domingo, 16 de septiembre de 2012

Una boda y ningún funeral (Dublin, Sept 2012)



Fada beo an newlyweds!

Casi un año había pasado de la fiesta de compromiso, y ahora tocaba ya la boda. Y así fue que nuevamente tuvimos que meter en la maleta nuestra ropa de fiesta, pillar Aer Lingus una vez más haciendo Barcelona-Dublin (esta vez tuvimos que pagar por nuestro equipaje despachado, que no ibamos a llevar la ropa de bodas en la bolsa de mano).

Comme d'habitude, llovía en Dublin a nuestro arribo, lo cual para los que venimos del calor mediterráneo fue como una especie de bendición. Ni bien llegamos al aeropuerto, como teníamos que hacer tiempo hasta el momento de la boda, alquilamos un coche y fuimos a pasear un poco por allí.

Es interesante esto de venir a las islas, que todo parece como si fuera la misma Europa que uno dejó atrás como que aquí hay euros y esas cosas, pero hay que andarse con cuidado que las diferencias existen, algunas son sutiles y otra no tanto. Como cuando Carlos se sentó en lo que él pensaba que era el asiento del acompañante del coche de alquiler y se encontró con el volante del vehículo. Que en este país se conduce sobre la mano izquierda y hay que manipular los cambios del auto con la mano ídem; y todo parece como un poco de lío pero por suerte uno que hizo un curso de mirror symmetry se adapta rápido y comienza a circular sin problemas. Solo que hay que recordarlo cada tanto eso de que estamos en el mundo del espejo, que sino todo el flujo del tránsito te parece una locura.

Alquilado el coche y convencidos de que estábamos conduciendo bien y por buen camino, decidimos ir a conocer la península de Howth, al norte de la bahía de Dublin y muy cerca de esta ciudad. costado de Dublin. Aquí hay restos de abadías medievales, un puerto con un poco de historia que parece que por aquí desembarcaron uno de los tantos grupos que lucharon por la independencia de Irlanda de las manos de Gran Bretaña hace más de 100 años ya. Como corresponde, nos detuvimos en un pub para abastecernos de comida, probamos el seafood chowder que estaba muy bueno, y después nos dedicamos a caminar un poco por los senderos que habían en los alrededores. De allí nos fuimos derecho a nuestro B&B que había que dormir y descansar, que al día siguiente nos esperaba una jornada larga, intensa y emotiva... ¡Se nos casaba la niña!

La mañana del gran día nos encontró atiborrándonos a calorías con el fabuloso desayuno irlandés con el que te despertaban en nuestro fabuloso Bed&Breakfast, y preparándonos para asistir a la boda de Craig &Paula.

Fuimos hacia la iglesia donde se iba a llevar a cabo el evento, nos encontramos allí con el novio que ya estaba listo junto con todo su equipo para el gran-evento-gran, y varios de sus familiares y amigos, así como también amigos de la novia. Hemos de decir que casi todo el mundo estaba vestido correctamente, no habian mamarrachadas ni nada muy hortera que reportar. Más tarde ya en la fiesta vimos unas mujeres como salidas de películas de Almodóvar, pero que no desentonaban tanto con la ocasión. Parece que había corrido la voz de que la novia había amenazado con poner una especie de fashion police en la puerta de iglesia que te mandaba de vuelta a tu casa si no estabas vestid@ para la ocasión, pero no podemos certificar que haya existido la tal fashion police ya que no encontramos detector alguno.

Ya llegada la hora de la ceremonia, nos sentamos en algún banco de la iglesia mientras la novia se hacía esperar. Don leyendo el New York Times y Carlos repasando la parte que le tocaba dentro de la ceremonia. Y pasaba el tiempo y la novia no aparecía. Y, obviamente, los rumores comenzaron a circular. Algunos apuntando a que según Miss Manners una novia tiene que tener el mayor protagonismo posible el día de su boda, y por eso ha de arribar al menos una hora más tarde de lo previsto a la iglesia. Otros apostaban a que -como la ceremonia se transmitía en vivo por internet para todo el mundo mundial- el "prime time" no era exactamente a esa hora sino un poco más tarde y había que esperar. Un tercer grupo opinaba que seguramente en ese momento la banda ancha de internet estaba siendo usada por una presidenta de un país lejano de cuyo nombre no queremos recordarnos, que en ese preciso instante estaba dando un discurso por la cadena nacional.

En fin, rumores, rumores, rumores... cuando de repente apareció el cortejo de la novia. En el primer coche estaban las damas de honor, todas en fucsia y con el pelo a tono. Y en el segundo vehículo... Ahhh, la novia que parecía realmente una princesa. Con un vestido color marfil y portando tiara al tono, de la mano de su padre a quien también se le notaba que no cabía en sí de alegría que se sacaba de encima el fardo éste. ¡Qué fabulosa entrada que nos regaló la novia! Que nos hizo recordar esos versos de García Lorca

Despierte la novia
la mañana de la boda.
¡Que los ríos del mundo
lleven tu corona!

Ya superado el momento inicial en que ella entra y todos lloramos, y también llora ella (porque una novia que se precie de tal TIENE que llorar sobre la pasarela, sino es que no está convencida o va dopada), y el novio que con una sonrisa de oreja a oreja la estuvo esperando en el altar con infinita paciencia, y el cura que nos hace sentar y comienza la ceremonia. Y que se leen algunas lecturas, y que si la madre de Carlos hubiera estado siguiendo el evento por internet le habría agarrado un infarto al ver a su hijo subirse una vez más al púlpito para leerles a los novios esa carta de San Pablo a los cristianos de Corinto que eligieron ellos para el evento. Y que luego vienen las promesas, y los anillos, y el primer beso, y la firma del libro, y la bendición final, y luego que vuelven a salir los recién casados al ritmo de all you need is love, y la gente que lo mira en su casa por el internet no puede contener las lágrimas de la emoción...

Afuera del templo, ya un poco más distendidos todos, pudimos saludar a los flamantes esposos, y tirarles pétalos de rosas y burbujas (que la iglesia no quiere pájaros por ahí cerca así que nada de arroz ni esas cosas raras), y saludar a parientes y amigos, y que fotos aquí y que fotos allá. ¡Y qué buen primer augurio que tuvo la flamante pareja que les salió el sol durante todo el día! Esto es algo no trivial en Irlanda, donde llueve casi todo el tiempo.

Acabada la ceremonia religiosa enfilamos para la fiesta, que iba a ser en el Barberstown Castle, en las afueras de Dublin. Y mira tú qué nivel esto de tener tu fiesta en un castillo, y aunque Don discutía que un castillo que se precie de tal tiene que tener un foso y este no lo tenía (tampoco lo tiene el de Montjuic), daba como vértigo que te aparezcan esas torres en el medio de la campiña, y tener que conducir unas cuantas cuadras por adentro del territorio del Barberstown Castle para arribar al lugar de la fiesta, pero nosotros juntamos coraje en el coche ese que había que manejar siempre por el carril izquierdo, y llegamos hasta la fiesta sanos y salvos.

Ya adentro del castillo brindamos con alguna bebida espumante que te servían ahí a la entrada por los newlyweds, y tertuliamos un poco con los invitados, a algunos de ellos los conocíamos, y a otros los tuvimos que conocer allí. Al rato con un cencerro nos avisan que había que pasar a las mesas, que el banquete de la boda iba a comenzar.

El banquete estuvo de super nivelón como corresponde a una boda que se celebra en un castillo. En el plato principal nos tocaron unas codornices (¿habrán elegido este plato por eso de "que sean felices y que coman muchas..."?) rellenas que estaban muy bien, y todo regado generosamente por unos Malbecs argentinos que nos hacían poner cada vez más alegres.

Ya en los postres los novios cortaron el pastel que -¿casualidad?- tenía forma de castillo (aunque sin foso), y luego escuchamos discursos de varios miembros de las familias de él y de ella. Todos elogiando, obviamente, la belleza de la novia. Y don Manuel recordándonos la cantidad de veces que Paula dijo que ella no era "de las que se casan".

Acabada la cena se vino un momento de recreación, y se ve que el alcohol te abre las neuronas porque comenzamos a reconocer (o a hacer de cuenta que reconocíamos) a gente que ya habíamos conocido en la otra fiesta, la del año pasado, donde también había corrido el alcohol como agua de lluvia.

Y que charla va, charla viene, y de repente se viene la música y vamos todos a bailar. Que aquí la música la proveía una banda contratada para tal fin, que se ve que la música en los banquetes de castillo tiene que ser con una banda en vivo.

Y no es que la banda vino a tocar jazz o música clásica o irish dancing. No, no, no, que había que ver el cover fabuloso que se mandaron del Love shack y otros temas pop, y que envidia que nos da a la mitad noangloparlante del team que escribe este blog, que los que tienen a ese idioma como nativo se les hace muy fácil corear todas esas canciones. Y qué bien que lo pasamos en esa pista de baile con la banda por detrás cantando canciones de lo más variopintas y divertidas.

Estuvimos con el bailongo ese como por 2 horas, y en algún momento el novio -que está haciendo un curso acelerado de lengua y civilización argentina- anuncia que va a proceder a la ceremonia de las ligas. Y la peña super atónita al ver esa costumbre entre sensual y salvaje importada de vaya a saber dónde que está transcurriendo allí mismo delante de sus ojos. Pero igual se prestaron todos al juego y nos la pasamos bien.

Acabada la banda, tuvimos un momento para descansar (y comer más aún?!). Luego se vino un DJ y ahí sí que comenzó la fiesta siguiendo las costumbres del hemisferio sur: al ritmo de la canción que más le gusta a nuestro presidente de gobierno apareció el cotillón, y las cornetas, y las máscaras, y el trencito, y las rondas, mientras seguía circulando una catarata de cerveza Guinness entre los convidados, la fiesta estaba en su apogeo. Nos quedamos bailando como hasta las 2 de la mañana, que fue el momento en que los novios nos dijeron adios y se fueron nuevamente al ritmo de "All you need is love". Nosotros nos arrastramos hasta el coche y conducimos (siempre por la izquierda) hasta nuestro B&B a dormir la mona.

Al día siguiente, luego de un very late irish breakfast que ya ni sabemos por qué lo comimos porque todavía teníamos esas codornices de la noche anterior en la garganta, fuimos a conocer un poco de la Irlanda que todavía nos queda por conocer. Enfilamos un poco hacia el norte y caimos en el complejo de ruinas prehistóricas Brú Na Boínne, donde se pueden ver unas tumbas enormes con unas inscripciones muy crípticas hechas por el hombre hace más de 4000 años. Pasamos toda la tarde recorriendo y visitando tumbas varias, y acabamos nuestro tour tomando mate a las orillas del río que baña todo este complejo, en la localidad de Slane.

Por la nochecita volvimos al mismo castillo donde se había realizado el banquete de bodas 24 horas antes, que tocaba la cena de rigor con el flamante matrimonio, familiares y amigos. Y pudimos conocer y socializar un poco más con todos ellos , algunos venidos desde Gran Bretaña, Holanda y Argentina para la ocasión, y volver a comer pantagruélicamente y todo regado nuevamente con un muy buen Malbec. Fue también el momento de las despedidas, que varios de los invitados ya estaban partiendo a sus lugares de origen, y los recién casados de luna de miel en breve. Tuvimos una alegre sobremesa y nos prometimos encontrarnos en algun lugar del planeta no dentro de mucho. Ojalá.

La mañana siguiente nos encontró nuevamente devorando nuestro suculento Irish breakfast. Luego, para quemar calorías, nos dirigimos para Glendalough, un parque natural que se encuentra al sur de Dublin, rodeando una abadía medieval que se encuentra ya en ruinas.
Ya llegados al parque caminamos un poco entre los dos lagos que hay allí, e hicimos un circuito por la zona, que -como todo en Irlanda- tiene distintos tonos de verde. Esa noche -nuestra última en Irlanda- decidimos parar un poco la máquina después de tanto festejo, y pasar una velada tranquilos. Para ello elegimos la brasería Trax, donde nos despedimos de la república con un cassoulet de cordero y un chuletón de 100% Irish beef. El vino ya no era Malbec, pero tampoco estaba mal.

En nuestra última mañana en Irlanda, luego de devorar por última vez nuestro Irish breakfast y prometernos no hacernos ningún análisis de sangre en los próximos tres meses para que no aparezca todo el colesterol acumulado, preparamos nuestras maletas, nos despedimos de nuestro B&B y enfilamos para Dublin city, ya que nuestro avión no salía hasta las 18:30.

Para pasar el tiempo de manera instructiva, fuimos a conocer la (ex) prisión de Kilmainham Gaol, que fue una de las primeras prisiones construidas con la finalidad de reeducar al recluso y no castigarlo (aunque esto era como en 1790 así que la reeducación consistía en confinarlo solo y en silencio por varios meses, pero ya era mucho mejor que lo que había en esa época), y que tiene un gran significado para la historia de este país ya que la mayoría de sus prisioneros políticos durante todas las guerras de independencia fueron a parar aquí, y varios fueron ajusticiados aquí.

Impresionante fue descubrir cómo aquí se desarrolló la fórmula matemática para calcular la longitud de la cuerda en función del peso de la persona que se va a ahorca, para que la muerte sea lo más súbita (i.e. humana) posible.

Y de aquí ya nos quedó poco y nada por hacer. Una comida más de esas de pub (un guiso de cordero que estaba como para reventar) regada con Guinness que es lo que hay para beber por aquí, y ya camino al aeropuerto, que había plantas por regar en casa.

Nos dio un poco de nostalgia abandonar Dublin en esta oportunidad, que siempre que íbamos para allí era para visitar a Paula, y ahora que los recién casados se mudan hacia el sur, como que esta ciudad ya no será lo mismo sin ellos. Pero la vida continúa y seguro seguro que ya encontraremos una excusa para volver. De momento, disfrutad de las fotos que siguen, que vivan los novios (aunque ya no vivan tan cerca), y será hasta el proshen arret.














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