I AmSterdam (Octubre-Noviembre 2011)
Dag!!
Como que Don nunca había pisado este lugar de las Uropas que definitivamente ranquea entre las 5 ciudades del continente que han de ser visitadas antes de los cincuenta, y que Carlos estuvo aquí en julio pero para lo que estuvo más bien podría haberse haberse encerrado en los bloques de Bellvitge, y también es cierto que Carlos estuvo por aquí exactamente hace 10 años, pero como estamos en proceso de revisar y revisitar todo lo que ocurrió hace 10 años o más... Pues eran varias las excusas para caerse por Amsterdam, la capital de Holanda, aquí arriba nomás, casi enfrente de Inglaterra. Una ciudad muy vibrante, llena de canales, de historia, de peligros y demás hierbas (!).
La "low cost" que nos llevó esta vez desde la T2 de BCN hasta Schiphol fue Transavia, que no está mal pero tampoco es una gran maravilla. Al menos los asientos se reclinan, e incluso se pueden disfrutar de unos episodios de Friends durante la hora y cincuenta minutos del vuelo.
Ya en llegados a Amsterdam (ex Amstel-dam, ciudad construida en el dique sobre el río Amstel), descubrimos con sorpresa que la calle donde estaba nuestro alojamiento estaba adornada con lucecitas rojas encendidas día y noche, con unas vitrinas muy particulares de las cuales no contaremos mucho porque... claro, no hay mucho que contar (excepto esa chica que Carlos decía que se parecía a Sarah Louise, pero que no debía de ser ella porque no iba armada).
Lo bueno de estar alojados en la zona céntrica-centrica es que estás muy cerca de todo lo que hay que ver en una primera visita (la primera de Don), lo cual está bueno porque se puede uno perder entre canales, calles y callejuelas a gusto, que nunca te puedes ir muy lejos.
Muy cerca de nuestro hotel estaba la Casa de Ana Frank, que mereció nuestra primer visita que al final terminó siendo la última por la larga cola de gente que había para entrar. A metros de esa Casa está el Homomonument que nos recuerda a los que fueron obligados a llevar el triángulo rosa durante la segunda guerra mundial.
Desde allí enfilamos para el centro, y fuimos a parar al Museo de Historia de Amsterdam. Y mira que no somos de mucha paciencia en los museos, pero en éste estuvimos más de 5 horas (también ayudaba que había wifi gratis adentro, pero no era ese el caso, que bien podríamos habernos quedado en la puerta y usar la wifi desde allí). Con muchas actividades interactivas, ilustraciones, historias, videos,... Realmente un museo muy ilustrativo y muy entretenido.
De alli tuvimos que salir corriendo porque teníamos que llegar en punto a nuestro curso de degustación de quesos en Reypenaer, que Don encontró información sobre ésto en la Lonely Planet, nos apuntamos y hacia allá fuimos. Y fue en este lugar que Carlos descubrió que no solo es daltónico de la vista sino también del olfato, que todos los quesos le olían igual (a pie humedo sería la descripción más precisa), pero como que había que aguzar la imaginación, rápidamente aparecieron en su hoja de apuntes los olores más diversos: a setas, nueces, sales marinas, oleos,...etc. y se llevó la nota máxima del curso, mientras que el pobre Don que fue honesto y puso lo que realmente le parecía, se llevó un "haz de esmerarte más". Pobre, él todavía no se entera de cómo funciona este mundo...
De la cata de quesos nos volcamos a intentar degustar la cocina holandesa, que se ve que viene rica en potajes y en una especie de puré mezclado con otras cosas. Que no estaba mal, pero con una noche de comida local ya nos alcanzó; y a partir de allí nos dedicamos a probar la comida de las ex-colonias: Indonesia, Surinam, Sudáfrica... todas con elementos muy distintos que ofrecer, y sobre todo nos sorprendió la cocina de Indonesia.
Al día siguiente decidimos alquilar bicis, que este es EL lugar para andar en bici que todo es plano-plano como el producto tensorial (!!??!). Y como la ley de Murphy dispone, ese fue el peor día de los cuatro que estuvimos allí, que caía agua a cada rato, con viento y frío. Igual no nos amedrentamos y salimos de rally por ahí. Enfilamos hacia la zona del puerto solo para descubrir que eso se parecía sospechosamente a Puerto Madero, así que ahora ya no solamente los londinenses, parisinos, madrileños y neoyorquinos pueden encontrarse como en casa en Buenos Aires, sino también los amsterdinos (amsterdianos? amsterdinenses? amstersolitanos?).
Después de un interesante paseo en bici a través de muelles y canales, enfilamos hacia el Museo van Gogh, nuestro favorito en esta visita (también tiene wifi gratis :-) ), aunque lo tuvimos que saborear rodeados de miles de personas en todo momento, que era el día ideal para estar adentro de un museo con tan mal tiempo afuera. Pero igual lo pudimos disfrutar, que la historia y el arte de van Gogh son interesantes de apreciar. La exposición temporal era de fotografías de fines del siglo XIX que tampoco estaba mal.
Al día siguiente nos tocaba el reto mayor, el Rijksmuseum que es como la versión holandesa de El Prado, con obras de Rembrandt y otros varios maestros holandeses. El museo no estaba mal, aunque está en grandes restauraciones hasta el 2013 así que la visita se hace bastante corta (y además no tienen wifi, ni gratis ni de pago).
Del Rijskmuseum fuimos a disfrutar un poco del solcito (ya habíamos devuelto las bicis, claro) al Mercadillo de la calle Albert Cuyp, que en unos 500 metros ofrece todo tipo de mercancías para la dama y el caballero. Don se consiguió unos cables para su ordenador portatil a mitad del precio de lista. A Carlos le sorprendió que exista el regateo en Holanda, a lo que Don solo atinó a contestar: "si la vendedora era rusa"..
De allí fuimos a descansar un rato al SafariPark, ahí cerca del museo, que todavía nos quedaba una tarde de museos y había que reenergizarse. Almorzamos comida típica, ya no sabemos de qué parte del planeta era, pero era típica-típica.
Del lunch nos dirigimos hacia el barrio judío de Amsterdam, que tocaba visitar el Museo Histórico Judío (wifi gratis!), donde se puede repasar toda la historia de los distintos grupos de judíos (Sefardies y Ashkenazis) que se mudaron a Amsterdam durante distintos momentos de la historia, de cómo vivían aquí y de todo lo bueno y lo (mucho) malo que les tocó pasar.
Finalizada la visita, nos dirigimos una vez más hacia la Casa de Ana Frank, a ver si podíamos entrar de una buena vez. Y lo conseguimos. La visita estaba buena, y había wifi en la casa aunque nunca conseguimos conectarnos. El tema es que habiendo tanta gente se pierde un poco la dimensión de los espacios, como si en lugar de estar en la parte de arriba de una casa podrías haber estado en el sótano, o en un túnel,... como que nos perdimos un poco. Pero igual la experiencia vale la pena, y obviamente es uno de los "must" de esta ciudad.
Y ya en finalizando nuestra visita a la ciudad, durante la última noche nos regalamos un festín de comida de Surinam que después la rebajamos a fuerza de fruitbeer (Kriek es nuestra marca favorita, por lejos), que era la noche de brujas y había que conjurar a los malos espíritus.
Al día siguiente hicimos poco y nada más que desayunar, preparar el bolso, despedirnos de las chicas que trabajaban en la cuadra y volvernos para BCN, y a comprar nuevos billetes de avión para el proshen arret!
Como que Don nunca había pisado este lugar de las Uropas que definitivamente ranquea entre las 5 ciudades del continente que han de ser visitadas antes de los cincuenta, y que Carlos estuvo aquí en julio pero para lo que estuvo más bien podría haberse haberse encerrado en los bloques de Bellvitge, y también es cierto que Carlos estuvo por aquí exactamente hace 10 años, pero como estamos en proceso de revisar y revisitar todo lo que ocurrió hace 10 años o más... Pues eran varias las excusas para caerse por Amsterdam, la capital de Holanda, aquí arriba nomás, casi enfrente de Inglaterra. Una ciudad muy vibrante, llena de canales, de historia, de peligros y demás hierbas (!).
La "low cost" que nos llevó esta vez desde la T2 de BCN hasta Schiphol fue Transavia, que no está mal pero tampoco es una gran maravilla. Al menos los asientos se reclinan, e incluso se pueden disfrutar de unos episodios de Friends durante la hora y cincuenta minutos del vuelo.
Ya en llegados a Amsterdam (ex Amstel-dam, ciudad construida en el dique sobre el río Amstel), descubrimos con sorpresa que la calle donde estaba nuestro alojamiento estaba adornada con lucecitas rojas encendidas día y noche, con unas vitrinas muy particulares de las cuales no contaremos mucho porque... claro, no hay mucho que contar (excepto esa chica que Carlos decía que se parecía a Sarah Louise, pero que no debía de ser ella porque no iba armada).
Lo bueno de estar alojados en la zona céntrica-centrica es que estás muy cerca de todo lo que hay que ver en una primera visita (la primera de Don), lo cual está bueno porque se puede uno perder entre canales, calles y callejuelas a gusto, que nunca te puedes ir muy lejos.
Muy cerca de nuestro hotel estaba la Casa de Ana Frank, que mereció nuestra primer visita que al final terminó siendo la última por la larga cola de gente que había para entrar. A metros de esa Casa está el Homomonument que nos recuerda a los que fueron obligados a llevar el triángulo rosa durante la segunda guerra mundial.
Desde allí enfilamos para el centro, y fuimos a parar al Museo de Historia de Amsterdam. Y mira que no somos de mucha paciencia en los museos, pero en éste estuvimos más de 5 horas (también ayudaba que había wifi gratis adentro, pero no era ese el caso, que bien podríamos habernos quedado en la puerta y usar la wifi desde allí). Con muchas actividades interactivas, ilustraciones, historias, videos,... Realmente un museo muy ilustrativo y muy entretenido.
De alli tuvimos que salir corriendo porque teníamos que llegar en punto a nuestro curso de degustación de quesos en Reypenaer, que Don encontró información sobre ésto en la Lonely Planet, nos apuntamos y hacia allá fuimos. Y fue en este lugar que Carlos descubrió que no solo es daltónico de la vista sino también del olfato, que todos los quesos le olían igual (a pie humedo sería la descripción más precisa), pero como que había que aguzar la imaginación, rápidamente aparecieron en su hoja de apuntes los olores más diversos: a setas, nueces, sales marinas, oleos,...etc. y se llevó la nota máxima del curso, mientras que el pobre Don que fue honesto y puso lo que realmente le parecía, se llevó un "haz de esmerarte más". Pobre, él todavía no se entera de cómo funciona este mundo...
De la cata de quesos nos volcamos a intentar degustar la cocina holandesa, que se ve que viene rica en potajes y en una especie de puré mezclado con otras cosas. Que no estaba mal, pero con una noche de comida local ya nos alcanzó; y a partir de allí nos dedicamos a probar la comida de las ex-colonias: Indonesia, Surinam, Sudáfrica... todas con elementos muy distintos que ofrecer, y sobre todo nos sorprendió la cocina de Indonesia.
Al día siguiente decidimos alquilar bicis, que este es EL lugar para andar en bici que todo es plano-plano como el producto tensorial (!!??!). Y como la ley de Murphy dispone, ese fue el peor día de los cuatro que estuvimos allí, que caía agua a cada rato, con viento y frío. Igual no nos amedrentamos y salimos de rally por ahí. Enfilamos hacia la zona del puerto solo para descubrir que eso se parecía sospechosamente a Puerto Madero, así que ahora ya no solamente los londinenses, parisinos, madrileños y neoyorquinos pueden encontrarse como en casa en Buenos Aires, sino también los amsterdinos (amsterdianos? amsterdinenses? amstersolitanos?).
Después de un interesante paseo en bici a través de muelles y canales, enfilamos hacia el Museo van Gogh, nuestro favorito en esta visita (también tiene wifi gratis :-) ), aunque lo tuvimos que saborear rodeados de miles de personas en todo momento, que era el día ideal para estar adentro de un museo con tan mal tiempo afuera. Pero igual lo pudimos disfrutar, que la historia y el arte de van Gogh son interesantes de apreciar. La exposición temporal era de fotografías de fines del siglo XIX que tampoco estaba mal.
Al día siguiente nos tocaba el reto mayor, el Rijksmuseum que es como la versión holandesa de El Prado, con obras de Rembrandt y otros varios maestros holandeses. El museo no estaba mal, aunque está en grandes restauraciones hasta el 2013 así que la visita se hace bastante corta (y además no tienen wifi, ni gratis ni de pago).
Del Rijskmuseum fuimos a disfrutar un poco del solcito (ya habíamos devuelto las bicis, claro) al Mercadillo de la calle Albert Cuyp, que en unos 500 metros ofrece todo tipo de mercancías para la dama y el caballero. Don se consiguió unos cables para su ordenador portatil a mitad del precio de lista. A Carlos le sorprendió que exista el regateo en Holanda, a lo que Don solo atinó a contestar: "si la vendedora era rusa"..
De allí fuimos a descansar un rato al SafariPark, ahí cerca del museo, que todavía nos quedaba una tarde de museos y había que reenergizarse. Almorzamos comida típica, ya no sabemos de qué parte del planeta era, pero era típica-típica.
Del lunch nos dirigimos hacia el barrio judío de Amsterdam, que tocaba visitar el Museo Histórico Judío (wifi gratis!), donde se puede repasar toda la historia de los distintos grupos de judíos (Sefardies y Ashkenazis) que se mudaron a Amsterdam durante distintos momentos de la historia, de cómo vivían aquí y de todo lo bueno y lo (mucho) malo que les tocó pasar.
Finalizada la visita, nos dirigimos una vez más hacia la Casa de Ana Frank, a ver si podíamos entrar de una buena vez. Y lo conseguimos. La visita estaba buena, y había wifi en la casa aunque nunca conseguimos conectarnos. El tema es que habiendo tanta gente se pierde un poco la dimensión de los espacios, como si en lugar de estar en la parte de arriba de una casa podrías haber estado en el sótano, o en un túnel,... como que nos perdimos un poco. Pero igual la experiencia vale la pena, y obviamente es uno de los "must" de esta ciudad.
Y ya en finalizando nuestra visita a la ciudad, durante la última noche nos regalamos un festín de comida de Surinam que después la rebajamos a fuerza de fruitbeer (Kriek es nuestra marca favorita, por lejos), que era la noche de brujas y había que conjurar a los malos espíritus.
Al día siguiente hicimos poco y nada más que desayunar, preparar el bolso, despedirnos de las chicas que trabajaban en la cuadra y volvernos para BCN, y a comprar nuevos billetes de avión para el proshen arret!
4 comentarios:
Que buen lugar!!! Ojalá pueda ir antes de los 50 (aunque cada vez me queda menos hilo, je!!!
Saludos!!!!!! GERARDO
Buenísimo el relato! La vieron a Máxima? :P Abrazo grande, chicos, y espero con ansias los relatos de la próxima aventura! Abrazo, Angie
¡Quiero catar quesos!!!
Saludos.
Any
La visita para Máxima quedará para un segundo trip, que ella no pisa esta ciudad pecadora sino que vive en La Haya. Ya iremos, pero tenemos que perfeccionar nuestro "dutch" primero :-). Besos...
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