domingo, 8 de abril de 2012

El Adriatico oriental (Abril 2012)

Dobrodošli!

Que ha llegado la primavera (o el otoño dependiendo de si por donde vives tus vecinos untan el pan con aceite de oliva o dulce de leche), y con el cambio de estación llega la semana santa, que siempre cae con alguna escapada bajo el brazo.

Este año el low cost nos llevó al otro lado de Italia, a la parte este del mar Adriático. Y así fue que pillamos una vez mas la aerolinea no-favorita de Don, e hicimos Barcelona-Trieste en más de lo que canta un gallo, que tampoco hace milagros la aviación. Allí pillamos coche de alquiler que Don se lo consiguió por menos de 15 euros por día, y comenzamos con el paseo.

Antes de partir -porque la aventura involucraba salirnos de la Unión Europea- nos detuvimos una vez más a honrar y degustar la famosa cucina italiana en una trattoria local, que nunca te decepciona. De allí nos subimos nuevamente al coche, y atravesamos primero la frontera de Italia con Eslovenia, nos cuidamos de no tener que pisar ninguna autopista de esas de gran pago en Eslovenia, y unos 15 minutos más tarde nos encontramos a las puertas de Croacia, en nuestro primer cruce de frontera terrestre en la Europa continental de toda nuestra vida.

El control de fronteras es similar a los que ya vimos que hay entre España-Francia, España-Portugal o Francia-Italia. Solo que en esta ocasión te aparece un señor muy serio portando ropa como la que se ve en los bailes de disfraces de les panteres grogues, que te pide el pasaporte, lo pasa por un escaner, y después te deja pasar. Unos 50 metros más adelante se repite la misma escena, solo que el señor ahora está escuchando en la radio Bad Romance, pero no pudimos concluir nada interesante de este hecho que suponemos aislado.

Del otro lado del cruce fronterizo hay otro idioma (que la Lonely Planet te dice que se llama "croata"), otra moneda (el "kuna") y gente que vive allí, claro. Lo primero que te aparece en el mapa es la península de Istria, y fuimos a visitar uno de sus pueblos típicos, esos que dan al mar. Para nuestra desilusión nos encontramos con algo parecido a la Costa Brava, vacío como debe de estar también la costa brava en semana santa, pero preparado para recibir hordas de turistas en el verano con ese aspecto de Disney venido a menos: mucho restaurante barato-cutre y miles de atracciones pueriles que todavía no estaban funcionando. Lo único interesante que vimos en el pueblo este que nos tocaba (Pucka) fue una iglesia ortodoxa de las antiguas, con pinturas bastante interesantes y frescos de santos de nombres desconocidos.

Así que huimos de la costa a la primera oportunidad, y nos refugiamos en el interior de la península que es ALTAMENTE recomendable, con ciudades pequeñas pero con mucho encanto, y con un tono más local que los balnearios de la costa. Estuvimos en Buzet que es una ciudad wifi-free así que la recomendamos totalmente, y que fue nuestra base para ir a una excursión para "cazar trufas", que la Lonely Planet te recomienda hacer esto cuando pasas por aquí. Y hacia allí fuimos.

Primero nos mostraron los perros que cazan trufas, que parece que se utilizan perros o cerdos para buscar tan preciado hongo. Nosotros salimos con una perra que no recordamos su nombre, pero significa "Negrita" en croata. Nos advirtieron que como veníamos de un período de pocas lluvias en la región, iba a ser difícil encontrar trufas en esos días. Pero con un poco de paciencia y sigilo, y en una clara demostración de la existencia de un ser superior (N.de R.: no todos los firmantes de esta nota comparten este comentario) la Negrita encontró para nosotros no una, sino dos trufas que después fueron debidamente lavadas, ralladas y puestas en una omelette especialmente preparada por la dueña como premio a tanto esfuerzo. Curiosamente, el omelette lo comimos nosotros, a la Negrita le dieron unas galletas y la metieron en una jaula hasta la cacería siguiente, por la tarde.
El banquete incluyó además de la tortilla, queso con trufas, salame con trufas, miel con trufas, picadillo de trufas... Definitivamente un festín de esos como para recordar hasta incluso en nuestros futuros días de Alzheimer más profundo.

Después de la cacería-banquete nos dirigimos hacia el extremo este de la península, a un parque que se llama Ucka donde pudimos hacer un poco de senderismo, que el cuerpo pedía un poco de marcha después de tanto trufestín. Del parque pasamos por un puente a la isla de Krk, que tu nos preguntarás qué cómo se pronuncia eso. Pues fácil, es como "Kirk" pero sin la "i". Suena un poco redundante la explicación, ¿verdad? Pues haced el ejercicio vocal y veréis que os saldrá fácil. Esta isla es bastante grande y también un poco "turisty", así que no nos pareció gran cosa, además hay bastante roca por esta zona y poca vegetación así que más que una isla parecía como una cantera gigante. Pero cuando ya estábamos a punto de elevar los brazos y pedir para ella el fuego divino (porque nosotros somos muy bíblicos, que lo sepais. Y como os pongais un poco pesados como Safira y Ananías os impondremos las manos a lo San Pedro y ya vereis) apareció el pueblo de nombre homónimo, al sur de la isla, que es MUY pintoresco y realmente vale la pena perderse por las callejuelas de la ciudad vieja, y cenar mirando el mar. En toda esta parte de la costa del Adriático hay como mucha influencia italiana (de hecho, toda esta zona fue parte de la patria de Carlos entre las dos guerras mundiales, y todavía hay carteles con calles y nombres de ciudades en ambos idiomas), así que hay mucha pizza, pasta y pescado. El pescado es muy bueno, Don lo recomienda totalmente, mientras Carlos no puede evitar recordar las palabras de Lita de Lazzari (que ya sobrevivió una extremaunción, pobre) cuando nos decía por la tele "hay que comer más pescado, chicas. Porque contiene omega tres".

Esa noche dormimos en carpa (o tienda dependiendo de si tu himno nacional tiene letra o no), y mira tú qué práctico resulta tener un marido como Don en tiempos de crisis como estos, que él se las curra para alquilar coche low cost, te lleva esquivando autopistas de pago, conduce él -claro-, y también te monta él la tienda mientras tu te abanicas con plumas de faisan que no pesan nada y por eso las puedes llevar en tu equipaje de mano de RyanAir sin coste extra. A lo que íbamos, que dormimos de camping temiendo ser despertados por el ruido de un aeropuerto que no estaba muy lejos de alli. Pues resultó que no, que lo que nos despertó fue nuestra propia carpa/tienda sobre nuestras cabezas ya que sobre las 5 de la mañana se levantó un viento feroz que hizo que nuestro nido se venga abajo.
Rápidamente juntamos todos nuestros trapos y nos fuimos de allí escapando de la tormenta, hacia el interior de. Que Don quería ir a visitar otro parque que según la Lonely Planet es la atracción número 1 de este país y hacia allí enfilamos. Nos fuimos alejando del mar en la dirección hacia la frontera con Bosnia & Hercegovina, y subiendo en altura. Vimos un poco de nieve, lo cual nos inquietó un poco porque no llevábamos ropa de alta montaña, pero en un rato salió el sol y cuando llegamos al Parque Nacional de los lagos de Plitvice ya estábamos como si fuera primavera.

El parque realmente vale la pena. Es pequeño, en 5 horas puedes recorrer todos los puntos interesantes. Y si te quedas más tiempo, puedes hacer recorridos más largos y agrestes. Esa noche Don tuvo su primer encuentro con el cordero cocinado "a la dalmata" (que esta zona se llama Dalmacia, aunque la Lonely Planet te aclara que los perros dálmatas no vienen de allí), que es carne cocinada en una especie de cacerola que uno cierra a presión y la pone DEBAJO de las brasas. Toda una delicia, pero difícil de conseguir así al tun-tun porque hay que pedirla con (en algunos lugares hasta 2 dias!) anticipación a la cena.

A la mañana siguiente juntamos nuevamente todas nuestras vituallas y nos decidimos a volver a la costa. En general es difícil conseguir un desayuno en Croacia si uno no está en un hotel o casa de familia que te prepare esas cosas. En los "cafés" solo se puede conseguir eso, café y/o alguna bebida caliente equivalente. No hay ni pan, ni galletas, ni croissants, ni medialunas, ni nada que se le parezca. Peor aún, la mayoría de los cafés son "café & bar", y sobre el mostrador hay un botellerío infernal como para noquear a todo un regimiento, que ya al pisar el recinto se huele tabaco, gin y decepción. Y tampoco era plan andar mareadas ya a las 9 de la mañana como Marilyn en la película esa, y que después nos persiga la policía por conducir bajo la influencia de sustancias prohibidas por las rutas de no pago croatas, como al final del video ese.

Para contribuir a la desorientación, en la mayoría de las panaderías (pekaras) solo venden pan. Varios tipos de pan, pero solo pan. En las ciudades más grandes hay panaderías con más cosas, pero nunca un sanguchito. Nosotros íbamos a "Konzum", que siempre había uno en cada pueblo o ciudad que se precie de tal (también habían muchos Lidl's pero a esos no entramos), que suponemos que Tito no hubiera aprobado nunca una tienda con ese nombre, pero seguro que no es ese el motivo principal por el que se lo extraña por allí. En Konzum tampoco tienen sandwiches, pero si te portas bien la que vende el pan y los embutidos (que no es que uno sea racista pero siempre era una chica detrás del mostrador) te ofrecerá cortar el pan como si ya fuera para un sanguche. En fin, que quien esté buscando algún miniemprendimiento para estos tiempos de crisis, un puesto de sanguches en Croacia seguro que algún rendimiento dará.

Pero volvamos a nuestra historia, que esto se está haciendo largo. Del parque de Plitvice nos fuimos para Split, que desmentimos totalmente eso de que es la ciudad adonde van las parejas a separarse, que Split era antiguamente el super-palacio de un tal emperador romano Diocleciano, y ahora la ciudad está montada sobre lo que era ese palacio, así que no hay que pagar entrada ni nada sino ir de casa en casa imaginándose como era ese todo ahora repartido entre muchos espacios.

De Split cruzamos en ferry a la isla de enfrente que se llama Brac, y que es de donde se sacó la piedra blanca para construir el palacio de Diocleciano... y también de la Casa Blanca de Washington! Es que la Lonely Planet te informa de todo, es como el libro gordo, que ya te digo yo que ni hace falta salir de tu casa para conocer estos lugares, con el ejemplar del país de turno y el google maps ya te alcanza para saberlo todo al detalle.

Esta isla ya tenía bastante más encanto que la anterior, y la ventaja de que no había casi turismo así que pudimos recorrerla a nuestras anchas. También tenía la desventaja de que precisamente por no estar todavía abierta al turismo, muchos museos y restaurantes como los recomendados por la Lonely Planet estaban cerrados. Es lo que tiene el turismo low cost, es como un pase gratis para disfrutar de Disneylandia el 1 de enero a las 6 de la mañana, qué se le va a hacer...

Y ya llegados hasta allí, siguiendo la célebre frase de la Germanotta "once you kill a cow..." le dimos al acelerador y bajamos hasta la joya del Adriático, Dubrovnik. En bajando, nos dimos cuenta de una realidad que mirando el mapa casi no te das cuenta: que la Croacia continental no es conexa, y que para llegar a Dubrovnik por tierra hay que hacer como 5 kilómetros por Bosnia & Hercegovina. Así que tuvimos que nuevamente pasar por un par de controles de frontera, y disfrutar por un rato del nuevo paisaje que en lo único que difería del anterior era que la gasolina de repente dejaba de costar 10,99 y bajaba dramáticamente a 2,55, confirmando eso que nos enseñaron nuestras maestras de la escuela primaria, que la tasa de cambio no es una función continua respecto de la variable espacial.

De Dubrovnik hemos de decir que por lejos es lo mejor que vimos de este viaje (y aquí sí que los dos firmantes de esta nota comparten la misma opinión), definitivamente bien vale una misa. La ciudad es realmente fotogénica la mires por donde la mires, y te puedes pasar horas y horas caminando y perdiéndote por sus callejuelas, o por sus murallas, o visitando museos, o iglesias, o mercados... Paseando por allí aprendes que esta ciudad fue durante mucho tiempo una conexión entre Venecia y Estambul, y fue también un propio estado, y tuvo un papel importante durante las cruzadas... Tiene de todo como para calificar como "lugar favorito en el mundo" para mucha gente. Nosotros estuvimos todo un día recorriéndola, y nos quedamos con ganas de más, de mucho más. Así que tendremos que volver...

Para coronar el centenar de fotografías que le hicimos a la ciudad, hay un funicular que te lleva unos 100 metros hasta el tope una de las colinas cercanas desde donde se domina todo el horizonte, y allí también hay un museo donde unas cuantas fotografías te muestran que todos esos pasadizos, calles y murallas por donde has estado caminando horas antes fueron casi totalmente destruidos por un feroz bombardeo que sufrió la ciudad durante la guerra civil en los años 90; y que en estos tiempos pascuales que corren debemos intentar ser buenos como Jesus y no malos como los serbios, los bosnios y los montenegrinos.

Acabado nuestro deslumbramiento con la gran perla del Adriático, ya se nos acababa también la semana santa así que tuvimos que subirnos al coche, ponerle gasolina de 10,99 y comenzar a subir, que había que volverse para Trieste.

Sobre el regreso nos detuvimos en un parque más (este Don es como una cabra, que siempre tira al monte), esta vez fue el Paklenika, donde se podía subir desde la orilla del mar mismo hasta unos 1200 metros y pasar por los climas mediterráneo, continental y alpino en cuestión de horas. Estando por esa zona y en uno de los intentos desesperados de Don por conseguir su cordero "a la dálmata", nos enteramos de la existencia de una bebida denominada "bambus" que consiste en vino tinto mezclado con... fanta naranja! En fin, a cuidarse cuando uno pide algo de la carta de bebidas porque nunca se sabe realmente qué es lo que va a encontrar adentro del vaso.
El regreso fue un poco desandando la ida, volviendo a atravesar la frontera con Eslovenia y circulando por carreteras sin peaje, llegamos a Trieste justo para escuchar el saludo pascual de Benedicto Equis-Uve-Palito. Allí devolvimos nuestro super vehículo low-cost sin tener que pagar más de la cuenta, y subimos al avión que nos trajo de regreso a nuestro hogar en Barcelona.
Cuando llegamos, encontramos que la casa estaba en orden, como corresponde a todo domingo pascual, y ahora estamos descansando de nuestro descanso. Disfrutad de las fotos que quedan, y será hasta el proshen arret.





















4 comentarios:

Blogger Angelica ha dicho...

Buenísimo, como siempre! Me encantó la anécdota de las trufas. :)

9 de abril de 2012, 2:51  
Blogger Nicolás Antonio D'Andrea ha dicho...

Bellìsimo

9 de abril de 2012, 5:06  
Blogger Ana ha dicho...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

10 de abril de 2012, 5:52  
Blogger Ana ha dicho...

A mí también me gustó la anécdota de las trufas.
Todavía me estoy riendo.
Ahora ya tenemos tres "Negritas" en la familia. Le podríamos enseñar a buscar trufas :-)

10 de abril de 2012, 5:54  

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