esta vez hicimos incursión en la región de Sonoma, que también tiene su charme.

Y se fue también la delegación del sur, creemos que a esquiar en la Rocky Mountains pero no estamos muy seguros de que sea esa la causa por la que están allí. A Carlos también le llegó el ultimatum de que tiene unos 100 alumnos en Barcelona ya sentados esperando ser examinados de una buena vez, así que también preparando sus alforjas como Melchor y sus amigos para arribar con ellos a la ciudad condal, no en camello ni por barco como los reyes, sino via Lufthansa o alguna companía equivalente. Don se queda todavía unos días más, que los gatos lo necesitan, pero ya aparecerá portando incienso, oro, y botellas de zinfandel.

Esperamos que este año que recién comienza os traiga muchas millas y alegrías. A nosotros ya nos vereis por aquí pronto, en el proshen arret. Disfrutad de las fotos que siguen mientras tanto...